Fistrosofía para reivindicar el legado de Chiquito, el icono que trascendió el chiste
Fistrosofía. De fistro (“una palabra sexual del año 4 que nace en mí”) y el griego sophia (“lo que tiene sabiduría”). La fistrosofía es un modo de vida, una disciplina, una forma de estar y ver el mundo, según lo hizo su referente Chiquito de la Calzada (nacido Gregorio Sánchez). Un personaje que ofrece múltiples capas de análisis, desde su impacto en el lenguaje cotidiano a su significación sociológica, que trascienden la categoría de icono humorístico. Tanto, que esta semana se celebrarán las primeras jornadas dedicadas al “estudio y la reflexión en torno a la figura de Chiquito”. Se celebrará en La Térmica de Málaga y hace tiempo que las invitaciones se agotaron.
El I Ciclo de Fistrosofía, que va en serio, es una de las propuestas que este año trae Moments, el Festival Internacional de Subculturas Populares Contemporáneas y Artes Visuales, un festival que desde hace una década descubre la historia de las culturas urbanas apegadas a la filosofía do it yourself. Del punkrock, al skate, pasando por la fotografía callejera, el surf, el graffiti o el jazz. Y ahora, Chiquito.
Hace tiempo que Juanjo Moya, promotor del Moments, le daba vueltas a la idea de dedicar un espacio al humorista malagueño. “Este es un festival de las subculturas populares, que son las que surgen en la calle. Y no hay nada más popular que Chiquito”, resalta. El humorista se convirtió en referencia nacional, pero tiene una esencia malagueña que pasa desapercibida fuera de la ciudad. “Una especie de último mohicano, un tipo de malagueño que casi ha desaparecido. La punta del iceberg de una cultura cotidiana de esta ciudad, igual que las tienen otras ciudades”, señala.
La elección del nombre ya muestra la intención reivindicativa de sus ideólogos. “Queríamos un término deudor de su escuela, y que tuviera potencia, fuese original y lo reivindique no sólo como humorista, sino como personaje que dejó una impronta social”, explica Francisco Daniel Medina, poeta y novelista, y uno de los coordinadores del ciclo. “De ahí fistrosofía, porque tiene un impacto en la manera de hablar y hasta de pensar”.
Semilla de un nuevo tipo de humor
El propio Medina mantendrá una charla sobre el lenguaje de Chiquito con el MC malagueño Sergio Albarracín (Elphomega) titulada “La importancia de llamarse Lucas”. Ambos son del 75, amigos, y se dedican a amasar palabras: en paredes y rimas, en el caso de Elphomega, y en los libros de poemas y novelas que escribe Medina. De ahí que pongan el acento en la influencia en la forma de hablar y hasta de moverse que tuvo Chiquito en su generación: “Íbamos al B52 [un popular bar en pleno Centro de Málaga] y no parábamos: era todo el rato ¡fistro!, ¡pecador!”.
Durante años, aquello fue un no parar. Surgían deudores más o menos explícitos, como Florentino Fernández (al que Chiquito demandó) y otros que hicieron de su recurso al absurdo su punto de apoyo para crear un lenguaje también propio, como el humor manchego de La Hora Chanante. “Aunque en Chiquito muchas palabras eran inventadas, otras tenían que ver con la forma de hablar en su territorio. Hay vecinos y familiares que hablan así, y por eso los malagueños nos identificamos tanto con él”, apunta Natalia Meléndez (profesora de Periodismo y especializada en Humor), que analizará su legado humorístico con el ilustrador Ángel Idígoras.
“Él puso una semilla para hacer un humor que mantenía a la gente tan asombrada que acababa riéndose”. Al mismo tiempo, es posible que enterrara al cuentachistes clásico, porque empezó a importar más el viaje que el final.
