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Teresa Rodríguez, la anticapitalista que eclipsó Podemos Andalucía

Teresa Rodríguez, durante un mitin en Almería en las pasadas elecciones autonómicas.

Daniel Cela

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“Teresa Rodríguez no se ha movido, se han movido todos los demás”. Esta frase de un dirigente de Podemos Andalucía tiene tres días de vida, pero sería igualmente válida hace 12 años. Teresa Rodríguez abandonó IU en 2008, porque dejó de considerarlo un partido íntegramente de izquierdas. El próximo mes de mayo abandonará la dirección andaluza de Podemos porque ni es de izquierdas ni es andalucista.

Entre una fecha y otra, 12 años de convulsa vida política con una pauta común en ambas fracturas: el PSOE. La pulsión en la izquierda española más ortodoxa mide sus biorritmos según se acerque más o menos al PSOE, su enemigo íntimo, el partido hegemónico en el ala progresista de la política. La convulsa relación de los comunistas, marxistas, trotskistas y anticapitalistas con el PSOE es consustancial a la histórica división de la izquierda. “Los trotskistas nos reproducimos por mitosis”, suele decir el profesor de Historia de la Universidad de Málaga, Fernando Wulff, una frase muchas veces citada esta semana por miembros de IU para retratar la última división interna de Podemos.

La sorpresa política de esta semana ha sido la confirmación de que Teresa Rodríguez y todo su núcleo duro abandonan la dirección de Podemos Andalucía para impulsar otro partido –andalucista y feminista– que competirá en el espacio de la izquierda con el anterior. Pero, ¿para quién ha sido una sorpresa esta decisión? Rodríguez lleva seis años trazando el dibujo que ha terminado de rematar esta semana.

Fundadores de Podemos

Teresa Rodríguez formó parte del equipo fundacional de Podemos, en 2014, junto a Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Miguel Urbán y Luis Alegre [hoy, de ellos, solo queda Iglesias en la dirección del partido morado]. La joven de Cádiz dejó su acta como eurodiputada de Podemos para ser candidata en las elecciones andaluzas de 2015. Entonces, la presidenta de la Junta, Susana Díaz, había adelantado por sorpresa aquellos comicios, un año antes de lo previsto, porque la formación violeta crecía como un tsunami aupado en las protestas del 15M y Díaz quiso enfrentarse a ellos antes de que el impacto fuera insostenible.

Rodríguez fue candidata a la presidencia de la Junta antes que secretaria general de Podemos Andalucía, porque el partido aún carecía de estructura orgánica en los territorios. En la primera asamblea ciudadana, ella fue la candidata del aparato: pactó su lista electoral con Iglesias y resultó elegida lideresa con el 84,92% de los votos. Su programa político se llamó Andalucía sembrando futuro. Entonces Podemos no se dejaba etiquetar como fuerza de izquierdas –primaba el término centralidad y el eje de la casta contra los de abajo–. Un puñado de politólogos madrileños habían reinventado la política.

Pero Rodríguez provenía de Anticapitalistas, ella sí era de izquierdas y desde el principio demostró un profundo sentimiento autonomista. Iglesias, Errejón, Monedero y compañía pertenecían a la misma cultura política, afincada en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, pero Rodríguez no. Ella había cimentado su pensamiento político en la lucha civil, en el activismo, en las protestas en el campo de Gibraltar y en las calles de Rota contra las bases militares estadounidenses. “Teresa traduce el discurso alambicado de los politólogos de Podemos al lenguaje de su gente, de la calle. Siempre ha pensado que los Errejón y los Monedero nunca entendieron la idiosincrasia andaluza, que venían a Cádiz y a Sevilla a evangelizar, en vez de a escuchar”, dice una diputada de Adelante.

El jueves, en una rueda de prensa multitudinaria, Teresa Rodríguez dejó escapar la clave de por qué ya no tiene hueco en el Podemos de Iglesias. “Es una organización muy madrileña, muy masculina, muy universitaria y muy clase media”, dijo, dejando claro que el cisma no era solo orgánico, sino más profundo: hay lucha de clases, lucha de territorios norte-sur, fricciones del centro y la periferia y lucha de género. “Teresa nunca ha hablado como Iglesias o como Errejón. Lo llamábamos transversalidad para explicarle a la gente que aquí cabíamos todos a la izquierda del PSOE, pero lo de Tere siempre fue otra cosa. Ella se crió políticamente con la IU de los años 90 y todavía mitinea como se hacía entonces”, dice un dirigente de IU, muy próximo a la gaditana.

