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Ricardo Serra (Asaja Andalucía) : “Las condiciones de vida en las zonas rurales son extraordinariamente peores que en las zonas urbanas”

Serra comprueba el estado de la naranja

Ana Sola

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Ricardo Serra Arias es ingeniero agrónomo y empresario agrícola. Gestiona una explotación familiar en Cantillana (Sevilla) donde, entre otros cultivos, produce cítricos, patatas, alfalfa, maíz y algodón. Es uno de los principales interlocutores en el sector agrario porque lleva casi 20 años al frente de Asaja Andalucía y cerca de tres décadas como presidente de Asaja Sevilla, además de haber sido el primer español que asumió la vicepresidencia del Comité de Organizaciones Profesionales Agrarias de la UE (COPA).

Defiende, como su organización, un modelo de agricultura profesional. “Gente que vive realmente de eso. Que es su modo de vida. Que producen productos de calidad para venderlos en el mercado”. Un modelo que es el que cree que tiene que seguir Europa si quiere siendo capaz de autoabastecerse. Busca primero afrontar todos los problemas que tiene el sector, y, de alguna manera, encontrar la forma de que los agricultores reciban un precio razonablemente justo por lo que producen, cuando se les exigen unos estándares de calidad y de cumplimiento de determinadas normas de carácter agroambiental y social, mientras compite con productores de fuera que no las cumplen.

“Cuando hay un problema complejo diseñar una solución simple no funciona”

Considera que “este ha sido de los peores años de la agricultura de los últimos 35” y no es fácil buscar soluciones a la situación actual del campo andaluz. “Cuando hay un problema que es complejo, diseñar una solución simple, normalmente es absurda, porque no funciona”, asegura. Apunta como principales problemas del agro andaluz, la sequía, los precios que reciben agricultores y ganaderos por sus productos, una reforma de la PAC que describe como especialmente perjudicial para Andalucía, la reforma laboral, la necesidad de infraestructuras, a lo que se suma ahora el aumento de los costes para producir los alimentos.

Comienza hablando de precios. “El dinero que reciben los agricultores por sus productos y el que pagan los ciudadanos en el lineal, muchas veces, no tiene relación alguna”, un incremento del coste que no se justifica con la transformación, y que tiene diferenciales tan grandes como que se le pague al agricultor 0,12 por un kilo de fruta y el ciudadano lo compre a 1,80.

En este sentido, cree que habría que establecer alguna manera de limitar la cadena de valor, al no haber, en el caso de los productos frescos y perecederos, negociación de precios. “Las grandes plataformas son las que compran una cantidad ingente de estos productos frescos para la distribución y suelen poner su precio. De esta forma están matando a las gallinas”.

Sin embargo, considera que la Ley de la Cadena Agroalimentaria, recientemente aprobada, “soluciona muy poco. Entre otras cosas, porque la ley dice que no se puede vender por debajo de los costes, pero ¿los costes cuáles son? Los costes míos son unos, los de mi vecino otros, y los de otro, otros; incluso mis costes de este año son distintos a los del año que viene”.

“Desgraciadamente creo que se ha pintado como la panacea. ¿Ayuda?, pues sí, porque hay determinadas cosas que son importantes, como los contratos y que en el mismo se refleje el precio de venta”. Pero “la cadena de valor no se puede hacer por decreto ley”. “Lo que sí hay que hacer es obligar a que los contratos existan y que reflejen un precio determinado, a que no haya un abuso en la posición dominante de quien tiene una concentración muy grande de la demanda frente a una oferta muy meteorizada”.

Sequía y PAC

Otro problema del sector, tan importante o más, es el de la sequía. “La gran producción agraria andaluza está en la zona del valle del Guadalquivir y depende fundamentalmente del agua embalsada, y en los últimos años hemos ido perdiendo margen; de hecho, en este año estamos en una situación bastante crítica, a pesar de que ha llovido más en primavera”.

Como ejemplo, recuerda que la dotación para riego prevista para la cuenca del Guadalquivir es de 1.000 metros cúbicos por hectárea, cuando en un año normal estaría en 6.000 metros cúbicos por hectárea. “Esto quiere decir que vamos a tener un verano para los cultivos de riego bastante duro, no ya de salvar las cosechas, sino incluso la arboleda y eso es un problema importantísimo”.

A esto, añade la reforma de la Política Agraria Común (PAC), que comenzaría a aplicarse en 2023, “si es que sale, porque con esto de la guerra de Ucrania, yo creo que van a tener que replantearse algunas cosas” en Europa. “La reforma no beneficia para nada a Andalucía”, insiste.

Explica que las ayudas de la PAC se llamaban originariamente pagos compensatorios, porque compensaban lo que se perdía en precio a consecuencia de la liberalización de las fronteras. A los agricultores se les daba a un tanto alzado la cantidad que teóricamente habrían perdido y Andalucía, por ser la zona más rica, era la que tenía la compensación más alta. Sin embargo, con la PAC que se prevé se igualarán las compensaciones, y “dinero, que originariamente correspondía al agro andaluz, va a ir a otras zonas y eso al final redunde en menos ingresos para muchos agricultores andaluces”.

