Espinosa Maestre: “El fascismo fue derrotado, en España se perpetuó”
No es el historiador más mediático. No tanto como Paul Preston, Ángel Viñas o Josep Fontana, a los que dedica –junto a otros– su última obra: Lucha de historias, lucha de memorias (Aconcagua, 2015). Pero Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954) atesora uno de los procesos investigadores más completos sobre el golpe de Estado militar y el franquismo.
Retrata una tierra que se desangra, en anteriores trabajos como La columna de la muerte, La justicia de QueipoQueipo, Contra el olvido o Violencia roja y azul. Ahora, en su nuevo libro, compendia el “vía crucis” del proyecto de Memoria Histórica a través de una treintena de artículos elaborados en los últimos trece años. “La historia y la memoria de la guerra civil española”, perfila el también historiador Francisco Moreno, trazada en páginas que dejan un poso de “infinita estupefacción ante las resistencias que este tema suscita en nuestro país”.
Espinosa Maestre fue autor del Informe sobre la represión franquista que recibiera el juez Baltasar Garzón para investigar los crímenes del fascismo español y coordinador científico del proyecto Todos (…) los nombres. Lega hasta el momento “libros que radiografían la esencia de la guerra civil, de los métodos represivos de los franquistas y de cómo construyeron un país a la medida del miedo que causaron”, escribe el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva. Un trabajo “incesante” que forja el conocimiento de las víctimas “y de los verdugos, a los que ha señalado con el máximo rigor”.
¿Cómo describe el 'vía crucis' de la memoria histórica?
En España el ciclo de la memoria surgió con gran esfuerzo desde abajo. La investigación histórica comienza a sacar, a fines de los 70 y comienzos de los 80, la verdadera historia de la destrucción de la República y la implantación del fascismo. La sociedad se mueve en torno a 1996 y en 2002 se incorporan los medios y los partidos llegan a un acuerdo de condena del franquismo. El movimiento pro memoria toma fuerza en esos años y el PSOE, que recupera el poder (2004), se compromete a elaborar una ley de memoria. Aunque la iniciativa se eterniza a lo largo de la legislatura y da un resultado alejado de las peticiones de las asociaciones. No satisface a casi nadie.
Muchos señalan la ley de memoria y el intento del juez Garzón de enjuiciar al franquismo como sendos fracasos.
Fracasan porque no encuentran cauces políticos para convertirse en algo más que en meras demandas sociales. El principal obstáculo es el acuerdo político que convierte a la transición y a la Constitución en el punto de partida de nuestra historia reciente y en el muro que no hay que traspasar. El pasado, entendiendo de 1931 a un año difícil de precisar que podría ser 1977, había sido borrado. Amnistía significa olvido y su antónimo en griego no es recuerdo sino verdad.
De ahí que todo intento de enlazar con la República o de aplicar la justicia a la dictadura choque inevitablemente con el muro de la transición. Bastará recordar que durante las primeras elecciones se prohibió que se presentase partido alguno que tuviese en su nombre la palabra República y derivados. Así se garantizaba la inexistencia de un partido que recordase el anterior período democrático de nuestra historia.
¿Por qué ese trato al pasado reciente en España?
En otros países el fascismo fue derrotado, mientras que en España se perpetuó durante cuatro décadas y, aunque nunca abandonó del todo el recurso a la violencia que lo caracterizó desde el principio, se fue adaptando a los tiempos según le convenía. El gran reto fue permitir el sistema democrático sin que ello acarreara cambios en profundidad en los grandes poderes del Estado. Me refiero a los poderes económico, eclesiástico, militar y judicial. Todo se orientó, mediante una ley electoral ad hoc, a conseguir un sistema bipartidista que no pusiera en juego ninguna cuestión clave.
¿Qué se impone, memoria u olvido?
Aunque desde el poder hayamos vuelto a las políticas de olvido, lo que se ha hecho ha sido importante. Los años que van de 1997 a 2008 no pasaron en vano. Por primera vez se hizo presente en la sociedad un pasado negado y prohibido. Lo que antes se hablaba en voz baja en casa, ahora pasó a hablarse en encuentros públicos. La gente pudo leer lo ocurrido en su familia, en su pueblo o en su comarca. La gente pudo hablar y contar sus recuerdos. También la sociedad pudo ver por primera vez una fosa común recién abierta, recoger los restos y darles sepultura digna.
