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Insultos, denuncias sin hacer y agresiones en la sanidad de Andalucía: “El miedo impera”

Personal del Servicio Andaluz de Salud realizan test rápidos a vecinos de la localidad sevillana de Utrera. EFE/ Raúl Caro/Archivo

Néstor Cenizo

4 de abril de 2021 20:34 h

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Miércoles 17 de marzo, cuatro y media de la tarde. María (nombre ficticio) está terminando de redactar una historia clínica cuando suena el timbre del centro de salud de Alhaurín el Grande (Málaga). Tres veces, con prisa. Ese día, la doctora tiene guardia en Urgencias así que se encamina a paso ligero a la puerta de entrada. No le da tiempo a llegar: un hombre entra, se tambalea y cae, golpeándose la cabeza contra el suelo. Rápidamente, entre un enfermero y María colocan en una camilla al hombre, que no tarda en recuperarse. Entonces aparece el verdadero problema.

“Empezó a ponerse agresivo. Pensé que podía ser bajada de azúcar. De repente, se giró y se apoyó en el cuerpo del conductor, se impulsó y me dio con los dos pies. Fue un impacto bastante fuerte en el esternón. Sólo sé que volé. Me di un golpe seco contra la pared y caí al suelo”, relata la doctora a eldiario.es/Andalucía.

Entre el enfermero, el conductor y el vigilante de seguridad lograron reducir al agresor, mientras ella se recuperaba del golpe. Pocos minutos después, María acompañaba a su agresor, ya sedado, en la cabina de la ambulancia camino del hospital. “Me gusta ir con los pacientes, por si se desestabilizan”, explica.

Lo dejó en el Hospital Clínico de Málaga, donde la vieron llegar agachada y dolorida. Continuó la guardia toda la noche, tomando analgésicos, y luego tuvo dos días de descanso: el saliente de guardia y uno de baja. Dos semanas después, todavía siente dolor y está pendiente de una resonancia para descartar que sufra alguna lesión importante.

Andalucía, por encima de la media nacional en agresiones a médicos

El caso de María es la punta del iceberg, insisten los sindicatos y organizaciones médicas. El último ejemplo de una tendencia sostenida en los últimos años: comportamientos cada vez más agresivos y violentos contra sanitarios. Si se echa un vistazo a la hemeroteca reciente se encuentra de todo: escupitajos, insultos, patadas o lanzamiento de objetos tales como mamparas, dentro o fuera del centro médico, perpetrados por los pacientes o por sus acompañantes.

Es cierto que las cifras de 2020 rompen la tendencia alcista en Andalucía: se registraron 1.042 agresiones en centros sanitarios, 176 físicas y 866 verbales (amenazas o insultos). Son menos que las 1.234 agresiones de 2018, o las 1.507 de 2019, pero los profesionales resaltan que no son datos comparables: calculan que la atención presencial se redujo a una cuarta parte en 2020 por efecto de la pandemia.

Los datos los expuso el SAS en la última mesa técnica de prevención de riesgos laborales. Sevilla (279), Málaga (186) y Cádiz (140) siguen registrando el mayor número de ataques. Las mujeres, que representan el 71% de la plantilla, sufren el 70% de las agresiones (verbales o físicas). El 39% son agresiones de un hombre a una mujer. Por categorías, los médicos sufren el 43% de estos episodios, si bien son los diplomados sanitarios los más expuestos a las agresiones físicas (sufren el 44% de ellas). Las agresiones a profesionales de la atención primaria son algo más comunes (52%) que las que se dirigen contra profesionales de hospital (48%).

Aunque se trata de un problema nacional, Andalucía destaca para mal. El Consejo Andaluz de Colegios de Médicos recopila las denuncias formuladas por colegiados (lo que excluye otras profesiones sanitarias). En 2020, contabilizó 110 agresiones entre un total de unos 43.000 médicos, lo que sitúa la tasa de agresiones en 2,57 por 1000, muy por encima de la media nacional (1,63) y solo superada por Cantabria (4,22), Extremadura (4,06), Melilla (3,11) y Baleares (2,61). En términos absolutos, Andalucía es la comunidad autónoma con más agresiones a médicos.

“El miedo impera”

Los números dan cuenta de las agresiones registradas, ya sea porque se emite un parte de baja o se formula una denuncia ante cualquier instancia. Pero la gran batalla de los colegios de médicos y los sindicatos en los últimos años está en conseguir que afloren situaciones que los profesionales no denuncian. “El miedo impera. En Atención Primaria el médico y paciente conviven en la misma localidad o barrio. En los pueblos se nota mucho, porque te encuentras al agresor fuera del ámbito laboral”, explica Carlos Camacho, vicepresidente del Sindicato Médico en Málaga. No es fácil encontrar testimonios particulares. María, una profesional reconocida, prefirió el anonimato.

Otras veces se normalizan situaciones de abuso verbal. Hace unos meses un paciente espetó a María: “Os merecéis que os pateen la cara”. Cree que fue porque no le recetó lo que él exigía. Estas agresiones verbales son las más comunes. “El médico aprende a vivir con la hostilidad en las consultas”, lamenta Gaspar Garrote, coordinador contra las Agresiones del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos y portavoz del Observatorio Nacional de Agresiones.

Una sentencia del juzgado de instrucción único de Archidona, dictada el 22 de febrero, contiene un relato particular que ilustra estas situaciones. El 17 de julio de 2020, un médico del centro de salud de Cuevas de San Marcos (Málaga) fue abordado por un paciente, que le recriminó que abandonara la consulta para ir al baño.

- Sois unos sinvergüenzas, nunca estáis en la consulta. Os vais a desayunar durante una hora. ¡Payaso! - le espetó el ciudadano al médico, según consta en la sentencia.

