Memoria histórica
La intrahistoria del “Viva la República” que sobrevive desde 1932 bajo un puente en desuso en un pueblo de Huelva
A la salida de El Cerro de Andévalo, camino de San Telmo, una pintada de “Viva la República” sobrevive desde 1932 al paso del tiempo bajo un puente sobre la ribera, en desuso desde los años 90. Rotulada durante el bienio de Azaña, lo pedregoso del terreno, y posiblemente la dificultad de colocar algún andamiaje para eliminarla, ha hecho que haya perdurado durante 90 años, incluyendo la Guerra Civil y la dictadura franquista. “Aquí el alzamiento fue rápido, en la primera semana de agosto, aunque el pueblo siempre fue muy rojo”, comenta Juan Luis Castilla, concejal de IU en El Cerro desde 1995. “Esta es la última”, dice, pero sin referirse a la pintada sino a que no repetirá más en las listas, advierte ante la cercanía de las elecciones municipales y a las puertas del 92º aniversario de la proclamación de la Segunda República en España.
“Terminado el 24 del 6. 1932”, reza la otra pintada, paralela a la aclamación republicana, que solo es visible cuando apenas lleva agua la Rivera Pelada (o Rivera Chica) a su paso por el pueblo. La construcción de la HV-1421, que unen los nueve kilómetros entre El Cerro y San Telmo, provocó que quedara inoperativa la antigua carretera, de un solo carril, y por ende el puente bajo el que se aprecian las pintadas. “Si te fijas, parece que son dos tipos de brochazos, de dos obreros diferentes”, comenta Castilla respecto a las dos frases que se pueden leer. “Podrían haberlas borrado, pero verían que no merecía la pena por la dificultad del terreno”, comenta Castilla, que recuerda que de niño acudía a la zona a buscar espárragos y nidos de pájaros. “Con que caiga una tromba de agua, aquí no se puede acceder”, explica en los bajos del puente a la salida de su pueblo, de unos 2.000 habitantes.
Durante la Segunda República, El Cerro tenía “el triple de habitantes que ahora”, indica el concejal. De tradición minera, la población empezó a emigrar cuando el sector empezó a flaquear y el éxodo rural era ya imparable. “Pues habrá que irse a Madrid, porque en España no se gana dinero”, le escuchaba a sus abuelos. La familia de Castilla marchó a Barcelona y solo se quedó en el pueblo su madre, con sus seis hijos buscándose la vida lejos de sus orígenes.
La reliquia, conservada desde un año después de proclamarse la República en España, fue descubierta por el investigador Francisco Javier González, que conversa con este periódico desde Madrid mientras se encuentra terminando precisamente un libro sobre la represión franquista en su pueblo, El Cerro, y que apuesta por que los municipios conserven su patrimonio. Fuentes municipales apuntan que no se llegó a realizar la solicitud para incluir la pintada en el Patrimonio Histórico Andaluz pese a que el alcalde había planteado tal posibilidad. Fuentes de la Junta con competencias en patrimonio confirman que no existe ningún expediente asociado a esas pintadas bajo el puente en desuso entre El Cerro y San Telmo.
Una represión “muy dura” en un pueblo minero
“Nunca es tarde. Merecería la pena que no se perdiera, por su singularidad, porque es de las pocas que perduran de aquella época, pero está claro que se va deteriorando y olvidando”, señala el investigador. “La represión fue muy dura en el pueblo”, apunta también Francisco Javier González, que recuerda que en El Cerro, desde principios del siglo XX, “las minas colindantes y las organizaciones agrarias dieron una gran impronta de conciencia de clase” en la comarca del Andévalo que, con la guerra y la dictadura, “fue sistemáticamente destruida”.
Las filtraciones en la construcción y el hecho de que no se use la vía desde principios de los años 90 hacen que el lugar esté “condenado a caerse algún día”, observa González, que halló las pintadas cuando estuvo indagando acerca de la construcción de obras públicas cerreñas. “Aquel anónimo hizo la pintada porque se sentiría muy orgulloso de esa obra en un pueblo tan pequeño”, apunta. Cuando fue descubierta, “no todo el mundo la recordaba”, dice de sus conversaciones con la gente mayor de su pueblo, “porque no es visible a no ser que se vaya expresamente a ver, y siempre y cuando no haya mucha agua en la rivera”.
El proyecto por donde transitaba la antigua carretera entre El Cerro de Andévalo y San Telmo fue aprobado en febrero de 1931 por la Diputación de Huelva por 340.042,63 pesetas. La ejecución de las obras fue adjudicada el 2 de marzo de a Pedro Wamba Jaúregui, vecino de Cabezas Rubias fallecido en 1976, que renunció a la misma un mes después por enfermedad. El Ayuntamiento de El Cerro concedió luego la ejecución a Juan Velardo Pola, anarquista y maestro de obras, fallecido en la prisión de Huelva en 1941, quien había exigido que “los obreros cobraran 4,50 ptas/día, albañiles y carpinteros a 7 ptas/día y herreros 6 ptas/día”, lo que aceptó el Ayuntamiento pese a que también renunció a las obras poco después, haciéndose cargo de nuevo Pedro Wamba en mayo hasta la finalización de las mismas, no sin dificultades, a tenor de las cantidades con las que el director de las obras fue contando y en las que también colaboró la compañía minera de San Telmo.
Toda esa información la pudo rescatar el investigador del archivo municipal, que estaba “muy completo durante la República, cuando incluso se hizo un inventario”. Pero en el pueblo se viene hablando desde hace tiempo de “un expolio progresivo” de ese archivo “por la falta de espacio” que ha ido acabando con mucha documentación “en la basura”, sin atender al significado que podía tener, y que ha venido suponiendo “una mala custodia de documentos oficiales del pasado”.
En el pueblo se sigue recordando cómo esa antigua carretera fue testigo, en ese mismo punto, de un grave accidente en diciembre de 1964, cuando un camión cargado de bellotas procedente de un pueblo de Badajoz chocó contra el murete de seguridad, dejando cuatro muertos tras caer a la ribera desde lo alto del puente. El mismo puente que aún guarda un recuerdo de la España republicana que sobrevivió a la guerra y a la dictadura.
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