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El barrio de Málaga que viajó al futuro en 1998 para usar el euro tres años antes que nadie: “Aquí sabemos de matemáticas”

Vecinas de Churriana, en un comercio local, el 30 de septiembre de 1998 EFE/RAFAEL DIAZ.

Néstor Cenizo

Churriana (Málaga) —

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Hace más de un cuarto de siglo Churriana viajó un rato al futuro. Los vecinos de este distrito malagueño con forma y alma de pueblo fueron los primeros en Europa en trasegar con monedas de 1, 2, 5, 20, 50 céntimos y 1 y 2 euros. Durante cuatro días, hacerse las mechas en la peluquería de Remedios Santiago costó 30 euros en lugar de 5.000 pesetas y se pudo comprar un kilo de filetes de ternera a poco más de 7,13 euros, y no solo a 1.200 pesetas.

“Está pendiente no solo España; está pendiente Europa. Vamos a ser unos adelantados de esto”, decía el farmacéutico. La esteticista confirmaba que todas sus clientes estaban pagando en euros: “Se están desenvolviendo con una soltura que eso da espanto. Churriana es un pueblo que está muy preparado... una barriada, perdón”.   

Aquel metal que les dieron (sin un solo billete) hoy no bastaría para hacer la compra básica, pero entonces tenía el brillo del futuro dorado: Europa quería estrenar divisa y eligió Churriana para el experimento. El 30 de septiembre de 1998 desfilaron por allí Rodrigo Rato, por entonces aún ministro “milagro” del primer Gobierno de José María Aznar; Celia Villalobos, alcaldesa popular de estilo libre; o Braulio Medel, todopoderoso banquero al frente de Unicaja hasta su reciente defenestración.

Nadie sabe muy bien qué querían ver ni qué conclusiones sacaron, pero 26 años después domina el sentimiento de que el pueblo nunca volvió a brillar como en aquellos días de octubre, cuando lo engalanaron como si de un Villar del Río se tratara y los vecinos se asomaban a los balcones para la visita de un Míster Marshall europeo. Aún están maceteros, pero las flores se han secado. Nadie lo resume mejor que la peluquera:

– Lo pusieron todo muy bonito, pero se hizo eso y se acabó. Pusieron macetones, pero mira: en la calle de ahí detrás hay cinco con las plantas secas que se usan como papeleras. Además, no puede pasar ni un carro. Tanto quitar barreras para las personas discapacitadas y las ponen ellos... Se lo dije a la Junta de Distrito: por Dios, quitadlo. Y el otro día llega el camión y me dicen: “Nada más tenemos permiso para quitar dos”. ¿Dos? ¿Y los otros? Madre de mi corazón…

“Un pequeño barrio en medio del mundo”

Mientras se queja, Remedios Santiago hace las mechas a Cuqui Ortega, 27 años, que lógicamente no puede recordar nada de aquel día. La sesión le costará 70 euros, más del doble de lo que costaba en pesetas en 1998. En Churriana recuerdan que el redondeo, por llamarlo así, empezó cuando el Todo a 100 pasó a ser el Todo a un euro (166,386 pesetas).

En aquella jornada de 1998, la peluquera agarró un micro y acribilló a sus clientas con el entusiasmo de los grandes días y el desparpajo de una presentadora de un magazine noventero de sobremesa. Está todo grabado en unos vídeos colgados en Youtube.

“He pagado en euros y he comprado alguna cosita también en euros. He hecho cuatro colecciones. Esto parece que lo vivimos ya de tiempo. Me he hecho pronto a esto”, replica una clienta, mientras otra observa desde el secador contiguo. “Bien, que nos enseñemos rapidito, rapidito, para que vean que los churrianeros sabemos de matemáticas”, dice la peluquera transmutada en Irma Soriano.

Las respuestas dan el tono del día en Churriana, el “paraíso” que un día dio cobijo a Ernest Hemingway, Gerald Brennan y Gamel Woolsey. Entre el 30 de septiembre y el 3 de octubre de 1998, Churriana vivió una fiesta. Aquello era una oportunidad única para mostrar al pueblo con orgullo y verse en la tele. “Un escándalo: un pequeño barrio estuvo en medio del mundo”, añade Cristóbal Salazar, quien junto a Miguel Pinto registró en vídeo todo lo que ocurrió.

Salazar, que hoy tiene 88 años y 23 libros a sus espaldas, es el cronista de Churriana, y muestra en su casa algunos recuerdos. La calculadora. Las monedas. Sus libros. “Vino gente de toda España. Recuerdo uno con un carrito de la compra que quería monedas para venderlas en Madrid. Y que cuando estábamos entrevistando al director de la sucursal de Unicaja vino alguien a decirle que habían pedido monedas desde un banco de Nueva York”.

El premio Gordo de la Lotería había caído en Churriana porque reunía la doble condición de barriada urbana y núcleo de población independiente (a unos diez kilómetros del casco urbano de Málaga), con una zona comercial acotada que aquel día fue acordonada por maceteros.

Seis céntimos de propina

Participaron en el proyecto unos cien comercios, a los que entregaron euros como moneda de cambio. Además, Unicaja y Caja Rural pusieron a disposición, en horario de mañana y tarde, sus oficinas en el distrito y alguna unidad móvil. “Dijeron: si en Churriana funciona, funcionará en todo el mundo”, se ríe Josefina Jiménez en la carnicería Fernando: “Y como nos habían dado un cursillo, se lo explicábamos a los clientes”.