El doctor advirtió que no toleraría faltas de respeto y el hombre se marchó con su madre. Pero por la tarde volvió a la carga. Localizó en Facebook al hijo del doctor y le envió audios con insultos y amenazas: “En el médico no, porque yo sé que tienen unas leyes que los protegen… pero cuando lo coja en la calle le voy a poner la boca como un trompo, así de claro, que es un puto sinvergüenza de mierda”.

Este individuo fue condenado a seis euros de multa diaria durante un mes por falta de respeto a la autoridad, otros seis euros diarios durante un mes por un delito leve de amenazas, y a no acercarse a menos de 200 metros del agredido, a no ser (recuerda la sentencia) que deba acudir al centro de salud a que le presten asistencia médica los compañeros de aquel al que amenazó.

“Los pacientes cada vez son menos pacientes”

¿Qué lleva a un paciente que debe ponerse en manos de un médico a insultarle o golpearle? Los datos del SAS recogen los motivos que esgrimen los agresores. En más de un tercio de los casos exigían atención, a lo que hay que añadir los casos en que se pedía esa atención fuera de la cita programada (6%), sin cita previa (7%), una prestación o medicación para un familiar (6%) o un tratamiento distinto al prescrito (8%). En un 30% la causa era el desacuerdo con el trato o la conducta del profesional sanitario. Carlos Camacho explica que los agresores son a veces familiares del paciente, si bien el Observatorio Nacional de Agresiones a Médicos recoge que el 52% de las agresiones registradas las realizó un paciente programado.

Más allá del motivo concreto, existe un caldo de cultivo. “Los pacientes cada vez son menos pacientes”, cree Camacho, que detecta una tendencia a pedir todo con inmediatez, “porque tengo derecho y porque tiene que ser así”. Pone un ejemplo: “Una espera prolongada en una sala de urgencias genera cabreo, que se verbaliza y se transmite al resto de pacientes”. “Somos víctimas propiciatorias del desencanto por el funcionamiento del sistema médico”, añade Gaspar Garrote.

Poco a poco, va calando la conciencia de que se trata de un problema de primer orden. “Hemos pasado situaciones esperpénticas, en las que los sanitarios llamaban a las fuerzas del orden y acababan ellos detenidos”, comenta Camacho. A nivel nacional, de las sentencias registradas por los colegios de médicos de 2010 a 2020, el 27% fueron absolutorias y el 73% condenatorias. De estas, el 70% por delitos leves y el 30% por delitos graves.

Desde 2015, una modificación del Código Penal tipifica como atentado contra la autoridad las agresiones a sanitarios. Sin embargo, la sustitución de las faltas por un sistema de delitos leves y graves podría estar provocando una reducción de las penas, según un trabajo publicado en 2017 en la Revista Española de Medicina Legal.

“Falta inculcarlo en el ADN de los jueces”, apunta Camacho, que estima que las agresiones siguen “saliendo baratas”, en parte por la pasividad de la propia administración: “No suele reclamar salvo cuando hay destrozos importantes en el mobiliario. Muchos profesionales terminan de baja laboral y esos costes repercuten en la administración. Algunos incluso dejan la sanidad. Todo eso no se reclama”.

Además, el delito contra la autoridad está tipificado únicamente si el profesional ejerce en el sistema público, pero no en el sistema privado, que aporta en torno al 30% de la actividad profesional y de las camas hospitalarias.

Timbres antipánico y consultas interconectadas

Desde el año pasado se aplica un nuevo plan de prevención de agresiones en Andalucía, que introdujo un programa de acompañamiento al agredido y la figura de un interlocutor policial. Ahora, muchas consultas cuentan con timbre antipánico (ya sea físico, o por medio de atajos en el teclado del ordenador) o están interconectadas, un mecanismo básico porque las consultas de centros antiguos están aisladas y no se pueden abrir desde fuera, lo que las convierte en una ratonera. Garrote añade que el SAS parece ya sensible a las solicitudes de cambio de centro de trabajo de profesionales agredidos.

Sin embargo, falta mucho por hacer. El Consejo Andaluz de Colegios de Médicos acaba de poner en marcha un curso online para capacitar a los médicos en la protección, prevención y respuesta ante una agresión. “Se trata de que sepan cómo prevenir y protegerse, empatizando y aplicando técnicas psicológicas para reducir la hostilidad”, comenta Garrote. Disminuir los tiempos de espera rebajaría tensiones, pero exige más recursos y contrataciones. Además, la organización colegial echa de menos un plan nacional y criterios judiciales unificados.

“Los familiares han venido a increparnos”

A las diez de la noche del mismo 17 de marzo, María recibió una visita en su Centro de Salud mientras completaba su guardia. “No te vas a creer quien ha venido”, anunció el celador. El agresor regresó supuestamente para mostrar arrepentimiento, pero la cosa no salió bien. María recuerda que fue subiendo de tono, y fue la hermana del agresor quien acabó pidiendo disculpas. Volvió a presentarse el 22 de marzo, durante una concentración de médicos, pero María ya no habló con él. “En otras concentraciones los familiares han venido a increparnos”, comenta Carlos Camacho.

“Por mucho que la administración y colegios aunemos fuerzas, desgraciadamente todo está en mano del usuario. Si no hay respeto al trabajo ajeno y no corregimos la hostilidad que se palpa en la calle, lo tenemos crudo”, advierte Gaspar Garrote. “Está fallando la educación social en el respeto y al valor del trabajo ajeno. Cuando vas a buscar ayuda, qué mínimo de mantener el respeto por quien te va a ayudar”.

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