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De nuevo, la “amenaza” de las urnas: ahora en Italia

Berlusconi, dispuesto a ser candidato, pide el "no" a Renzi y nuevos comicios

Lina Gálvez

El próximo domingo, cuatro de diciembre, las italianas e italianos están llamados a las urnas para votar una reforma constitucional promovida por el primer ministro Matteo Renzi. Su propuesta resumidamente implica una mayor concentración de poder del ejecutivo italiano limitando el del Senado que mermaría en número de escaños y disminuiría su poder legislativo y pasaría a ser elegido por representantes de los gobiernos regionales y los ayuntamientos. Y también limitaría el poder de las administraciones locales y regionales, sobre todo en lo relativo a los planes de infraestructuras que quedarían centralizados.

Cuando la reforma pasó por el Congreso hace unos meses nada hacía prever que Renzi tuviera problemas al someterla a referéndum, pero dos cuestiones han hecho que el resultado se haya convertido en muy incierto y quizá generador de una gran inestabilidad en ese país y en toda la Unión Europea.

La primera es que Renzi ha dicho que dimitirá como primer ministro si vence el no (aunque no de la jefatura del Partido Democrático). Eso ha dado lugar a que partidos de la oposición habitualmente no coaligados (el Cinco Estrellas de Beppe Grillo, la Forza Italia de Berlusconi y la Liga Norte de Matteo Salvina) hayan hecho ahora piña en el voto contrario negativo, no solo para frenar la reforma sino para acabar con el primer ministro. Una piña a la que además se han unido figuras muy relevantes del establishment como los antiguos primeros ministros Massimo D’Alema o Mario Monti.

La segunda circunstancia que produce incertidumbre y riesgo de inestabilidad es que la situación política y, sobre todo, la económica han cambiado considerablemente. Por una parte, la debilidad de la banca italiana que los test de estrés de junio destaparon es ahora más que manifiesta y los riesgos de contagio al sistema financiero de la eurozona y a la economía italiana son claros, a pesar de haberse creado un banco malo, el Atlante, para tratar de evitarlo.

Y a esa amenaza se une que la aplicación de políticas de austeridad en Italia, como en otros lugares, ha hecho que la leve recuperación de la economía no haya venido acompañada de una mejora del bienestar de grandes capas de la población ni de mejoras en las oportunidades laborales especialmente para las y los jóvenes, sino más bien de lo contrario. Y eso se une a un declive estructural de la economía italiana tras la aparición del euro que es cada vez más indisimulable (una prueba de ello y de las asimetrías que azotan a la unión monetaria es que la productividad total de los factores ha descendido desde la creación del Euro en un 5% en Italia mientras que en el mismo periodo ha subido un 10% para Alemania o Francia).

Renzi llegó al gobierno con críticas a Bruselas y a sus políticas austericidas pero pronto las asumió para aplicarlas sin descanso. Y solo ahora, presionado por la presión no solo contra el euro sino incluso entieuropeísta de gran parte de la oposición (en realidad de los tres partidos citados antes), y cuando ve peligrar el resultado del referéndum, ha retomado un discurso más crítico con Bruselas, exigiendo una política más firme y bien dotada presupuestariamente para el desempleo juvenil y para el problema migratorio amenazando con el veto al presupuesto de la Unión.

Italia es frontera en la crisis de los refugiados, tiene 160.000 demandantes de asilo y la inacción europea con la crisis de los refugiados le afecta muy especialmente y puede condicionar el voto desde ámbitos distintos e incluso opuestos. Renzi se presenta ahora con actitudes más duras y exigentes ante sus colegas europeos e incluso ha quitado la bandera de la UE de sus últimas ruedas de prensa.

Aunque no se le esté dando mucha importancia, lo cierto es que un resultado negativo en este referéndum podría resultar decisivo para la Unión Europea y, sobre todo, para el futuro de la Eurozona. El establishment financiero, político y económico internacional lo saben y apoyan al sí de la manera en que suelen hacerlo, propagando el miedo al no, afirmando que si éste vence habrá una disminución de la inversión extranjera en Italia, que la compra de la deuda italiana será menos atractiva y que se pondrá en peligro la banca italiana. De hecho, el BCE ya ha dicho que están preparados para intervenir en caso de que venza el no y haya perturbaciones en los mercados. Y curiosamente, la prima de riesgo italiana ha subido en las últimas semanas.

Pero el problema va más allá de que la victoria del No lleve a perturbaciones en los mercados o acabe tumbando a la maltrecha banca italiana. El riesgo real es el de la continuidad de la Eurozona. Lo interesante de este referéndum es que sus resultados no se pueden leer de forma aislada de los “sorpresivos” resultados recientes, ni tampoco de los que están por venir.

El Brexit, la victoria de Trump y la escalada de Marine Le Pen en los sondeos para las presidenciales francesas demuestran, cada uno con sus singularidades, que el descontento de grandes capas de la población está siendo clave para que opciones populistas y cuasifascistas lleguen o puedan llegar al poder a pesar del esperanzador antídoto de la segunda vuelta en las presidenciales francesas. El déficit democrático y la desigualdad económica que se han ido gestando durante el periodo de políticas neoliberales y que se ha incrementado con la crisis y en algunos territorios con su salida austericida, han comenzado a reventar las costuras del sistema.

Los tres principales partidos de la oposición italiana tienen un fuerte componente antieuropeo y antieuro. Ya sea por cuestiones nacionalistas racistas, como la Liga Norte, ya sea por el déficit democrático de la UE y la imposición de las políticas de austeridad, como Cinco Estrellas, o por simple despecho en el caso de Forza Italia por la forma en que se hizo dimitir a Berlusconi para sustituirlo por el tecnócrata europeo Mario Monti –hay que recordar que Renzi tampoco llegó al poder tras unas elecciones sino tras un golpe palaciego a su colega de partido Enrico Letta que era el primer ministro italiano tras las elecciones de 2013.

Se trata tan solo de una hipótesis pero si venciera el no podría ser Italia y no Gran Bretaña la que moviera la primera ficha del dominó que lleve al desmoronamiento de la Eurozona cuando poco después Francia hiciese lo propio con la segunda si vence Marine Le Pen y realiza el referéndum que ha prometido sobre la participación de Francia en la UE. La segunda y la tercera economías de la Eurozona no son cualquier cosa.

No tengo la más mínima idea de cuál puede ser finalmente el resultado del referéndum ni me atrevo a hacer conjeturas. Mis amigos italianos me dicen que la reforma está muy mal hecha, que no soluciona los problemas que dice querer solventar y que además genera otros. Pero, aún así, creen que ganará el sí. Los sondeos demuestran un país con claras divisiones territoriales, con el centro y noroeste por el sí, y el sur y el nordeste, (feudo de la Liga) por el no, o con mayor número de indecisos. Y, además, con una ruptura generacional grande (las personas de más edad respaldan a Renzi, y los de mediana edad y jóvenes apuestan por el no o se mantienen indecisos) que, tal y como hemos visto en resultados electorales recientes, suele traer consigo sorpresas.

Yo viví cinco años en Italia en la década de los noventa y estaba allí cuando se produjo la primera victoria de Berlusconi, cuando venció sin que nadie reconociera que le había votado. Ahora es posible que a pesar del descontento popular, Renzi salga victorioso del referéndum y no comience a desmoronarse el castillo de naipes. Pero aunque eso fuera así, las autoridades europeas deberían tomar nota y ser conscientes de que si siguen con estas políticas económicas y promoviendo este déficit democrático, antes o después una pieza del dominó hará caer al resto.

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