Una década seca hunde las poblaciones de la mayoría de especies de Doñana
“Todas las especies tienen un límite”. La advertencia lleva la firma del director de la Estación Biológica de Doñana, Eloy Revilla, que dibuja un paisaje no precisamente alentador a la hora de describir un parque natural que acumula una década de sequía y con un 2022 que va camino de convertirse en uno de los más secos en muchísimos años. Esto se traduce en un hundimiento acelerado de las poblaciones de la mayoría de especies que dan su riqueza a Doñana, un enclave que en principio no parece que vaya a perder su importante papel de refugio sobre todo para las aves migratorias, pero que con el paso de los años será diferente al actual “en tipos de especies y número de individuos”.
“No somos conscientes de la situación”, apostilla Revilla, aunque queda bien definida en el Programa de Seguimiento de Procesos Naturales de 2021 y tiene su toque de atención más espectacular en las aves acuáticas. Si ya se había avanzado el dato de que el número de ejemplares en la última invernada se redujo a la mitad, la cifra es todavía más dramática si nos atenemos al censo aéreo que (cada año desde la década de los 70) se realiza para monitorizar la presencia de estos pájaros, y el resultado es demoledor: se ha pasado de 470.000 individuos en 2021 a sólo 87.500 este año, un hundimiento del 81% que es el más grave de los últimos 40 años.
Los estudios llaman la atención sobre el agravamiento de especies en peligro, como la cerceta pardilla, que ha sufrido un descenso “moderado”, aunque peor es la situación de una malvasía cabeciblanca que ha registrado una caída “brusca”. De hecho, en 2021 no se detectaron crías, fruto de las malas condiciones hídricas de la marisma por la “gravísima escasez de lluvias”, incide el estudio. También a la baja están especies migrantes como el petirrojo europeo, la curruca capirotada, la curruca mosquitera, el papamoscas cerrojillo y el mosquitero musical, todos con una “tendencia moderada descendente”. Sólo se escapa el mosquitero común, que ha estabilizado su población.
Reptiles, anfibios, rapaces...
Esta cuesta abajo la comparten también buena parte de los reptiles, como las dos especies de galápagos nativas de Doñana (el leproso y el europeo) y las lagartijas, algunas de las cuales han sufrido un fuerte declive. Lo mismo le ocurre a los anfibios y al conejo, que sigue sin levantar cabeza tras sufrir dos epidemias, lo que tiene su traslación en el precario equilibrio del águila imperial y el milano real. “Su situación es mala, pero se habrían extinguido sin el manejo” de los científicos para, por ejemplo, facilitarles alimento, resalta el director de la Estación Biológica, organismo adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Sin agua no hay animales, resume de manera prosaica Revilla, que pone el ejemplo de las propias aves acuáticas: “O se van a otros lugares o se pasan un año sin reproducirse”, todo ello un efecto colateral de una sequía a la que tenemos que ir acostumbrándonos porque los escenarios de futuro no son halagüeños. Esto implica que la tendencia para los próximos años es a la baja, tanto en especies como en individuos. En este contexto, insiste en que “no tiene sentido la regularización de regadíos” en el entorno de Doñana que el nuevo Gobierno andaluz se ha comprometido a resucitar tras decaer la proposición de ley original con el adelanto electoral.
Los carnívoros, los que mejor están
Los que mejor están capeando esta falta de recursos hídricos son los ciervos y, curiosamente, la tortuga mora, que tiene en Doñana una de las dos únicas poblaciones que hay en la España peninsular. Las siete especies de carnívoros que viven en el parque también presentan en general un buen estado de conservación, incluyendo al lince y con el zorro en cabeza, seguido por el tejón y el meloncillo, aunque tampoco le va mal al gato montés/doméstico, a la gineta y a la nutria. También prosperan (aunque en este caso es algo negativo) especies invasoras como la hormiga argentina y el pez gato, aunque en cambio se ha registrado un retroceso de la vinagrera, una planta que ha obligado a tomar medidas de erradicación.
Con todo, Eloy Revilla ha intentado no lanzar un mensaje excesivamente pesimista, aunque sí lo es con el estado de la cerceta pardilla o de las lagunas temporales. Sí es más optimista en cambio con la situación de la marisma, aunque incide sobre todo en que los datos del estudio “son una alerta temprana” para ponerse manos a la obra antes de que las cosas empeoren. “Hay que actuar, no es cuestión de ser pesimistas”.
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