En la segunda asamblea ciudadana de Podemos Andalucía, en diciembre de 2016, Teresa Rodríguez ya no era la candidata del aparato y su proyecto chirriaba con el de Iglesias. Salió reelegida con el 75,64% de los votos frente a dos corrientes críticas: la de la errejonista Carmen Lizárraga (11,5%) y la de Begoña Gutiérrez (11,16%). Las dos rivales, que terminarían abandonando el partido, ya entonces le afeaban su independencia respecto a las directrices de Podemos y las distancias que, paulatinamente, iba tomando de Madrid. Su reclamación a Iglesias era pública y notoria: quería más autonomía política, orgánica y financiera para su agrupación en Andalucía, quería tener grupo propio en el Congreso, quería elegir sus listas de candidatos para las generales y quería tener acceso al censo de inscritos sin necesidad de pedir permiso a la calle Princesa (sede central de Podemos).

“Creemos imperativo transitar hacia un modelo descentralizado donde Andalucía pueda decidir por sí misma sus ritmos y sus destinos conforme a la realidad. No queremos ser los representantes de un partido en Andalucía, sino andaluces que construyen Andalucía y Podemos desde Andalucía”, decía su manifiesto político en octubre de 2016. Rodríguez no quería dirigir “una sucursal de Podemos en Andalucía”. Se sabía una líder y quería liderar. Pablo Iglesias trató de frenar su ascenso, enviando a una candidata rival que le disputara el liderazgo en unas primarias: la diputada por Huelva en el Congreso, Isabel Franco. Rodríguez la arrolló con una gran mayoría de votos.

A la tercera asamblea ciudadana, que será el próximo mes de mayo, la gaditana ya no se presentará. Pero su programa ya estaba redactado, era público y volvía a acentuar el perfil pseudo-nacionalista de su ideario político: “Debemos reclamar el andalucismo y exigir el derecho a debatir nuestros propios asuntos desde Andalucía. Si no hay biodiversidad dentro de las organizaciones políticas, estas se mueren”, dice el nuevo manifiesto.

Seis años de pulso con Iglesias

La dirección estatal de Podemos siempre protestó y ninguneó los planes autonomistas de la gaditana, pero nunca pudo ganarle en su territorio. La ruptura pactada de esta semana es un alivio para los de Iglesias, conscientes de que si Teresa Rodríguez hubiera optado a un tercer mandato, “también nos habría ganado de largo”. Ahora Iglesias tiene que inventarse un Podemos Andalucía con discurso propio y sin el liderazgo innato de Rodríguez. La paradoja es que su nuevo aliado en este territorio, IU, es el mismo que ayudó a apuntalar el proyecto político autónomo de la gaditana y cofundador de la marca Adelante Andalucía. Y ahí se predibuja ya la próxima mitosis de la izquierda: en el espacio político que Rodríguez construyó junto al ex líder de IU Antonio Maíllo, el espacio que iba a aglutinar a todas las sensibilidades a la izquierda del PSOE, el de la confluencia horizontal, sin la jerarquía de los morados dentro de Unidos Podemos, el que iba a servir de molde para las alianzas en el resto de territorios.

Podemos Andalucía irrumpe en el Parlamento en 2015 con una descarnada crítica al papel de IU, al que califica peyorativamente como “un subalterno del PSOE”, y contra la vieja guardia comunista, a los que acusa de vender sus valores “a cambio de sillones en el Consejo de Gobierno andaluz del PSOE”. Para consumar la confluencia de Adelante, los morados exigieron a IU romper con el pasado, condenar a sus antecesores en la cúpula del partido, abominar de su pacto con los socialistas. Maíllo, que había salido escaldado de su alianza con Susana Díaz, juró no volver a aliarse con el PSOE, pero los alcaldes comunistas que cogobernaban con los socialistas siguieron haciéndolo.

Ahora surge un movimiento similar: Teresa Rodríguez se aparta de Podemos cuando Iglesias y los suyos entran en el Consejo de Ministros junto al PSOE de Pedro Sánchez. Teresa Rodríguez se reconcilió con IU, construye junto a ellos Adelante Andalucía y se distancia de ellos cuando los comunistas empiezan a recuperar sus vínculos con el PSOE y terminan en el Consejo de Ministros de Sánchez e Iglesias.

