VIOLENCIA MACHISTA
La víctima del ataque con ácido vio cómo 'El Melillero' se reía “con satisfacción” mientras ella y su amiga se abrasaban
La principal incógnita por resolver en el juicio a José Arcadio D.N. (El Melillero) era hasta ahora saber quién ejecutó el plan para arrojar ácido sulfúrico a Sandra, que había mantenido una relación con él, y su amiga Cristina. Este lunes, dos testigos protegidos han dejado prácticamente resuelta la pregunta: ambos han declarado que vieron salir una mano del lado del piloto del coche. Hasta ahora, nadie ha negado que lo condujera José Arcadio, que desde el comienzo del juicio asegura que fue otro de los acusados, Juan José G., Poti, el autor material del ataque que estuvo a punto de acabar con la vida de Sandra. En una habitación contigua oculta por un biombo, la mujer ha relatado entre lágrimas las amenazas que recibía y la brutal agresión que sufrió. Segundos después del ataque lo vio reírse “con satisfacción”, ha dicho.
Aquel mediodía, su coche (un Mini blanco) y el de José Arcadio (un Volkswagen oscuro) se cruzaron en la calle Francisco Hernández de Cártama. La joven, que en enero de 2021 tenía 26 años, acababa de recoger a su amiga, y cruzarse nuevamente con su expareja la aterrorizó. “Entré en pánico. Le dije ”están ahí, están ahí“. En cuestión de segundos sentí que algo me caía, y que quemaba mucho”, ha contado, antes de interrumpirse por la emoción. “Cuando nos bajamos a pedir auxilio vi a José Arcadio dentro del coche. Me quedé mirándole y no sé si llegue a verbalizar por qué me hacía eso”, ha contado la joven.
En su escrito de acusación (que podrá revisar al final del juicio), la Fiscalía pide que se condene a José Arcadio a 51 años y seis meses de prisión por los presuntos delitos de dos asesinatos (en grado de tentativa), pertenencia a organización criminal, dos de amenazas graves, dos de acoso y un delito de maltrato habitual. Para Juan José solicita 21 años y cuatro meses de cárcel. Los otros cuatro están acusados de colaborar para proporcionar el ácido o facilitar la huida de El Melillero, por lo que Fiscalía pide 19 años de prisión por asesinato en grado de tentativa y pertenencia a organización criminal.
“Del lado del conductor salió una mano con una bolsa blanca”
Ni Sandra ni su amiga, que en ese momento iba consultando su teléfono, vieron quién arrojaba el líquido. Pero dos testigos, que pasaban por el lugar en aquel momento, han coincidido en asegurar que la mano salió de la ventanilla del lado del piloto, y que aprovechó una abertura de unos veinte centímetros en la ventanilla de Sandra para rociar el líquido hacia el interior.
“Del lado del conductor del coche negro salió una mano con una bolsa blanca”, ha relatado el primero: “Y echó algo de una botella a la ventana del conductor. Automáticamente salió derrapando. Del coche blanco se bajó la conductora y la que iba al lado. Decían ”me quemo, me quemo“. La ropa era como si fuese plástico”. El segundo, que ha declarado lo mismo, ha añadido que los dos coches estarían a medio metro y que vio cómo en el coche negro había dos personas.
La declaración coincidente de los dos testigos protegidos, unida al hecho de que las dos víctimas han declarado que conducía José Arcadio (y nadie lo ha negado), hace recaer sobre el Melillero no solo la responsabilidad de planear la agresión contra su exnovia (“un susto”, lo definió él la semana pasada) sino de ejecutarla.
Hasta ahora, la Fiscalía ha sostenido que José Arcadio ordenó a Juan José G., alias Poti, que se bajara del coche y arrojara el líquido. Se basaba en el atestado policial y en las declaraciones ante el juzgado de instrucción. Pero Poti, que había asumido esta versión, la negó el pasado lunes para descargar toda la responsabilidad en El Melillero. Hoy los dos testigos han indicado que no vieron a nadie bajarse del Volkswagen, y sí una mano salir del coche y lanzar el líquido corrosivo desde una botella envuelta en una bolsa de plástico. Tras hacerlo, el coche salió a toda velocidad y el conductor dejó caer la botella.
Amenazas, vejaciones y golpes
Desde una sala contigua, Sandra ha enmarcado el ataque en un contexto de obsesión, amenazas y vejaciones que se habían recrudecido desde principios de diciembre, cuando ella decidió poner fin a una relación de unos cinco meses. “Tenía necesidad de saber qué hacía en todo momento. Tuve que irme a vivir con él porque me amenazaba, no porque quisiera. Si salía con mi amiga me escribía todo el rato. Que dónde estaba”, ha contado.
Ella había empezado a salir porque ya no tenía que estudiar tanto. Eso a él no le gustaba. La insultaba y llegó a golpearle en alguna ocasión mientras dormía en el sofá. “Otra vez estaba recostada en la cama, vio que tenía el móvil en la mano y se abalanzó hacia mí. Me intentó estrangular para quitarme el móvil”, ha narrado ella, que no llegó a interponer una denuncia. “Me dijo que si lo hacía no solo iba a matarme a mí, sino también a mi familia”.
Cuando terminó la relación, Sandra cambió de número de teléfono y se fue a vivir a Cártama con su amiga Cristina, con quien pasaba casi todo el día. De esta forma se sentía más segura. Pero todo eso no parecía servir: las amenazas le liegaban por Instagram y se reprodujeron incluso en presencia de su amiga, a la que también amenazó de muerte, según ha contado esta. Lo peor para ellas es que José Arcadio aparecía en los lugares más insospechados: en una gasolinera de la autovía, en Cártama...
El hombre había colocado dos balizas bajo los vehículos de Sandra y de Cristina. Así consiguió localizarlas el día del ataque y la noche anterior, cuando les había cortado el paso mientras buscaban aparcamiento, mientras le exigía a gritos que bajara la ventana, según ha contado la mujer. Entonces, mirando al copiloto le había advertido: “Este se va a encargar de ti. Y decía te voy a matar mientras se pasaba el dedo por el cuello”. Un día después se produjo el ataque.
La mujer, en una sala contigua y oculta además por un biombo, ha contado las secuelas de la agresión que casi la mata. 12 intervenciones quirúrgicas mientras estuvo ingresada, otras seis después, y las que le quedan. “Tengo otras pendientes y secuelas de por vida”. Sufrió quemaduras en el 45% de su cuerpo y el escrito de acusación recoge múltiples limitaciones de movilidad y 30 cicatrices. Su amiga Cristina sufrió quemaduras en el 20% de su cuerpo y sufrió dos operaciones. Ambas han pasado este lunes por el doloroso trago de recordar aquel calvario.
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