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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

¿Qué/quién hay detrás de un nombre? Indigenismo e indigenistas

Primer congreso Indigenista interamericano en abril de 1940

Laura Giraudo

Escuela de Estudios Hispanoamericanos (EEHA) —

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Se habla mucho de indigenismo en América Latina. Pero, ¿significa lo mismo en todo momento y lugar? ¿Qué es el indigenismo? ¿Quiénes son los indígenas? ¿Quiénes son los indigenistas? No hay una respuesta fija a estas preguntas y la forma en que estos “nombres” se han usado y siguen usándose puede cambiar según el momento, el lugar, la ocasión y, sobre todo, los usuarios.

Empezamos con “indigenismo”. Pocos dudarían de la importancia actual de la reaparición del indigenismo como tema de debate político y de interés académico. Sin embargo, la forma en que se presentan y se discuten tanto el término como el tema está plagada de confusiones y de usos e interpretaciones anacrónicas que merecen más de una reflexión.

Como término, “indigenismo” aparece en los años 1930, con el significado de política, programa o acción “especial” dirigida a los “indígenas” (según la ocasión y el momento también se usaría,  para referirse a estos grupos e individuos, “naturales”, “aborígenes”, “indios”, “originarios” y muchos otros nombres).

En este significado estaba incluida una faceta de modernización –la idea de que había que mejorar las condiciones socio-económicas de estos grupos– pero también una faceta que podríamos llamar de “indianización”: la idea de que era necesario rescatar, revalorizar o, incluso, reinventar elementos indígenas (o supuestos tales), especialmente los que tenían que ver con las lenguas,  la cultura y las artes, pero también las costumbres e instituciones “tradicionales” o los usos de la tierra y de los recursos naturales. Mirando a las fuentes de la época, el contenido de este indigenismo aparece bastante más complejo y variado de lo que interpretaciones posteriores, focalizándose sobre todos en sus aspectos modernizadores, nos han transmitido.

De hecho, este nombre, “indigenismo”, ha tenido posteriormente un uso muy amplio y con frecuencia se aplica a fenómenos bastante distintos entre sí, con una acepción cronológica y temática muy (demasiado) amplia, que abarcaría casi todo lo que tenga que ver con los “indígenas”, especialmente los latinoamericanos, ¡a partir del siglo XVI y hasta el día de hoy! A veces se escucha hablar de la “emergencia del indigenismo” como si se tratara de una novedad en el contexto latinoamericano, borrando de un plumazo su larga y compleja historia. Se usa alternativamente (y, a veces, simultáneamente), en sentido positivo, para referirse a los actuales movimientos indígenas o al movimiento internacional que promueve los derechos de las “primeras naciones” o “pueblos originarios”, o, en sentido negativo, para señalar una política colonizadora y aniquiladora. Por un lado, estarían los indigenas como obvios protagonistas de un fenómeno inédito de participación política, por el otro estarían los indigenistas como ideólogos y hacedores de una política de los “no-indígenas”, en la que los indígenas solo habrían sido objetos y nunca sujetos.

El efecto más grave de la difusión de esta idea es que se niega a los indígenas un papel activo en la historia de América Latina hasta una época reciente en que asistiríamos a un “despertar” o a una “emergencia”. Así, si la historiografía de las últimas décadas ha renovado totalmente las perspectivas acerca del liberalismo y la ciudadanía en el siglo XIX, desmintiendo muchos mitos acerca de una supuesta “desaparición” de los indígenas en la época independiente,  mucho más complicada es esta tarea para el siglo XX y más aún para un tema como el indigenismo, en el que todo, o casi todo, parece resuelto de antemano y en el que los avances historiográficos no parecen haberse difundido a otros ámbitos y al más amplio debate social y político.

Quizás no sea inútil, entonces, dejar por un momento de lado imágenes e ideas constantemente repetidas (y aparentemente obvias) acerca del indigenismo y volver a empezar por el “nombre”, ya que la historia y el recorrido de los términos, el momento y lugar en que aparecen, como se difunden y transforman, puede darnos muchas pistas para entender e interpretar un fenómeno.

Entonces, ¿qué y quién está detrás de nombres como “indigenismo” e “indigenista”?

Los usa por primera vez un mexicano, Moisés Sáenz, una de las voces más relevantes en los años 1920 y 1930 en el debate sobre lo que entonces se indicaba generalmente con la expresión “cuestión indígena”. Una discusión no sólo nacional, sino continental. Lo hace estando en Perú, en 1931, una de las etapas de un viaje que también le llevó a Guatemala, Ecuador, y Bolivia. Para entender lo que estaba ocurriendo en Perú y su activismo en la cuestión indígena, propone el neologismo “indigenista” para referirse a “los promotores de una política relacionada con el indio, o los ejecutores de programas que buscan su redención”. Es un “nombre un poco bárbaro”, según Sáenz, pero útil para distinguir a estos activistas de otros dos grupos: los “indianistas”, es decir los que estudian al indio (arqueólogos, historiadores, sociólogos, antropólogos) y los “indianófilos”, o sea los artistas (poetas, músicos, pintores, etc.) y los que apreciaban los “valores indígenas”. Esta clasificación era extensible a los otros países latinoamericanos y podía darse el caso de personas que juntaran más de una categoría, pero la “emoción” y la conciencia de los problemas sociales eran elementos fundamentales de los indigenistas.

Moisés Sáenz protagonizará, pocos años más tarde, un evento crucial: el Primer Congreso Indigenista Interamericano, celebrado en Pátzcuaro, México, en abril de 1940, donde se reunirán los que se consideraban los mejores indigenistas del continente. Sin embargo, su súbita muerte por pleuresía en octubre de 1941 cambiará la trayectoria futura de este proyecto para un “indigenismo continental”. Como en tantos casos, esa es otra historia que contar, distinta a la que algunos de su protagonistas hubieran querido que se contara.

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