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Elecciones 2D: la guerra nueva de las derechas y el viejo pulso de las izquierdas

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Daniel Cela

Las elecciones andaluzas de 2015 abrieron la puerta a formaciones políticas nuevas -Podemos y Ciudadanos- y anticiparon el fin del bipartidismo PSOE-PP. Los comicios del 2 de diciembre parecen mantener esa fragmentación del Parlamento andaluz. Una de las pocas certezas antes de que arranque la campaña electoral es que las urnas no traerán la mayoría absoluta a ningún partido, y que el futuro Gobierno autonómico tendrá que salir de la negociación postelectoral entre rivales.

Esta legislatura ha tenido cinco protagonistas políticos en la Cámara -PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos e IU-, pero todos los líderes coinciden en que, poco a poco, ha habido un “repliegue ideológico” y finalmente, “lo que antes era un bipartidismo a dos se ha convertido en un bipartidismo a cuatro”. Dos bloques que reproducen el eje tradicional de izquierda y derecha: PSOE, Podemos e IU a un lado; y PP y Ciudadanos, al otro.

Esa división se ha agudizado en la recta final del mandato, puesto que los tres años previos el Gobierno de Susana Díaz ha funcionado cómodamente sustentado por el apoyo de el partido naranja. La formación de Albert Rivera y los socialistas dieron por roto su pacto cuando se aproximaban los comicios. Díaz concluyó que sus exsocios se habían “ridiculizado” y “escorado a la derecha” para competir por el espacio electoral del PP. En ese punto reaparecieron los dos bloques de izquierdas y derechas que van a confrontar en estas elecciones.

La buena salud del PSOE andaluz en las encuestas no parece tan significativa como el declive de quienes le han plantado cara todos estos años. La oposición clásica al Gobierno andaluz no ha logrado articular un proyecto alternativo en los últimos 36 años. Ahora PP, Ciudadanos y Adelante Andalucía (la coalición Podemos-IU) se disputan el papel de líder de la oposición, que será clave para descifrar la próxima legislatura. Si el segundo puesto lo ocupa por primera vez en la historia otro partido de izquierdas, como dice el último barómetro del CIS, a Susana Díaz le costará mucho negociar con los líderes de Podemos e IU, Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, con los que mantiene un enfrentamiento político y personal. Uno de los lemas del PSOE en esta campaña consiste en presentarse como la “izquierda responsable”, precisamente para distinguirse de la “izquierda irreal e inútil que fomenta el populismo”.

En el argumentario de campaña de Díaz acaba de entrar el líder estatal de Podemos, Pablo Iglesias, y el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, como nuevos referentes de la izquierda que abandonó el populismo y la demagogia para ser útiles. En el caso de Iglesias, apoyando la investidura de Pedro Sánchez y firmando el proyecto de Presupuestos Generales de 2019. En el caso de Tsipras, sustituyendo la rebeldía contra Bruselas por la asunción del déficit y el techo de gasto impuesto. El modelo a seguir ahora por Susana Díaz es Portugal: un Gobierno socialista apoyado por el Bloco de Esquerda, los comunistas y los verdes. Un claro guiño a Rodríguez y a Maíllo, envuelto en una llamada a la responsabilidad.

Adelante Andalucía se mueve entre dos convicciones difícilmente compatibles: nunca dejarán que gobierne la derecha, “ni por activa ni por pasiva”; y nunca entrarán en un Gobierno de coalición con el PSOE. Esto conduce a pensar que los socios confluyentes pondrán un precio muy alto al apoyo de investidura a Díaz tras los comicios del 2D. Por de pronto, Rodríguez y Maíllo han reciclado en su programa electoral 24 leyes que ya presentaron en el Parlamento andaluz esta legislatura, y que Díaz vetó con el respaldo de sus socios de Cs. También los líderes concluyentes llevan semanas diferenciando “entre socialismo y susanismo”. “Susana representa el ala derecha del PSOE”, advierte la gaditana, frente al socialismo de Sánchez apoyado por Iglesias.

La derecha fragmentada

Aunque el CIS coloca en segundo puesto a Adelante Andalucía por porcentaje de votos, la ley electoral promete más escaños a PP y a Ciudadanos. Hay un triple empate por liderar la oposición, pero es más probable que el segundo puesto en número de diputados se lo disputen las dos formaciones conservadoras. El PSOE cruza los dedos para que ese puesto, aunque debilitado, lo siga ostentando el PP, que es su antagonista natural, con el que en ningún modo pactaría un Gobierno. Cualquier otra fórmula -Cs o Adelante Andalucía- obliga a Susana Díaz a negociar con sus antiguos socios en las dos últimas legislaturas. La formación de Albert Rivera, que ha blindado estabilidad al Ejecutivo de Díaz estos últimos tres años, ha prometido que Díaz no volverá a ser presidenta con sus votos.

De todos los partidos que concurren al 2 de diciembre, sin duda el más movilizado, el que más tensiona a sus bases es el PP. Los populares se asoman al abismo de estos comicios tras décadas de estos comicios y observan cómo dos formaciones de su mismo espectro ideológico piden paso a codazos. Una es Ciudadanos, que ha endurecido su discurso en las últimas semanas contra el PSOE. El partido naranja no se resiente en las encuestas de su vínculo con los socialistas, al contrario, los sondeos proyectan un trasvase importante de votos del PP hacia las filas de Rivera y Juan Marín.

