De territorio de paso a residencia habitual
Una región geográficamente similar en extensión a países como la vecina Portugal, y superior en habitantes a Suiza, Dinamarca, Irlanda o Noruega, da para mucho. La dinámica del progresivo envejecimiento de la población, debido al aumento en la esperanza de vida, y la mejora de las infraestructuras para el transporte, contrastan, en cambio, con el hecho de que la estructura demográfica se haya rejuvenecido como consecuencia de la llegada de inmigrantes jóvenes, y de que la población siga concentrándose en determinadas zonas frente a otras.
De cualquier forma, las peculiaridades que encierra todo un perímetro de 2.194 kilómetros de longitud (unos 900 de costa) son múltiples. Factores históricos, geográficos y económicos que han derivado en una sociedad más urbana y heterogénea, con una población con posibilidades de permanente cambio. Las personas constituyen el principal recurso. En el último decenio, Andalucía ha crecido en algo más de un millón de habitantes (un 13,8%, algo por debajo de la media nacional, que es del 14,6%), si bien sitúa a dos provincias entre las ocho que más crecen (Almería y Málaga).
Y es que los municipios costeros y las grandes aglomeraciones urbanas se llevan la palma en cuanto a crecimiento. Cádiz, como excepción, y por sus limitadas características geográficas, es el municipio de España que más habitantes ha perdido en términos absolutos en los últimos diez años (casi 10.000). Si bien se aprecia mayor sangría en municipios de la zona norte de la región, y en gran parte de la zona oriental. Este mapa muestra claramente la reciente evolución de la distribución de la población en Andalucía desde el comienzo del nuevo siglo:
En este sentido, cabe destacar que ‘la vuelta al campo’ de la que se habla en los últimos años obedece más a un mito que a una realidad contrastable. “Pueden registrarse casos, pero no son representativos”, opina Josefina Cruz Villalón, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla, quien añade que “son las políticas públicas activas a favor del desarrollo rural, y las inversiones en infraestructuras y equipamientos, las que consiguen mantener cierto equilibrio territorial”.
Ha sido la transferencia de población desde los núcleos más pequeños a los de mayores dimensiones (o éxodo rural), la que ha generado que la población andaluza sea eminentemente urbana (el 80% en municipios de más de 10.000 habitantes) y se concentre en el valle del Guadalquivir y en la costa. En detrimento de las serranías del interior y de las áreas rurales, los mayores incrementos de población se han dado en municipios de tamaño intermedio, a lo largo de todo el litoral y en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades. De forma mayoritaria también, los flujos migratorios procedentes del exterior se han localizado en estas zonas, contribuyendo así a aumentar las diferencias entre las áreas rurales e interiores, y las del litoral y las metropolitanas.
Las tendencias en Andalucía “son relativamente claras en cuanto a movimientos poblacionales”, dirigidas al “decrecimiento de los municipios medios y de baja población, y al incremento de habitantes en las ciudades intermedias”, señala Manuel Pérez Yruela, profesor de investigación de Sociología en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC). “Coetáneo a los fuertes flujos emigratorios de los 60-70, que expulsaron población andaluza hacia otras regiones españoles y países europeos, la transferencia de población andaluza desde los núcleos más pequeños a los de mayores dimensiones, desde sus zonas rurales a las urbanas, es un proceso que tiende a acentuarse”, apunta Cruz Villalón.
Destino principal de dos inmigraciones.
Durante todo el siglo XX, hasta la década de los 70, Andalucía registraba un saldo migratorio (la diferencia entre las personas que entran y las que se van) de carácter negativo. Entre 1940 y 1980 ese balance registró una pérdida de casi dos millones de personas.
