La sesión olvidada de Taro y Capa con los brigadistas del frente de Málaga
14 de febrero de 1937. Andrei Friedmann (Budapest, 1913) y Gerta Pohorylle (Stuttgart, 1910) pisan Almería por primera vez. Su objetivo es documentar la huida de decenas de miles de malagueños de las tropas fascistas por la carretera que recorre la costa. Durante tres días, Friedmann (Robert Capa) y Pohorylle (Gerda Taro), que venían del frente de Córdoba, toman sus Leica para reflejar aquel desastre. Sin embargo, pronto la atención vira a lo que sucede en El Jarama y las fotos, especialmente las tomadas a lo largo de la carretera hasta Calahonda (Granada), caen en el olvido.
Estos días, una exposición recupera las fotografías que Capa y Taro tomaron como empotrados de las Brigadas Internacionales, en el esfuerzo de estas últimas por contener el avance fascista sobre la costa andaluza. Se denomina Taro y Capa en el Frente de Málaga. Las fotografías de las Brigadas Internacionales, está comisariada por Fernando Alcalde (de la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica 14 de abril Costa de Granada), y organizada por Contemporánea, Arte y Pensamiento y la UNIA, en cuya sede malagueña (en la Plaza de la Legión Española) podrá verse hasta el 31 de marzo.
Fotos ubicadas desde Aguadulce a Calahonda
La muestra se centra en las fotos del frente, tomadas muy probablemente el 16 de febrero de 1937. Entre el 14 y el 15, Capa y Taro realizaron dos series: una sobre los refugiados recién llegados a Almería, y otra sobre el acorazado Jaime I y su tripulación. El 16 deciden dar un paso al frente: empotrados con la Brigada Tschapaiew de la XIII Brigada Internacional, recorren la carretera desde Almería hasta Calahonda. Comunicarse no les sería difícil. Las brigadas se componían por afinidad lingüística, y entre 21 nacionalidades aquella incluía a los húngaros y alemanes.
Desde el miliciano que se afeita en la playa de Aguadulce a primera hora de la mañana hasta la mujer ante el letrero de Calahonda ya cayendo la tarde, la pareja recoge el día de los brigadistas que encuentran en el camino. “La iluminación de cada una de las fotos es compatible con que todas se hicieran el mismo día. Aguadulce a primera hora de la mañana, Castell de Ferro a media tarde y Calahonda al final de la tarde”, explica Alcalde, que ha echado muchas horas analizando cada detalle de cada instantánea.
Las fotos transmiten calma: un miliciano posa en la playa, otro fuma junto a una penca y algunos montan en burro. No son fotos de batalla. No hay muertos ni heridos. Aquí la guerra se siente como un rumor lejano. Todo está tranquilo y eso no es casual. “Tanto Taro como Capa son militantes”, comenta: “Vienen huyendo de Hungría y Alemania y trabajan para dos periódicos comunistas: Ce Soir y Regards. Tienen una vocación de compromiso con la República y las fotos tienen una intencionalidad: no solo el uso propagandístico, por supuesto, sino ya desde la captación de la imagen”.
Su experiencia como geólogo y espeleólogo fue muy útil para localizar cada uno de los lugares donde fue tomada la fotografía. La casa de Castell de Ferro, por ejemplo, todavía existe. Otras veces ha sido un pequeño cerro el que ha dado la clave. “Afortunadamente, me he recorrido esa sierra miles de veces”. Esa investigación se recoge en un montaje en el que se superponen las viejas fotos a la situación actual del lugar.
El uso propagandístico (y a veces erróneo) de las fotos de Capa y Taro
La segunda parte de la muestra se centra en el recorrido que tuvieron las fotos. El mayor hito es una orgullosa miliciana en la portada de Regards, firmada por Taro. Ilustra un reportaje de Simone Tery titulado Cuál fue la tragedia de Málaga. Éxodo en el horror de doscientas mil almas. Se trata de una foto con vocación propagandística, a contrapicado. “Para mí, esta foto es la República. Una mujer joven a caballo, desafiando con un mensaje: ”Han conquistado Málaga, pero la República está respondiendo, las mujeres las primeras“, comenta el comisario de la muestra. Es también una llamada a los hombres a regresar al frente.
