Entrevista
Rocío Márquez: “Todos los puntos de vista son necesarios para que el flamenco tenga la buena salud que tiene”
Venía de cosechar ovaciones en el Centro Conde Duque de Madrid, donde hizo sesión doble para comprobar que su nuevo disco, Tercer cielo, funciona igual en escenarios flamencos como en los no flamencos. “¡Ha sido tan bonito! Era la primera vez que hacíamos doblete con este repertorio, y esperábamos que nos llegara la energía hasta el final, porque es un espectáculo muy físico”, explica Rocío Márquez. “Pero la experiencia fue tan buena que hasta dijimos, ¡vamos a por un tercero! Así nos hemos sentido, dándolo todo”.
Márquez (Huelva, 1985) ha ido cimentando una de las carreras más sólidas del flamenco actual desde que debutara en 2009 con Aquí y ahora, al que han seguido álbumes tan aclamados como Firmamento o Visto en El Jueves, donde su probada afición flamenca no excluía la curiosidad por sonoridades ajenas a lo jondo. No obstante, sus seguidores coinciden en señalar que Tercer cielo es su consagración definitiva, que le ha permitido ser cabeza de cartel de una cita como el Alhambra Monkey Week junto a su cómplice, el músico Santiago Gonzalo, Bronquio. “Yo a él lo conocí precisamente en un Monkey. Estaba haciendo Firmamento, creo que en el 2016, y coincidí con él en las Setas, el día que se presentó el cartel. Me gustó mucho lo que oí de él, y cuando llegué a casa me puse a bichear cosas que había hecho, producciones para otros artistas y esas cosas”, recuerda.
“Poco después quisimos sacar un remix de un tema de mi disco Visto en El Jueves, la rondeña, y hablando con Universal, entre los nombres que barajamos, salió el de Santi. Me pareció genial porque era una buena manera de comprobar cómo aterrizaba lo suyo con lo mío, y me encantó. A partir de ahí, pensamos que había un hilo del que tirar. Y cuando llegó el confinamiento, nos vimos con muchas ganas, tiempo y energía, cuando se podía cambiar de provincia lo invité a venir a casa, en el campo, donde no molestábamos”.
No al corta y pega
En efecto, lo que para muchos fue un parón forzoso, para Márquez y Bronquio fue una oportunidad. “Él se venía a trabajar por temporadas, diez días, después se iba, venía una semana, así todo. Ha sido una cocina a fuego lento, lento. Cuando son códigos tan distintos, o tienes mucho tiempo, o es complicado. Mira que me gusta unirme con otros músicos y aprender de otras disciplinas, pero si no hay tiempo, no es real, te quedas en la superficie, en la espuma. Es con tiempo, y a veces cuesta…”, suspira la cantaora.
Con una Bienal de Flamenco terminada, en la que las fusiones de lo jondo con aires modernos han suscitado la polémica por la dificultad de encontrar buenos empastes, Márquez explica que “no puedo hablar por mis compañeros, pero puedo decir que para mí es imposible crear con poco margen. Cuando falta el tiempo, a lo más que puedes aspirar es al corta y pega, y yo ya me he dado cuenta de que no me gusta trabajar así. Si no voy a poder hacerlo bien, prefiero esperar a otro momento. Este disco hubiera sido completamente distinto antes de la pandemia; gracias al tiempo del que hemos dispuesto hemos podido incluso dejar fuera más material del que contiene el álbum.
Para la onubense, una clave ha sido los horizontes que Bronquio le ha abierto. “Me empezó a enseñar un montón de vídeos de un montón de artistas de los que yo no tenía ni idea, del rollo Esplendor Geométrico por ejemplo, y yo le ponía un montón de cosas que a él ni le sonaban. No se trata solo de encontrarse, sino de dejarse impregnar y disfrutarlo. Uno de los puntos de vista comunes que teníamos era que estaba claro que queríamos jugar, y si el resultado no hubiéramos terminado de verlo, no habría salido”.
“Eso me lo apunto, desde luego, para futuros proyectos: muchas veces tenemos fecha de estreno, o la presión de que hay que lanzar un disco, antes incluso de empezar el proceso. La actitud que se tiene en esos casos es diferente de cuando estás simplemente por el goce de aprender y descubrirte a ti misma en otro punto. Más que el resultado final, fíjate, y mira que estoy contenta, me quedo con este aprendizaje. Para que a mí me cale y tenga sentido, tengo que poner la vitro al uno”, agrega.
Multiplicar las posibilidades
Sobre la posibilidad de que el flamenco se diluyera si Bronquio tiraba demasiado de su cuerda –ese terror que asalta a tantos aficionados y creadores jondos–, Márquez se mostraba tranquila. “Cuando ya estaba acabado el trabajo, sí reconozco que dijimos: se nos ha ido una mijilla de las manos, pero de inmediato supimos también que queríamos echarlo para adelante. Lo mandamos a la compañía y lo planteamos como estaba. Es verdad que a mí me ha cambiado bastante la percepción respecto a eso, y ahora veo hasta el lado positivo. Siempre se van a dar esos miedos a que se pierda la pureza, o que esté incluso demasiado presente para otro tipo de público… Pero hay que empezar a vivir esos miedos desde la aceptación, todos los puntos de vista son necesarios para que el flamenco tenga la buena salud que tiene. Y eso se deja ver en lo que estoy haciendo últimamente”.
Y la crítica, unánime hasta ahora en los elogios hacia Tercer cielo, parece darle la razón. “Me ha sorprendido, pensaba que quizá podía ser un trabajo un poco controvertido. Es un regalo que nos hemos encontrado, pero tampoco quiero que me condicione eso a la hora de volver a enfocarme en un proceso creativo”.
“El regalo que te da cuando abres una puerta es que se te multiplican las posibilidades”, dice Márquez cuando se le pregunta cuál será su próximo reto. “Por primera vez me estoy encerrando a diario para trabajar y está siendo muy bonito. Pero es la primera vez que me pasa, que no sé en qué va a desembocar, o si acabaré guardándomelo para mí. Motivaciones, afortunadamente, tengo, y tengo también una sensación de cerrar una etapa y dedicarme a esto y a lo que vaya haciendo a partir de ahora. Eso me conecta con lo que percibo en este momento. Pero ha sido un trabajito, ¿eh?”.
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