Habrá quien diga que también todo esto se hizo en la transición, pero olvidan añadir que entonces todo aquello se hizo contra corriente y casi a escondidas. Y lo que es peor, sin las condiciones adecuadas para hacerlo: sin estudios previos, ni arqueólogos ni historiadores. Simplemente se metía la máquina excavadora, se apilaban los huesos sin orden ninguno, se metían en ataúdes y se depositaban en un lugar especial del cementerio bajo unas palabras en memoria de las víctimas o, en algunos casos, con sus nombres.
¿Qué falta en España para entender que memoria histórica y derechos humanos son sinónimos?
Lo fundamental ha sido la carencia de políticas de memoria. Después de cuatro décadas de propaganda unilateral se produjo la transición, pero en ese momento y en los años que siguieron la derecha pudo seguir con su propaganda y tanto el PSOE como el PCE decidieron que el pasado no había existido. Los aniversarios del golpe militar (1986) y del final de la guerra (1989) tuvieron lugar con el PSOE en el poder, pero este no hizo absolutamente nada. Solo hubo una breve y cínica declaración en que se recordaba a los que murieron y lucharon en ambos bandos.
La TVE emitió un documental en el que intervinieron diversos historiadores, pero no lo hizo en un horario apropiado sino a última hora de la noche y siempre expuesto a que por cualquier motivo se retrasase la emisión o se pospusiese a la siguiente semana. La imagen que abría cada capítulo era el Duelo a garrotazos de Goya. Y por si fuera poco solo se contrataron los documentales, algunos magníficos, para un solo pase, con lo cual nunca se pudo volver a emitir.
En el imaginario colectivo, y en el relato historiográfico, la terminología es esencial. Explique eso de 'matanza fundacional del franquismo'.
Los que hemos investigado la represión sabemos que ésta constituía el principio básico del golpe de Estado. Los propios golpistas lo comentaron en sus escritos. Acababan de celebrarse elecciones y había ganado una amplia coalición de partidos que agrupaba en torno a un programa básico desde los republicanos reformistas de Izquierda Republicana hasta el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) pasando por socialistas, comunistas y otros grupos.
En la mayor parte del país los golpistas tuvieron que ocupar pueblo a pueblo y consideraron que la forma adecuada de afianzar su poder era mediante la violencia y el terror. De ahí las matanzas iniciales de carácter ejemplarizante que se produjeron en casi todos sitios. Cuando seguían su camino eran las oligarquías locales las que orientaban el proceso represivo. En una primera fase se estuvo matando gente sirviéndose de ilegales bandos de guerra carentes de validez jurídica alguna y ya iniciado el año 1937 pusieron en marcha la maquinaria judicial militar con objeto de guardar ciertas formas pero con la misma intención de acabar con toda persona asociada a la experiencia republicana. Como el golpe triunfó en pocas semanas en más de medio país cabe decir que estuvieron asesinando desde el 17 ó 18 de julio del 36 hasta 1945, etapa a la siguió la lucha contra la guerrilla, que podemos dar por concluida a mediados de los años cincuenta.
Es decir, hablamos de un intenso ciclo represivo de dos décadas. Este proceso implicó la participación de decenas de miles de personas, desde militares hasta simples soldados que cumplían el servicio militar, además de grupos paramilitares. Fue este pacto de sangre la verdadera argamasa sobre la que se construyó la dictadura y también una de las principales causas de su larga duración. A esto me refiero con la matanza fundacional del fascismo español. Y era tal la conciencia que se tenía de lo ocurrido que una de las primeras medidas que se tomaron fue la ley de punto final de 1977.
Hubo plan de exterminio, entonces.
Son ya más de tres décadas investigando lo ocurrido y parece posible hablar de plan de exterminio. La agresión vino de los que conspiraron y actuaron contra la República. Si existía algún plan era por parte de los golpistas. La República no solo carecía de plan alguno sino que se quebró ante lo que se le vino encima y tardó en controlar la situación. En poco tiempo más de medio país pasó a estar bajo control de los sublevados, que se dedicaron al asesinato y al pillaje sin límite alguno. En otras zonas el golpe fracasó, dándose así lugar a la revolución tan temida por la derecha.
Este proceso revolucionario producido por el fracaso de la sublevación acarreó la desaparición de miles de personas, pero en ningún caso cabe comparación alguna con el plan sistemático de exterminio que los golpistas pusieron en marcha desde el primer momento. La investigación demuestra que la mayor parte de la izquierda, pese a tener bajo su control desde los primeros momentos a miles de derechistas detenidos, ni estaban por la violencia ni podían imaginarse lo que les iba a pasar a pesar de no haber hecho daño a nadie. Era la gran venganza contra la República.