Esto no va a durar el tiempo que dure la guerra. Esto va a cambiar radicalmente durante mucho tiempo, el equilibrio del comercio mundial, el encarecimiento de las materias primas, los problemas con la energía o de abastecimiento de productos

Además, señala que mientras que en Bruselas siguen con la reforma de la PAC, y “la famosa reforma más verde”, “tenemos una guerra de por medio que ha alterado todo el sistema”, “pretender que no ha pasado nada, es absurdo”. “Sí, más verde, pero ‘los agricultores no pueden ser verdes si sus números están en rojo’ porque tienen que sobrevivir de alguna manera”, insiste recordando una frase oída a alguien en la Comisión Europea.

Aunque se muestra “absolutamente convencido que es importantísimo lo verde”, cree que de alguna manera hay que empezar a contemplar el escenario sobre el que nos movemos para el futuro y que no es para nada el que había previsto cuando se hizo el Plan Estratégico de la PAC“.

“Esto no va a durar el tiempo que dure la guerra, esto va a durar muchos años. Todo esto va a cambiar radicalmente durante mucho tiempo, el equilibrio del comercio mundial, el encarecimiento de las materias primas, los problemas con la energía, los problemas de abastecimiento de productos como los cereales, sobre todo trigo, girasol, maíz, soja”. “Sería lógico ir tomando ya alguna determinación para anticiparse a los acontecimientos. O esperar que los acontecimientos te arrollen como probablemente va a ocurrir”.

“Una cosa es la eventualidad y otra es la precariedad”

Otro problema importante para Andalucía, y que se ha “creado de forma totalmente innecesaria”, según Ricardo Serra, es la reforma laboral, “en la que de alguna manera desaparece totalmente el concento de la eventualidad en el campo”. Cuando “las tareas agrarias, por definición, en una parte muy importante, son tareas eventuales”.

Asegura que “una cosa es la eventualidad y otra es la precariedad”, porque “la mayoría de la gente que está haciendo recolecciones, rotan de una finca a otra y están prácticamente todo el año trabajando”, pero lo que “no puede asumir un agricultor, es que si para cargar un camión hace falta 15 trabajadores, y un productor tiene 10/15 camiones a lo largo del año, para veinte días, tener a esos trabajadores contratados todo el año, porque no hay renta para eso”.

Junto a esto no hay que olvidar las infraestructuras. “Los caminos están hechos un desastre, no se mantienen”, “la conectividad en algunos sitios de las zonas rurales es inexistente”, y cada vez hacen falta hacer más cosas telemáticamente. “Esto nos lleva a que la población rural esté cada vez más envejecida”. “Un abandono sistemático o una desertificación, porque no hay quien levante esto”.

A esos problemas “más de siempre”, “se añaden los problemas de ahora, el aumento de los costes de producción”. El aumento del precio de los abonos, la subida de la luz, o la subida de los costes laborales que han aumentado con la subida del salario mínimo, un 20% en los últimos dos/tres años. Un aumento de costes que “no se corresponde con el precio de un producto” y que “al final lleva al sector a una situación bastante límite”.

Descontento del mundo rural

“Las condiciones de vida en las zonas rurales son extraordinariamente peores que en las zonas urbanas. Yo siempre digo que el camino del campo a la ciudad es muy corto y de la ciudad al campo es muy largo”.

Ricardo Serra explica así la gran asistencia que hubo en la manifestación en defensa del mundo rural celebrada el 20 de marzo en Madrid. “Creo que ha sido de todas las manifestaciones que he ido en toda mi vida, la más importante de todas, pero no era solo agricultura y ganadería, sino que reflejaba el descontento general del mundo rural, de cómo se está viendo por parte del resto de la sociedad”.

Critica que en una manifestación de 400.000 personas, donde siempre hay alguien o algo que está fuera de lugar, y donde, con esa cantidad enorme de gente, no hubo ni un solo disturbio, se ponga el foco en que había una o cuatro personas a caballo, “porque eso no reflejaba para nada a la inmensa mayoría de gente que allí estuvimos allí”.

“Me parece bastante estúpido que se intente generalizar”. “Es una manipulación grosera y bastante demagógica de la realidad porque lo que había allí no se correspondía en absoluto con eso, se quiera pintar como se pinte. Había gente de la vida rural, agricultores, ganaderos, cazadores, viticultores, gente que tiene la vida muchas veces bastante dura, porque estamos diciendo que las condiciones no son fáciles”.

“Un mundo rural del que todo mundo habla de él, que muy bonito y tal y cual, pero que a la hora de la verdad se están abandonando grandes zonas”. “Porque no hay internet, porque no hay las condiciones de vida que hay en la ciudad y porque no tienen ningún estímulo; a parte de algunos que vienen con el rollo ese bucólico que les dura tres días, el mundo rural tiene que desarrollarse para equilibrar ese déficit. Si no, la gente no va a estar allí”.

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