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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

El laberinto de las aceitunas

Olivar de Jaén.

Pedro Vera

Responsable de Política Federal de Más País Andalucía —
15 de febrero de 2021 22:51 h

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Cuando escribo, lo suelo hacer a máquina. Es lo ideal para poder corregir, añadir o eliminar ideas en un texto. Sin embargo, esta vez escribo directamente con bolígrafo y papel, quizás porque esta vez no pongo tantos argumentos como entrañas. No hablo como responsable político, ni como analista; escribo como joven, jiennense y como andaluz.

Suele resultar difícil explicar a los foráneos la sensación de ambivalencia que produce vivir en Jaén. Por un lado, la inmensa fortuna de poder disfrutar de un paraíso natural, un lugar en el que el tiempo parece estancado, y donde las fronteras entre lo urbano y lo rural se difuminan hasta hacer imposible donde empieza lo primero y acaba lo segundo. Los niños de Jaén hemos crecido jugando entre olivares, no entre hormigón y asfalto, y eso es algo que te marca de por vida. Pero, a la vez, cada vez está más extendida una sensación generalizada de angustia vital, un clima depresivo que afecta a todos los estamentos de la sociedad jiennense.

La estación de Linares - Baeza a la que cantó Sabina en su canción “Medias Negras” apenas recibe ya trenes, en una provincia que ha perdido el 90% de su transporte ferroviario en las últimas dos décadas, y ahora yace convertida en un cementerio de vagones desvencijados y hierro amontonado. Mientras, los “aceituneros altivos” a los que escribió Miguel Hernández andan en pie de guerra, y con razón, por los bajísimos precios del aceite. Jaén se está convirtiendo en una enorme olla a presión, donde el descontento y la sensación de abandono institucional, que se torna casi una certeza, son la gasolina para un conflicto social al que los sucesivos gobiernos, en Sevilla y en Madrid, han hecho oídos sordos sistemáticamente.

Quizás, el ostentar el dudoso honor de ser la provincia con más paro de España, o que Linares se distinga como la ciudad con más desempleo de la UE, no sean motivos suficientes como para merecer un poco de atención por parte de los poderes públicos, que probablemente no adviertan la gravedad de la situación hasta que se produzca un verdadero estallido social.

Tampoco pinta bien el futuro para una tierra que durante los últimos años ha perdido a decenas de miles de jóvenes, que han abandonado la provincia asfixiados por la ausencia de oportunidades, siendo obligados a elegir entre el exilio o el desempleo. Ni siquiera la precariedad es ya una opción. Si no se pone freno a este drama, el “paraíso interior” va camino de convertirse en un infierno demográfico, un inmenso asilo de 13.500 km² cubierto de olivos.

No podemos seguir siendo un mero desfiladero que conecta Andalucía con la meseta. La inversión en infraestructuras tiene que ser el primer paso y un punto de acuerdo entre todas las administraciones

Necesitamos, exigimos, medidas específicas para una región que se hunde como un plomo en el agua, y que conste que esto no es un ejercicio de victimismo ni una muestra de chovinismo localista, sino el grito desesperado de una tierra que se desangra social, demográfica y económicamente. Los fondos europeos deben de contribuir, si o sí, a transformar el modelo productivo jiennense, condenado por el monocultivo del olivar.

No podemos seguir siendo un mero desfiladero que conecta Andalucía con la meseta. La inversión en infraestructuras tiene que ser el primer paso y un punto de acuerdo entre todas las administraciones si de verdad se quiere avanzar en la senda de la convergencia entre territorios, acabando con la distinción actual que nos coloca como andaluces de segunda y españoles de tercera.

No podemos permitir que el hecho de que el teléfono de tu casa empiece por 953 sea una suerte de maldición bíblica. Toca pelear en la calle y en las instituciones por lo que es nuestro, por nuestro futuro y el de los que están por venir. Sacudámonos el miedo y la desidia, liberémonos del hastío. Exijamos algo tan básico como poder desarrollar nuestra vida en el lugar que nos vio nacer.

En esta lucha estamos todos, estamos todas, “seamos realistas, soñemos lo imposible”.

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