Su influencia en la cultura popular es enorme y se mantiene a pesar de que el mito ya no lo sea tanto en las nuevas generaciones. En Málaga, hay parque, estatua, murales y hasta un semáforo dedicados a Chiquito. En las webs de coleccionistas todavía se venden tazos y pegatinas de chicle. Y las exposiciones, homenajes, libros, cameos en cómic y hasta en videojuegos se cuentan por decenas.
Dictadura, emigración, desarrollismo: “Chiquito contexto”
Chiquito nació en 1932 en la Calzada de la Trinidad, un popular y jaranero barrio malagueño, y falleció en 2017 en Huelin, un viejo barrio industrial hoy en el punto de vista de los inversores inmobiliarios. Es ahí, en una ciudad que se transforma al paso que le marcan la Guerra Civil, la posguerra, la dictadura (con su desarrollismo ulterior) y la apertura democrática, donde Rogelio López Cuenca quiere situar su ponencia, titulada “Chiquito Contexto”.
“Tendemos, cuando se habla de cualquier artista, a seguir el modelo de la exégesis del genio singular. Aquí, en su particular uso del lenguaje hablado. Pero hace tiempo que yo necesito defender un tipo de historia de la cultura que no se centre en héroes y hazañas. Pensar la cultura más como un proceso colectivo, necesariamente social”, explica López Cuenca (artista visual y Premio Nacional de Artes Plásticas 2022), que ha dedicado una parte clave de su obra a deconstruir el mito Picasso.
Su objetivo es ampliar el foco a las particularidades del uso del paródico del lenguaje, un recurso habitual de grupos silenciados, con el ejemplo claro del Carnaval. “Hay una retórica que los pobres notan que está diseñada para dejarte fuera”. Por ejemplo, el lenguaje jurídico. De eso se ríe Chiquito.
Su vida atraviesa un contexto. “La durísima posguerra, el escarmiento para las clases populares, la represión…”. Incluso su episodio en Japón, los meses que pasó allí de gira, tiene un significado que suele pasarse por alto: “Es la migración, es un proceso denigrante. Lo que pasa es que como él es artista flamenco… Pero es como si se va a una fábrica de coches”. Es el mismo Chiquito que en la madrugada de Torremolinos aguanta un rato más sobre el tablao por si aparece un señorito que le dé las 5.000 pesetas. En una de esas fiestas se produjo el encuentro con Carrie Fisher, entonces en la cumbre de su carrera como Princesa Leia.
Al final, esa historia vital entronca en Málaga con el desarrollismo, simbolizado por la prolongación de la Alameda atravesando El Perchel a fuerza de tirar lo que había. “Yo vi la demolición de ese barrio. Cuando llegué, aquello parecía un sainete de los Álvarez Quintero. Estaba lleno de tabernas con hombres pasando el día allí delirando, herederos de esa historia trágica. Diciendo chalaúras todo el día, haciendo parodia de un lenguaje incomprensible”, recuerda López Cuenca. “Ese espacio físico desapareció delante de nuestros ojos, y el proceso de turistificación es una continuación de la expropiación que empieza con la entrada de las tropas italianas en el 37. Una mecánica que debería estar definida como delito”.
El legado en Málaga
El legado de Chiquito pervive en el país, pero en Málaga tiene una fuerza especial. “Por entonces la gente se conocía”. Podía acudir al bautizo con su grupo flamenco, y podías cruzártelo en el barrio, recuerda Moya, que también dirige Staf Magazine desde 1995. Allí se publicó una de sus últimas entrevistas: “Era uno de nuestros sueños. Estuvimos dos horas hablando con él”.
La idea es prolongar este ciclo al menos un par de ediciones más. “Es un personaje poliédrico: cantaor, flamencólogo, humorista, actor. Es como cuando relees un clásico o vuelves a ver una película y redescubres algo”, dice Medina: “El ciclo ya no es para los que somos fans de Chiquito, que también sí, sino para reivindicar un personaje que creemos que debe seguir de actualidad. Que sirva para que las nuevas generaciones lo conozcan. Igual que reivindicamos a Picasso por revolucionar la pintura, Chiquito lo hace con el humor”.
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