“Un bolígrafo, un paciente”: cómo el Hospital de Málaga desperdicia casi toda la insulina para pacientes diabéticos
El Hospital Regional de Málaga está desperdiciando gran parte de la insulina inyectable destinada a gran parte de los diabéticos ingresados. Desde hace unos meses, el personal de enfermería inyecta a cada paciente las dosis requeridas de insulina y suelen desechar el bolígrafo que hace de recipiente. Aunque el bolígrafo contiene generalmente trescientas unidades, en muchas ocasiones sólo sirve para administrar de cinco a diez de dosis, cada una con varias unidades. El resto va a la basura, según las denuncias recibidas por SATSE. Dos enfermeras del hospital han guardado los bolígrafos desde finales de septiembre y ya acumulan dos bolsas con al menos unos doscientos bolígrafos, cuyo coste por unidad ronda los diez euros.
Guillermo Vera (@nihlaski en Twitter) es estudiante de tercer año en prácticas y ha denunciado la situación en un hilo, que se ha viralizado rápidamente. “Desde hace unos meses, en el hospital Carlos Haya (el H. Regional de Málaga) a las enfermeras nos obligan a utilizar un bolígrafo de insulina por paciente alegando ”riesgo de transmisión cruzada de infecciones“”, comienza el hilo, en el que se da cuenta de cómo se ha llegado a esta situación de despilfarro.
Vera explica a eldiario.es/Andalucía que aunque muchos enfermos de diabetes controlan sus niveles de insulina mediante pastillas, el protocolo hospitalario determina que cuando una persona diabética ingresa en el hospital, el control de su glucosa en sangre pasa a realizarse mediante insulina administrada con inyecciones. Sin embargo, los pacientes que toman pastillas y están bien controlados requieren muy pocas inyecciones, y pueden pasar tres o cuatro días de ingreso hospitalario con menos de una decena.
Hasta septiembre, a los pacientes diabéticos de su unidad se les inyectaba la insulina con una jeringa subcutánea estéril y una aguja de un sólo uso. La aguja se pinchaba en la membrana de un bolígrafo, que es el recipiente donde se contiene la insulina, se inyectaba el contenido y se tiraba. Cuando el bolígrafo se agotaba, después de agotar sus 300 unidades, se desechaba.
“Un bolígrafo, un paciente”
Eso cambió cuando recibieron una nueva orden de la supervisora de planta: cada paciente debía tener su bolígrafo, con independencia de cuántas dosis requiriera. Al recibir el alta, los bolígrafos debían ser retirados, pero dos enfermeras decidieron guardarlos, y han reunido dos grandes bolsas de bolígrafos. En varias fotos publicadas en Twitter se observan varias decenas de bolígrafos y las bolsas. Estas enfermeras son sólo dos de las doce que hay en una sola planta del Hospital Regional de Málaga, que cuenta con un millar de camas.
Manuel Quero, delegado de SATSESATSE en el Hospital Regional, confirma que recibieron esta queja antes del verano. “Nos presentaron fotografías, le dimos forma y nosotros presentamos escrito a la gerencia, pidiendo explicaciones”, relata. La subdirección del hospital le respondió escuetamente, señalando que había evidencia científica de que la práctica “Un paciente, un bolígrafo” era más segura. Hace un par de días, SATSE volvió a recibir la queja, esta vez proveniente de otra unidad.
El Hospital explica que se trata de una novedad introducida por la Unidad de Endocrinología y Nutrición con el objetivo de “evitar errores de administración de los tratamientos”. “La implantación de esta práctica permite asegurar el uso correcto de las plumas de insulina, que no están preparadas para servir como viales multidosis, además de evitar el posible riesgo de transmisión de infecciones por virus como el VIH o hepatitis B y C”, explica el centro, que asegura que es también la práctica adoptada por el Virgen del Rocío (Sevilla) o el Costa del Sol (Marbella).
El uso de un bolígrafo (o pluma) por paciente también eliminaría, aseguran, los riesgos de contaminar el medicamento, errores de infra y sobredosificación y las sobreinfecciones de bacterias resistentes con origen hospitalario. Además, ofrece mayor seguridad al profesional, según el hospital.
Los argumentos del hospital
El hospital argumenta que “el cartucho o el depósito de la pluma se puede contaminar con la sangre del paciente y contagiar a otros aunque se cambie la aguja”. Es también la tesis de un artículo del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), que alerta contra la transmisión de heptatis C, VIH y otras enfermedades a través de los bolígrafos, que actuarían como reservorio y vector de transmisión de los virus. El texto apunta que algunas agujas permiten un pequeño reflujo de sangre al penetrar en la piel, lo que podría contaminar el bolígrafo. El mensaje del artículo es sencillo: “Un bolígrafo, un paciente”.
Sin embargo, Guillermo Vera aduce que el artículo parte de un supuesto que no ocurría: hasta entonces, en el Hospital Regional el bolígrafo sólo se usaba como recipiente del que extraer la insulina. No se le incorporaba una aguja desechable para inyectar la insulina directamente. “Así se suele usar en las casas, pero nunca en el hospital. Antes de esa orden, el bolígrafo nunca entraba en la habitación del paciente”, señala Vera. El enfermero lo sacaba de la nevera, introducía una aguja estéril y nueva cada vez, y volvía a guardarlo. “Nunca se pasaba de paciente a vial. Es imposible que haya contaminación cruzada”.
“Tú antes llevabas tu tarrito, y eso era para todos los pacientes. Según la pauta del médico, cogías una jeringa de un solo uso y cargabas las unidades que se necesitaran. Con un bote tenías para toda la planta y para dos semanas”, comenta Manuel Quero.
Hasta ahora, los bolígrafos cumplían la misma función del tarro, pero el hospital asegura que las plumas de insulina no están preparadas para servir como viales multidosis y está eliminando esa práctica, en línea con las recomendaciones del Institute for Safe Medication Practices y de la práctica habitual en algún otro país, como Reino Unido.
57,70 euros por la caja de cinco bolígrafos
Dos de las marcas más usadas en el hospital son Lantus (de laboratorios Sanofi) y Novorapid (Novo Nordisk). El precio de venta en farmacia de Lantus es de 57,70 por la caja de cinco bolígrafos, cada uno de los cuales lleva trescientas unidades. Las dosis suministradas a cada paciente pueden ser de varias unidades, según la glucemia del paciente. Novorapid también ofrece cinco bolígrafos por caja, cada uno con trescientas unidades, a 43,21 euros. Otra opción es usar jeringas estériles sobre un vial, cuyo coste es el caso de estos laboratorios es de 28,10 (Novorapid, 1.000 unidades) y de 38,47 (Lantus, 1.000 unidades). Ya vengan de bolígrafos o de viales, la unidad de insulina tiene un coste unitario de 0,028 euros (Novorapid) y de 0,038 (Lantus).
El Hospital asegura que “en la mayoría de las ocasiones (salvo cuando está prescrito tratamiento oral)” los pacientes usan este dispositivo en su casa y aprovechan la pluma que les han dado en el hospital, donde aprenden a usarla correctamente.
A los laboratorios les conviene que los pacientes vean sus bolígrafos en el hospital, porque crea recuerdo de marca y genera confianza, sobre todo en los recién diagnosticados. “Muchos pacientes ”debutan“ como diabéticos en el hospital. Ven el primero, y luego van a pedirlo a la farmacia”, comenta el enfermero.
“Hay gente a la que le cuesta pagarse la insulina”, lamenta Vera, que ha hecho público el asunto para denunciar la mala gestión económica y la “nefasta” gestión de los recursos públicos.