En los años 80, por vez primera, Andalucía experimentaba en positivo dicho saldo. De región de emigrantes a receptora neta: son más los que llegan que los que se van. Inicialmente, Andalucía era receptora neta de inmigrantes procedentes del resto de España, pero progresivamente se ha ido incrementando el número de extranjeros que se instalan en nuestra región. El punto máximo se alcanzó en 2007, con un saldo migratorio de extranjeros empadronados en Andalucía de 87.872 personas. La presencia selectiva en determinadas áreas (ciudades y litoral) frente a otras (interior y áreas rurales) hace que el fenómeno sea aún más visible. Entre 2002 y 2008, la población extranjera en Andalucía creció a un ritmo anual de casi el 20%, mientras que la de nacionalidad española lo hacía al 0,7%. La crisis, entre otras cosas, ha variado el signo del saldo migratorio. Habría que plantearse si estamos al final de un corto ciclo respecto a la inmigración en Andalucía.
Casi 660.000 extranjeros, según los últimos datos oficiales de 2011, residen en Andalucía, con un incremento del 270% respecto a la cifra diez años atrás. Las tres nacionalidades con mayor presencia son marroquí (17,7%), británica (14,5%) y rumana (14,2%). A cierta distancia se sitúan los alemanes (3,3%) y colombianos (3%). La población extranjera ejerce, por otro lado, un efecto rejuvenecedor en la comunidad autónoma ya que más del 43% tiene entre 20 y 39 años.
La inmigración se dirige sobre todo al litoral y a las áreas metropolitanas, contribuyendo al desequilibrio poblacional, diferenciándose entre dos colectivos por su origen, nivel socioeconómico y actividad. Por una parte, población europea (alemanes y británicos sobre todo), establecidos en el litoral mediterráneo, en busca de sol y menor coste de vida. Los inmigrantes climáticos suponen un tercio de los extranjeros residentes en Andalucía y en una alta proporción son jubilados. inmigrantes climáticosPor otro lado, están los trabajadores sudamericanos, norteafricanos o asiáticos, llegados en busca de mejores oportunidades de trabajo y nivel de vida. Andalucía, de territorio de paso a residencia habitual.
De nuevo Almería y Málaga, en virtud principalmente del inmigrante climático en el segundo caso, se encuentran entre las nueve provincias nacionales con mayor porcentaje de extranjeros, concretamente un 20% y un 15,4%, respectivamente. Huelva, por su parte, es la tercera provincia de España con mayor crecimiento en número de extranjeros en los últimos años (un 489% más), mientras que la mitad de las provincias andaluzas (Sevilla, Cádiz, Jaén y Córdoba) se integran en el top ten con menor porcentaje de población extranjera entre sus residentes. Situándonos de nuevo en el mapa:
Por otra parte, el volumen de personas que en 2012 lograron atravesar la frontera sur y entrar en España impresiona: unos 6.000 inmigrantes más que el año anterior (14.944 en 2012, 8.867 en 2011) fueron interceptados por España, Marruecos y Argelia, incluidos los detenidos saltando las vallas de Ceuta y Melilla, cuando intentaban entrar clandestinamente en Europa. La crisis del mundo occidental sigue sin ser impedimento ni obstáculo para que miles de subsaharianos, magrebíes o argelinos continúen tratando de cruzar al sueño europeo por la Península Ibérica, el Levante, Baleares o Canarias, según el informe ‘Derechos Humanos en la Frontera Sur’ que elabora anualmente la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).
De esta cifra total, casi la mitad de los inmigrantes (6.992) logró atravesar los límites fronterizos y entrar en España, si bien luego fueron detenidos. Este dato se mantiene en niveles similares a los del año anterior, tan sólo 150 personas más que durante el año 2011 (6.855). El perfil: hombre (en el 87% de los casos) y subsahariano (56%) que trata de entrar en el país mediante patera o neumática (69%). Destaca un incremento de las personas de origen argelino (un 20%del total respecto al 10% del año anterior), que ha entrado tanto en Ceuta como sobre todo en Melilla, o se han dirigido a las costas de Almería y Levante, según se desprende del informe de APDHA.