Un banquete en el barro de 'La Isla Mínima'
La marisma del río Guadalquivir sirve de privilegiada y abundante despensa para la diversa fauna que discurre por las tierras más al sur de la provincia sevillana. El rincón acuático posa durante meses como un vergel, anegado para dar vida al mayor arrozal de la península ibérica. Pero cuando culmina la siega, el cultivo del cereal tiene preparado un suculento festín a las aves que sortean los vientos del parque nacional de Doñana.
El tractor, ataviado por unas inmensas ruedas metálicas, remueve el fango y la paja. Con el agua cenagosa, forma una pastosa tierra casi movediza que servirá de futuro abono. Alimento para el nuevo arroz, para una nueva campaña que da vida a Isla Mayor, la antigua Villafranco del Guadalquivir que retrata la exitosa película La Isla Mínima.
Las pesadas máquinas, que sortean a base de fuerza la atracción imantada del pantano, dejan tras de sí un rastro que es uno de los banquetes anuales para los pájaros. Un espectáculo colosal al fundirse con el paisaje único de la planicie marismeña. “Un horizonte que no es sino la repetición obstinada del sentido lineal del horizonte”, que dijera el escritor gaditano José Manuel Caballero Bonald.
“El fangueo se suele realizar desde finales de la recolección hasta últimos de noviembre, generalmente”, explica Maribel Olivares, isleña y autora de las fotografías que ilustran esta información. Aunque hay agricultores, continúa, “que no fanguean hasta que no desaguan las tablas de arroz, sobre mediados de enero”.
Sevilla posee el mayor arrozal de España. Y el segundo de Europa, solo superado por Italia y la provincia piamontesa de Vercelli. Tierras que no solo producen un apreciado cereal, sino que dibujan “preciosos reflejos que se producen cuando el agua está en calma total”, dice Olivares.
Magia, casi. El marjal duplicando la realidad. Hasta enero, la tierra deja el espejo acuático que regresa en primavera, cuando el añejo pantanal vuelve a anegarse para una nueva siembra. Y las puestas de sol… Una de las razones por las que Steven Spielberg eligiera en 1987 rodar en la marisma del Guadalquivir El Imperio del Sol.
“En los arrozales de Isla Mayor ya casi no se ven cosechadoras, pero los tractores fangueadores continúan atrayendo una gran cantidad de aves”, explica Maribel Olivares. En redes sociales cuenta el devenir del cultivo y de la marisma, con un aporte documental fotográfico que elaboró durante años su propio padre, Antonio Olivares, y cuenta en blanco y negro lo que fue la construcción de aquella indómita isla del Guadalquivir. “Si tienes la suerte de dar con un tractor”, recomienda, “tienes la mañana o la tarde aseguradas”.