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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

¿Qué es fundamentalismo? ¿Y tú me lo preguntas?

Invernaderos en Nijar (Almería) afectado por el temporal Gloria. Almería a 30 de enero del 2020.

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Uno de los tres partidos que integran (desde la trastienda) la Administración autonómica abría la precampaña electoral en Almería alertando del multiculturalismo como “auge del fundamentalismo islámico”, en palabras de su líder estatal. “Nunca en España una mujer anduvo con tanto riesgo como actualmente”, añadía su paracaidista para Andalucía, para quien la “inseguridad” actual “está directamente relacionada con la política de fronteras abiertas y efecto llamada de inmigración ilegal”, si bien este nacionalismo de Estado no carga las tintas contra otras procedencias. De hecho, en 2018 ese partido y el del actual presidente firmaban un acuerdo que explicitaba que “La Junta de Andalucía colaborará con todos los medios a su alcance para prevenir la amenaza del fundamentalismo islámico”.

Este señalamiento selectivo (sin mención a otros fundamentalismos, como el que dejó diez muertos en Buffalo, Estados Unidos) bebe de una mitología articulada, entre otros elementos, a partir del rechazo, como cuerpo extraño, a Al Ándalus, asimilado erróneamente solo con lo musulmán. Pero su materialización electoral se debe también a razones terrenales como la especialización de Andalucía en el sector hortofrutícola. El estancamiento experimentado en su rendimiento económico presiona a la baja los salarios de una mano de obra procedente en buena medida de regiones geográficas donde es mayoritaria la religión islámica; personas trabajadoras que, en pésimas condiciones, padecen la espada de Damocles de un permiso de residencia condicionado a la vigencia del contrato laboral, con una capacidad limitada para negociar sus condiciones o exigir la aplicación de convenios. Un candidato ultra de las áreas de invernaderos defendía “que si vienen 8 o 10 meses a trabajar, después puedan volver a su país porque cuando se les acaba el empleo... no tienen nada que hacer aquí”.

El entonces vicepresidente de la Conferencia Episcopal decía en 2004 que "a la hora de gobernar no pueden ser las mayorías(...) los últimos criterios para decidir qué es bueno y qué es malo, sino criterios morales objetivos

Mientras, Andalucía sufre tasas de paro estructural que doblan o triplican las otros pueblos del Estado o de la UE. Es normal, pues, que para el acto se escogiera precisamente Almería, circunscripción donde tiene mucho peso el partido organizador. De hecho, los municipios donde más se ha votado a la extrema derecha en la demarcación administrativa borbónica de Huelva se sitúan en el arco costero, donde predomina el cultivo de la fresa y los frutos rojos. Nótese bien, no obstante, que este voto es hegemónico en áreas más bien acomodadas, no en los barrios más humildes o con mayor inmigración.

Si consideramos fundamentalismo cualquier corriente religiosa o ideológica que promueve la aplicación intransigente de una doctrina por encima de toda interpretación contextual o autoridad democrática (véase la famosa enciclopedia libre, sin ir más lejos), tomemos algunos ejemplos. El entonces vicepresidente de la Conferencia Episcopal decía en 2004 que “a la hora de gobernar no pueden ser las mayorías o las encuestas los últimos criterios para decidir lo que es bueno y lo que es malo, sino los criterios morales objetivos, aceptados y aplicados por una conciencia recta, junto a la ponderación prudente de las circunstancias sociales”, en referencia a los criterios de la doctrina cristiana. El presidente a la sazón anunciaba en una misa el mismo año que “sí, llegará el día ardiente como un horno, en el que los malvados y perversos serán la paja, en el que no quedará de ellos ni rama ni rastro; pero, en cambio, a los que honran el nombre de Dios los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”, al tiempo que exhortaba a los fieles a ser “Testigos de Jesucristo y de su evangelio, y de nadie y de nada más”. Son enunciados motivados por la percepción de que la Iglesia católica está perseguida en el reino de España por determinados gobiernos cuando estos introducen reformas como legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo o ampliar el derecho al aborto.

En la misma línea ideológica del acto de Almería, un novelista superventas advertía de los peligros para la infancia de que haya profesoras con hiyab “en colegios públicos, pagados por ustedes y yo”, donde “por fortuna y no con facilidad, quedaron desterrados hace tiempo los crucifijos”. Que la ganadora del premio a la Mejor Profesora del Mundo en 2015 llevara hiyab suponemos que no arregla nada a ojos del escritor.

El discurso ultra no tiene problemas con el fundamentalismo local

En cualquier caso, quien redacta el presente artículo, en virtud de su experiencia como docente de secundaria, puede dar fe de que lo de la eliminación de los crucifijos no es cierto en absoluto, al igual que tampoco ha sido eliminada la profusión de simbología católica, ni en las propias aulas ni en los pasillos de los centros escolares, amén de las actividades relacionadas con lo que propiamente hay que llamar catequesis; léase, concursos de citas bíblicas para celebrar el Día institucional de Andalucía o el reparto masivo entre el alumnado de reproducciones de embriones de plástico a tamaño natural como recurso didáctico al efecto de difundir postulados antiabortistas en la clase de “Religión y moral católica”. Una catequesis pagada por ustedes y yo, por reutilizar la expresión del escritor y académico de la RAE. Por cierto, y al hilo del miedo al riesgo como nunca para la mujer que agitaba la candidata ultraderechista, en Túnez, país precisamente de abrumadora mayoría musulmana, y adelantando por el Sur a la legislación española en derechos reproductivos, el aborto es legal desde 1973 y financiado por el Estado, lo que, junto a otras medidas, ha favorecido considerablemente la calidad de vida e independencia social de las mujeres.

Sin embargo, el discurso ultra no tiene problemas con el fundamentalismo local. Antes bien, el que fuera su portavoz parlamentario antes de sus problemas con el cumplimiento del séptimo mandamiento bíblico, afirmaba representar “a votantes cansados del adoctrinamiento ideológico de sus hijos y que apuestan por una educación acorde a sus propias convicciones morales, religiosas y filosóficas” en el debate de investidura de 2019. “¿Por qué es retrógrado defender la libertad para que un padre o una madre pueda decidir sobre la educación de sus hijos sin que ningún burócrata se lo imponga?”, añadía el presidente de la Junta, candidato del otro partido firmante del referido acuerdo programático contra “la amenaza del fundamentalismo islámico”. Cinco días después, el presidente de una de las fundaciones de su partido declaraba: “nosotros hablamos de devolver a los ciudadanos el poder a la hora de decidir dónde quieren y cómo quieren educar a sus hijos”.

Pero en este sistema económico esas apelaciones a la libertad, verbigracia, eliminación de las zonas educativas, no buscan sino beneficiar a las rentas más altas, que son las que disponen de más opciones, con el consiguiente incremento de las desigualdades. Sumemos las cuantiosas subvenciones a los centros educativos privados, la inmensa mayoría pertenecientes a la Iglesia católica, a costa del presupuesto de los colegios e institutos públicos; o que el Estado español sea de los de menos escuela pública y más privada subvencionada (eufemísticamente llamada “concertada”) de la UE, modalidad en la que el 60% de las plazas pertenecen igualmente a la Iglesia católica; o que, contraviniendo la laicidad expresada en el Estatuto de Autonomía, tantos colegios públicos andaluces se sigan plegando a los grupos de presión católicos organizando procesiones infantiles en Semana Santa.

Parafraseando a Bécquer: ¿qué es fundamentalismo? ¿Y tú me lo preguntas? Fundamentalismo eres tú

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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