Maro, la playa que se esconde en las rocas
Verano Azul quedó marcado a fuego en la memoria colectiva de una generación de españoles. Y con la serie, Nerja y sus playas. O, más bien, Maro y sus playas, porque parte de la producción de Antonio Mercero se rodó en parajes de Maro, una pedanía del municipio nerjeño. Enclavado en pleno Paraje Natural, apenas cuenta con 800 habitantes y un puñado de casas blancas. Eso y varias playas y calas que están entre las más valoradas de la provincia por quienes buscan algo más que el turismo de chiringuito y tumbona.
El Paraje Natural Acantilados de Maro – Cerro Gordo se extiende a los municipios de Nerja (Málaga) y Almuñécar (Granada). Los acantilados abruptos cubren la espalda de las playas y las calas, estrechas y cortas. La Sierra de Tejeda y Almijara muere en el agua. Más allá, hacia el mar, hay toda una fauna marina, muy apreciada por los buceadores: sobre una pradera de posidonias reposan anémonas, corales, esponjas, meros y morenas. Hay también grutas y cuevas marinas, para buceadores más experimentados, que tienen, eso sí, prohibida la pesca.
Como la sierra se hunde en el mar, apenas deja margen para las playas y las calas, a los pies de acantilados y riscos, que se alzan en un desnivel de casi cien metros. Así que para llegar a las playas de la Caleta o a la de Maro hay que bajar por una carretera estrecha que atraviesa invernaderos y antiguos cultivos de caña de azúcar. En el camino queda a un lado el antiguo ingenio, la vieja fábrica de azúcar de los marqueses de Larios hoy en ruinas. La Torre Vigía, en cambio, está en mejor estado, y desde allí se puede disfrutar de las mejores vistas del conjunto.
Pero quizá la joya de esta corona escarpada de riscos y roquedales marinos sea la Cala del Cañuelo. Un microbús recoge a los visitantes junto al aparcamiento y los deja junto a la playa, porque el acceso con vehículos particulares está vedado. Al final del trayecto espera una cala escondida, como oculta entre los pinos. El Cañuelo mide unos 350 metros, con unos 10 de anchura.
La Cala del Cañuelo es habitualmente tranquila (no esperen tranquilidad durante un fin de semana de agosto, en ninguna playa), en parte porque lo abrupto del terreno dificulta el acceso. No se debe esperar la fina arena de las playas del Poniente (el terreno es de guijarros), pero sí otras muchas cosas: agua cristalina y, a la espalda, una masa verde que parece a punto de desparramarse sobre el azul del mar. Entre medias, solo una fina franja de playa separa verde y azul. Y eso, en Málaga, es toda una rareza.