¿Quién se ha movido de su posición inicial? La gaditana no. A Rodríguez la incoherencia le araña las tripas. “¡Con el PSOE, ni muerta!”, le gritó a Susana Díaz desde la tribunal del Parlamento en junio de 2017, cuando la derecha nunca había gobernado en Andalucía y Vox representaba un 0,2% del electorado. Algo tienen en común estas dos lideresas, incapaces de entenderse y separadas visceralmente por una visión patrimonial de Andalucía: “¡Usted no es Andalucía, Andalucía no es suya!”, le gritó Rodríguez a Díaz durante una sesión de control en el Parlamento, en febrero de 2016. “¡Ni suya, señora Rodríguez, Andalucía tampoco es suya!”, le replicó enérgicamente la socialista.

Teresa Rodríguez jamás quiso verse en un Gobierno con los socialistas, “porque ellos se apropian de tus éxitos y tú te tragas sus contradicciones”. Con el PSOE, ni muerta, ni con Podemos ni con Adelante Andalucía. Es la lógica de la división interna de quien hace solo un año abanderó la unidad de todas las fuerzas a la izquierda del socialismo. “El PSOE siempre fue una pata más del régimen”; “El cogobierno PSOE-Unidas Podemos refuerza el régimen”; “No podemos estar en un grupo parlamentario con un socio que pacta a escondidas con los socialistas”, debatían esta semana los dirigentes del núcleo duro andaluz, justo antes de hacerse pública la ruptura con Iglesias. Allí, a puerta cerrada, la ejecutiva. Tres meses atrás, el 97% de los inscritos en Podemos Andalucía había apoyado la coalición de Podemos con el PSOE en una consulta a la militancia. ¿Era justo preservar el divorcio identitario con el socialismo en contra o al margen de la voluntad mayoritaria?

Hiperliderazgos

Durante seis años, Podemos Andalucía ha sido Teresa Rodríguez. “Hay un problema de hiperliderazgo en Podemos y yo soy parte de ese problema”, decía la gaditana. Su salida de la dirección, pactada con Iglesias para aminorar daños, deja huérfana la marca de partido más cotizada de la última década: la que nació del 15M, de las calles, la que rompió para siempre el bipartidismo y cambió la cultura política del país, pero solo para unos años. ¿Qué es Podemos Andalucía sin Teresa Rodríguez? La gaditana tiene un liderazgo innato, lo tenía antes de entrar en la formación violeta, pero el impulso del 15M la ha catapultado a figura nacional. Ahora sus ex compañeros en Madrid la acusan de “transfuguismo”, de quedarse las actas de los 11 diputados de Podemos dentro del grupo parlamentario Adelante, y los fondos económicos que estos reciben.

En el futuro, alguien tendrá que calcular quién aportó más músculo a quién. Rodríguez venía de Izquierda Anticapitalista, una fuerza residual con apenas un 0,4% de apoyos. La proyección que ha logrado tras seis años al frente de Podemos ha conseguido lo que el PSOE no fue capaz de lograr en este tiempo: eclipsar a Podemos. Eclipsarlo literalmente, porque en las últimas elecciones andaluzas no había papeleta de Podemos, ni Podemos tiene grupo en el Parlamento, y difícilmente encontrará el mismo espacio para regresar mientras siga ocupándolo Teresa Rodríguez, una marca en sí misma. “¡Adelante Teresa!, ¡Adelante Teresa!”, escribían al unísono los miembros de su ejecutiva en las redes sociales, al poco de anunciarse la separación de Podemos. Como si anticipase un lema electoral para 2022, viendo que la gaditana ya no descarta volver a presentarse bajo otras siglas.

Teresa Rodríguez y los suyos ya han abierto una pugna con sus compañeros de IU por el control orgánico y político de Adelante Andalucía. Los comunistas, que forman parte del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, se inclinan por negociar con la futura dirección de Podemos Andalucía y le niegan a los de Rodríguez el monopolio de la confluencia. La marca aglutina a cuatro partidos –Podemos, IU, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza– y los dos primeros figuran como representantes legales en el registro de partidos del Ministerio de Interior. Uno no puede hacer nada sin el aval del otro.

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