“Muchos venían para ver qué pasaba o para coger la colección”, recuerda su marido, Salvador Santiago. Conservan en la carnicería, que va por la cuarta generación, el diploma que acredita su participación en las jornadas de prueba.

Cada ciudadano podía cambiar pesetas en euros por el equivalente en dos paquetes, unos de 1.600 pesetas y otros, de 3.000 pesetas. Sin embargo, los paquetes no traían la colección completa para que no acabasen tal cual en una colección. Solo se podía llegar a todas las monedas recibiendo el cambio de una compra.

Cuentan las crónicas que Rato, resfriado, compró un antigripal, y que se llevó una chirimoya, uvas moscatel y nardos. También que la comitiva dejó seis céntimos de propina en el bar. Hubo feria del tapeo, actuaciones musicales, una corrida de toros que los toreros cobraron en euros y fuegos artificiales.

Al terminar el día, les dieron las llaves de la residencia Gerald Brenan. Rato, en aquel momento en la cresta de la ola, la observa con las manos a la espalda y un esbozo de sonrisa, casi displicente. “Un día muy entrañable”, resume luego. “Al ministro le ha encantado todo”, celebra la alcaldesa ante la cámara. Terminaron la jornada estrechando la mano a todos los churrianeros y foráneos que la hicieron posible.

Y luego se acabó.

Rato: “Churriana nos ha permitido ver cómo va a ser el futuro”

Más de tres años tardó el euro en volver a aparecer por allí. Hasta el 1 de enero de 2002 no circularon las nuevas monedas y billetes por los doce países que entonces conformaban la zona euro.

El lapso de tiempo entre la prueba piloto y la entrada en vigor de la moneda única es uno de los misterios de esta historia. El otro enigma son las conclusiones: ¿qué podía comprobarse, a nivel español o europeo, en cuatro días en que 600.000 euros se pusieron en circulación en un periodo acotado en tiempo y espacio, a más de tres años vista del momento definitivo? Lo que vieron los lugareños es que los mayores, aun con recuerdos de los viejos céntimos y las perras gordas, se apañaban mejor con el menudeo.

“Churriana nos ha permitido un poco ver cómo va a ser el futuro”, declaró Rato ante el micrófono de Cristóbal Salazar. “Se han cambiado muchas pesetas por euros y se han llevado a cabo muchas operaciones”, apuntó muy serio el consejero delegado de la Sociedad Estatal para la Transición al Euro, avanzando un informe para el que se realizaron 500 entrevistas entre la población local.

En 1999, el ente celebró unas jornadas sobre la Introducción de la Moneda Única Europea en España cuyas ponencias no contienen ni una referencia a la experiencia churrianera. En foros numismáticos hay quien sostiene la teoría de que aquello, más que prueba, estaba diseñado para sacar dinero a los coleccionistas. La tirada fue de 1.585.000 monedas, según estos foros. Hoy, el lote completo de monedas se encuentra fácilmente por apenas 15 euros. Su valor nominal es cero y en su día fue 3,88 euros el paquete completo. Nadie se ha hecho rico con la apreciación de los euros en prueba.

Una ciudad dormitorio

“Que sigan haciendo cosas por Churriana, que no sea solo por el euro, que este pueblo es muy bonito y hay que sacarle partido”, pedía aquellos días la peluquera. Hoy, la barriada tiene quejas parecidas y alguna de nuevo cuño, y la experiencia del euro se ve con nostalgia acentuada por la oportunidad perdida. En 2018, la banca española eligió Churriana para su campaña de promoción de Bizum, recordando que fue pionera del euro, pero poco más se ha hecho para recordar el acontecimiento.

“Hemos sido unos inútiles, porque algo teníamos que celebrar. Por lo menos, un mercadillo”, pide Cristóbal Salazar, que recuerda que ya aquel día tuvo que venir alguien de Alhaurín de la Torre (el pueblo vecino) a hacer negocio de los botijos y ceniceros conmemorativos.

Hay cierto runrún porque el pueblo vecino parece nadar en la abundancia y ya se le ve capaz de quedarse con el aeropuerto, que Churriana nunca aprovechó pese a tenerlo a cinco minutos. No hay ni un hotel, ni se contempla que se desarrolle la tan anunciada ciudad aeroportuaria a la que sí aspira Alhaurín.

“Si es que ni siquiera podemos hacer una ruta de la tapa, que la tienen todos los pueblos”, protesta Remedios, para quien esta incapacidad es la muestra de un problema más profundo: la progresiva pérdida de identidad de la barriada, convertida a marchas forzadas en una ciudad dormitorio en la que muchos nuevos residentes (12.000 en 1998, 21.083 en 2022) apenas participan de la vida comunitaria.

“El problema –dice– es que la gente no se mueve y el Ayuntamiento no ayuda, y lo que tiene no lo cuida. Siempre dicen que no hay dinero: la Casa Gerald Brenan abre tres días, pero no hace nada para el pueblo; la asociación de comerciantes dice que no hay locales para nada, y el hogar del jubilado casi ni funciona. Y hay un grupo de baile, pero en Churriana no participan. ¡Por lo menos que bailen aquí en el Día del Mayor!”.

Una parte de aquella vida de pueblo que se palpa en los vídeos de Cristóbal Salazar se ha perdido. Un cuarto de siglo después de divisar el euro, las compras se hacen en el gigantesco centro comercial Plaza Mayor, y el precio de las casas surfea la gigantesca ola especulativa del mercado inmobiliario malagueño. Un kilo de filetes de ternera cuesta 14 euros, unas mechas, 70. Y eso nadie lo vio venir, aunque en 1998 viajaran un rato al futuro. 

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