Otro reportaje en Ce Soir asigna también correctamente las fotos al frente de Málaga. Pero es probable que los editores quedaran decepcionados: esperaban fotos de masas huyendo, pero solo les traen imágenes de milicianos y de los últimos desplazados. No impactan demasiado. A partir de entonces, las fotos pasan a ilustrar casi cualquier otro evento de la Guerra Civil y se produce una gran confusión con las imágenes de La Desbandá que llega hasta hoy.
En su libro Death in the making, el propio Capa atribuye al frente de Málaga imágenes tomadas en Cerro Muriano (Córdoba) en septiembre de 1936. Una portada usa una foto de los refugiados en La Chanca de Almería para referirse a Guernica. En otra se observa a uno de los milicianos del Batallón Tschapaiew en burro, supuestamente en el frente de Aragón. Otro confunde Málaga y Córdoba. Alguna acompaña un texto en francés de Ilya Ehrenburg, uno de los grandes propagandistas de Stalin. Por último, otras aparecen para ilustrar un reportaje de Arthur Koestler sobre la batalla de Málaga.
Y hay otro uso curioso: la muestra compara varias fotos de milicianos con los personajes de la adaptación cinematográfica de ¿Por quién doblan las campanas? (Sam Wood, 1943). No hay duda: Ernest Hemingway se inspiró en las fotos de su amigo Capa (a quien introdujo en Estados Unidos) para llevar sus personajes al cine. De hecho, una de las imágenes localizadas en el ICP tiene un texto extraído de una escena de la película.
Toda esta formidable confusión contribuyó durante décadas al desconocimiento de las fotos, las primeras que Capa y Taro firmaron cada uno con su propio seudónimo.
Dónde están las fotos
La Asociación 14 de abril lleva años tratando de cubrir los huecos desconocidos de La Desbandá. Cuando intentaban documentar la contraofensiva republicana y la participación de las Brigadas, se encontraron con una foto de Capa. Tiraron del hilo y encontraron una parte en el International Centre of Photography (ICP) de Nueva York, propietario de la colección de Capa a través de la Fundación Magnum. Otra parte estaba en los Cuadernos de guerra custodiados en Les Archives Nationales de Pierrefitte-Sur-Seine de París. Allí se guardan los contactos que vendían a las revistas, requisados por los colaboracionistas cuando París cae a manos de los nazis. Otra parte de ese mismo material acabó en la famosa “maleta mexicana” entregada por el ayudante de laboratorio al cónsul de aquel país.
El destino de los protagonistas de estas fotos fue cruel. Poco antes de lanzar la ofensiva para recuperar Motril, el batallón fue desplazado a La Alpujarra, donde se temía una envolvente. Los sufridos brigadistas alcanzan la falda del Mulhacén, donde sufren el crudo invierno de Sierra Nevada. “El batallón acaba hecho polvo, a 3.400 metros de altura, con un frío tremendo aquel año, sin equipamiento. Los manuscritos dan cuenta de gente con los dedos helados”, relata Alcalde.
No le fue mejor a los fotoperiodistas. Cinco meses después de firmar sus primeras fotos, ella murió aplastada por un tanque republicano en una operación de retirada. Capa murió reventado por una mina en Indochina en 1954. Además, el legado de Taro quedó eclipsado por la potencia del seudónimo al que se atribuyeron las fotos de ambos.
Alberti, encargado de reconocer el cadáver de Taro en El Escorial, los homenajeó con el poema en La arboleda perdida que cierra la exposición: “Mereceríais ahora, pequeña Gerda Taro y Robert Capa, un recuerdo visible en cualquier campo de batalla de entonces o en el tronco de cualquier pino de la sierra, para que sintiéramos ondear, aunque invisible, aquella pobre bandera tricolor que combatía por la paz mientras era atacada por los de la guerra”.
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