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Doñana sufre su año más caluroso y agrava el mal estado de su acuífero: se sigue sacando más agua de la que entra

Situación de las marismas de Doñana y del caño El Guaperal el pasado 7 de noviembre.

Antonio Morente

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De mal en peor. El último informe que analiza la situación del acuífero de Doñana certifica no sólo que sigue en mal estado, sino que se agrava la situación. A ello ayuda una concatenación de factores, todos conocidos y que vienen repitiéndose año tras año: la prolongación del periodo más seco desde la creación del parque hace medio siglo, un aumento de temperaturas que ha propiciado el año más caluroso desde que se tienen registros y la sobreexplotación de los recursos, lo que se traduce en que se extrae más agua de la que se recoge con las escasas lluvias. Todo esto se traduce en que, de los 16 sectores en los que se subdividen estas aguas subterráneas, hay tres en situación de prealerta, otras tres en alerta y diez que han entrado en alarma.

El acuífero es el verdadero corazón de Doñana, el que sustenta el paraje natural y las actividades que el ser humano desarrolla en su entorno. El problema es que su mal estado complica su supervivencia, algo en lo que tiene mucho que ver que se vive el periodo seco más prolongado desde 1970, al encadenar ya 12 años, porque el último ejercicio húmedo fue el de 2010/2011. Así lo constata el documento que analiza el estado de las masas subterráneas de agua en el último año hidrológico, 2022/2023, en el que se ha vivido una “gran anomalía cálida” que ha dado como resultado una media anual de 19,3 grados en el parque nacional, la más alta desde que se tienen datos (1978) y más de dos grados superior a lo que es normal. De hecho, “es un valor atípico” que supera en 0,8 grados al segundo registro más elevado.

La falta de precipitaciones y el elevado calor dificultan enormemente la recarga del acuífero, a lo que hay que añadir el factor de la sobreexplotación, básicamente para regar los invernaderos. Esto provoca que los piezómetros instalados en 11 de los 16 sectores en los que se subdivide indiquen que el nivel es peor que la pluviometría registrada, es decir, que hay menos agua de la que tendría que haber en consonancia a lo que ha llovido. ¿La explicación? Que se bombea más agua de la que se recarga, lo que provoca un bucle del que es imposible salir si no se toman medidas, básicamente la reducción de las extracciones. En este sentido, y pese a que el regadío ilegal se ha reducido a la mitad, todavía hay 795 hectáreas (el 15% del total) que piratean unos recursos para los que tienen permiso.

Preocupación por las lagunas

El informe, realizado por técnicos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), organismo dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, define como “especialmente preocupante” el sector de las lagunas, “ya que se trata de una zona del máximo valor ambiental”. “El complejo de lagunas peridunares del parque nacional es quizás el lugar más emblemático de Doñana”, recuerdan los técnicos, de ahí que resulte alarmante que el valor promedio de la superficie inundada este último año hidrológico haya sido de 14,3 hectáreas, menos de la mitad de las 33 hectáreas que es la media habitual.

En Doñana hay unas 3.000 lagunas temporales, de las que ya se han perdido el 60%, y en este último ejercicio sólo cuatro humedales “han tenido una lámina de agua reseñable”: Dulce, Paja, Sopetón y Santa Olalla. Esta última, la más grande y en teoría la última permanente del parque, ha vuelto a secarse por segundo año consecutivo, “algo de lo que no hay registros anteriores”, recuerda el documento.

Así las cosas, los sectores en los que se divide el acuífero que han experimentado un “descenso estadísticamente significativo” han pasado de ser siete en 2012/23 a 14 en 2022/23. La regresión, además, es continuada en los últimos años: en 2021/22 eran 13, 12 en 2020/21, 11 en 2019/20... Todo ello, además, a pesar de que desde 2015 las extracciones legales han disminuido en 10,5 hectómetros cúbicos, 6,8 por la compra por parte del Estado de la finca Los Mimbrales (en la que se dejó de cultivar) y 3,7 por la sustitución de aguas subterráneas por superficiales en la zona de Arroyo de Don Gil.

Que en 2027 se vuelva a la situación de 2000

Al margen de expresar su preocupación por la zona de lagunas, el estudio llama la atención sobre una franja de entre cinco y diez kilómetros que bordea el parque nacional entre El Rocío (en término municipal de Almonte) y el municipio sevillano de Villamanrique de la Condesa, en la que los indicadores alertan de dos grandes conos de depresión en el acuífero. “El actual grado y modo de explotación de los recursos subterráneos en zonas del acuífero detrítico compromete su buen estado y el de los ecosistemas terrestres dependientes”, apostillan los técnicos.

El objetivo ahora de las medidas puestas en marcha es revertir este mal estado de manera que en 2027 se haya vuelto a la situación de 2000, que no es la ideal pero sí supondría un avance muy apreciable. Además de considerar “urgente” que las autoridades tomen medidas para reducir también los niveles de nitratos, que en varios puntos están por encima de lo que marca la normativa, el documento de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir insta a un “incremento cero de la superficie susceptible de obtener concesión” para nuevos riegos y una “aplicación rigurosa de la legalidad”, lo que debería traducirse en el cierre de captaciones ilegales y la eliminación de los regadíos no legalizables.

WWF: “estamos bebiendo la reserva”

Asimismo, se apuesta por un refuerzo de la guardería fluvial para el seguimiento del estado de las aguas subterráneas, impulsando medidas de telecontrol y teledetección. Y también se recuerda la importancia de las obras pendientes, como el trasvase de tres hectómetros cúbicos ya autorizado para así poder cerrar los pozos de los que se abastece el complejo turístico costero de Matalascañas, en término de Almonte. Pero sobre todo, es clave el trasvase de 19,99 hectómetros proveniente del Tinto, Odiel y Piedras, que permitirá que muchos agricultores que tienen permiso para usar aguas subterráneas las sustituyan por recursos en superficie, para lo que en septiembre se iniciaron las obras del túnel de San Silvestre.

El informe será analizado el próximo lunes en la reunión del Consejo de Participación de Doñana, aunque ya ha generado las primeras reacciones, como la de la organización ecologista WWF, que alerta de que el parque nacional entra en un “escenario desconocido hasta ahora”, ya que “nunca ha habido un periodo tan largo sin un año húmedo”. Así lo apunta el responsable de su oficina en Doñana, Juanjo Carmona, que incide en que el acuífero “vuelve a empeorar” porque “se están extrayendo más recursos”, algo que es “inaceptable”. “Estamos en el colapso, ahora mismo se saca mucha más agua que la que se va reponiendo”, lo que supone que “nos estamos bebiendo la reserva y gastando los últimos ahorros”.

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