El otro partido que se beneficiaría del desahucio electoral de los populares es VOX. La formación de extrema derecha ya concurrió a las elecciones andaluzas de 2015, logrando la mitad de votos que el partido animalista PACMA. Esta vez, en cambio, aspira a entrar en el Parlamento andaluz -la primera institución donde obtendrían representación- arrebatándole al PP un diputado en la provincia que históricamente más apoyos le ha dado: Almería (hasta un 50% de los almerienses llegó a votar al PP). La ley d'Hont pone el listón muy alto a los partidos pequeños para lograr escaño en provincias tan competitivas. IU logró en 2012 su única diputada en Almería con 18.800 votos (un 7%), que es el porcentaje estimado de apoyos para VOX en el CIS. Sin embargo hoy es más difícil porque concurren más partidos que en 2012, y tres de ellos con fuerzas más igualadas.

Líderes nacionales en ruta

El PSOE llega a la campaña electoral con más seguridad en sí mismo gracias a los sondeos, quizá por eso su nivel de movilización ha sido hasta ahora inferior al del resto de partidos. Los líderes nacionales de PP y Ciudadanos, Pablo Casado y Albert Rivera, llevan semanas de precampaña instalados en Andalucía, entremezclando las loas a sus candidatos con la crítica descarnada contra el Gobierno de Sánchez.

El CIS dice que seis de cada diez andaluces (un 58%) quiere un cambio de Gobierno en Andalucía, y cuatro de cada diez (43%) califica de mala o muy mala la gestión de los socialistas. Pero estos datos -recurrentes también en los sondeos andaluces- no tienen una correspondencia en la intención de voto. Susana Díaz es la más conocida y la más valorada (en una comparativa en la que todos los candidatos suspenden), y los encuestados aseguran que seguirán votando al PSOE después de 36 años.

La campaña de la presidenta de la Junta busca afianzar a ese electorado, y espera que el resto compita entre sí por el segundo puesto. Los socialistas apenas han renovado a sus candidatos respecto a 2015, repite el 80% de las caras. La edad media de su lista electoral es de 43 años -“la mitad de la esperanza de vida en Andalucía”, apostilla el secretario de Organización, Juan Cornejo- y más del 60% de sus aspirantes a diputados “superan los estudios superiores” [la población andaluza con estudios superiores ronda el 21% entre los hombres y el 20,6% entre las mujeres].

Susana Díaz ha apurado hasta el último minuto su perfil institucional de presidenta, mientras el resto de candidatos ya estaban volcados en actos de partido. El Gobierno andaluz y todos sus consejeros -la mayoría van en las listas del PSOE- han alargado sus agendas institucionales durante la precampaña, sin apenas confrontar con sus rivales políticos. Díaz aparece en el cartel electoral con una chupa de cuero roja y una sonrisa fulgurante, con la que viajará “desde Ayamonte a Pulpí”. Pedro Sánchez acompañará a la candidata socialista en dos actos de dos provincias clave -en Chiclana (Cádiz) y Marbella (Málaga)-, mientras los ministros como José Luis Ábalos, y los andaluces María Jesús Montero, Carmen Calvo y Luis Planas harán campaña en paralelo. 

La intención de Díaz es que el foco de la disputa entre Casado y Rivera quede muy por debajo de ella. No pretende meterse en charcos ni confrontar a campo abierto -sólo estará obligada a hacerlo en los dos debates entre los cuatro candidatos que televisará Canal Sur y TVE-. 

Las andaluzas son el prefacio del largo ciclo electoral que se avecina en 2019: municipales, autonómicas, europeas y posiblemente generales y catalanas. Habrá un anexo amplio en esta campaña plagado de líderes nacionales anticipando su contienda. Casado afronta sus primeros comicios como presidente del PP y lo hace a pie de calle, llamando puerta a puerta a los andaluces. Él y su número dos, Teodoro García Egea, estarán 11 días en campaña con su propia caravana, que circulará en paralelo a la del candidato, Juanma Moreno.

También Rivera e Inés Arrimadas se multiplicarán en la campaña andaluza para afianzar su marca política como alternativa al PP, y como rival directo de Sánchez. En este duelo nacional sonará mucho el conflicto de Cataluña, piedra angular del discurso de Ciudadanos y el PP. Ambos acusan a Sánchez de negociar con los independentistas catalanes y hacen a Díaz corresponsable de ello. Por último, Pablo Iglesias y Alberto Garzón arroparán a Teresa Rodríguez en tres actos de campaña, y su presencia aquí será un eco del acuerdo político entre PSOE y Unidos Podemos en Madrid. Los líderes estatales de la izquierda han ocupado un segundo plano en la precampaña, dejando todo el protagonismo a los candidatos andaluces.

Tras meses de enfrentamiento interno entre la dirección estatal y andaluza de Podemos, Iglesias regresó a Sevilla hace unos días para avalar el nuevo partido de Rodríguez y Maíllo -Adelante Andalucía- como “el instrumento adecuado” para ganar estas elecciones. Después del 2 de diciembre, habrá que ver si la confluencia andaluza sirve de molde para las generales, o si el pacto político entre Iglesias y Sánchez inspira un acuerdo similar en Andalucía. Dependerá de la correlación de fuerzas en la izquierda y de la personalidad de sus dirigentes.

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