Una investigación detecta pesticidas prohibidos en las aguas de Doñana y alerta de su riesgo para la vida acuática
El problema fundamental de Doñana es con el agua, porque hay poca, porque el acuífero que lo sustenta está en muy malas condiciones y porque las proyecciones que trae el cambio climático apuntan a que la cosa va a ir a peor. Pero la cuestión no es sólo de cantidad, sino también de calidad, y así lo pone de manifiesto una investigación que ha detectado la presencia generalizada de pesticidas –algunos prohibidos desde hace años– en las aguas y sedimentos del espacio natural. Esto implica “un riesgo alto para los organismos acuáticos y afecta a la cadena trófica”, además de estar detrás de las “pérdidas significativas” de huevos de aves que no llegan a eclosionar.
La afirmación lleva la firma de Ethel Eljarrat, responsable principal del estudio Impacto de las actividades agrícolas en la fauna de los parques nacionales, que adelanta que “la situación no es alarmante, pero no es la ideal para un espacio protegido”. Investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea), organismo adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Eljarrat apunta que la presencia de estos pesticidas es habitual en zonas agrícolas como es el entorno de Doñana, pero los parámetros son más altos por ejemplo que en las Tablas de Daimiel, otro de los escenarios analizados en una investigación que está pendiente de publicación.
El estudio ha buscado sobre todo el rastro de los fungicidas más hidrofóbicos, que al disolverse con más dificultad “tienen mayor capacidad para entrar y acelerarse en el organismo de los seres vivos”. Para ello se tomaron muestras tanto de agua como de suelo en áreas de invernaderos, viñedos, olivares, arrozales y en la marisma, y en todas ellas se detectó la presencia de pesticidas. “Esto es normal en zonas de actividad agrícola, el problema es que hablamos de un espacio protegido y que está afectando a los seres vivos que habitan ahí”, de ahí que abogue por reforzar la labor inspectora para un mayor control de estos contaminantes dados sus efectos tóxicos.
Todavía rastros de DDT
El trabajo ha constatado restos de organoclorados como el DDT y sus derivados, prohibidos en España desde 1978, aunque no parecen haberse usado recientemente en Doñana. “Hubo un problema claro con estos pesticidas hace décadas y a día de hoy los niveles todavía son elevados ” dada su longevidad. Por eso, insta a poner el foco en el uso de otros productos “que se están acumulando cada vez más”.
En este sentido, el estudio refrenda la presencia de hasta seis pesticidas prohibidos por la Unión Europea desde 2009, como los clorpirifos. Se han encontrado en muestras de agua que se tomaron en 2020 y, si se tiene en cuenta que no tienen la capacidad para seguir presentes once años después de su uso, esto “indica claramente que alguien los ha utilizado”, lo que supondría una práctica ilegal. También es habitual encontrar otros productos que no se pueden usar desde 2022, como oxadiazón, bifentrina y otras cinco clases más.
Al analizar la contaminación del agua en Doñana por estas causas, Eljarrat señala que no hay diferencias sensibles entre las distintas zonas de cultivo, aunque en los sedimentos sí se han detectado mayores concentraciones en el arrozal y se aprecia la huella de los organoclorados (DDT). “Creemos que se utilizaron hace años pero son muy persistentes, no creemos que sea contaminación actual”, apunta, además de recordar que “es un problema que no se soluciona al dejar de aplicarlos”.
Huevos de aves que no se desarrollan
En general, en todas las zonas de cultivo los más presentes son los piretroides, “cuyo factor de bioacumulación es más bajo que el de los organoclorados, lo que significa que no son tan tóxicos pero no son inocuos”. De hecho, con el paso de los años se ha comprobado que se acumulan en los organismos, “no son tan ideales como parecían”.
Otra parte del estudio se centra en verificar los niveles de pesticidas en los huevos infértiles de aves, para lo que se han tomado muestras de milano negro, águila calzada, cigüeña blanca y garza imperial, con el resultado de que también hay todavía una “contaminación muy marcada” por DDT y derivados. La presencia de agentes tóxicos propicia un adelgazamiento de la cáscara, lo que se traduce en “pérdidas significativas y un descenso significativo de las poblaciones”. Con el paso de los años (se han analizado huevos desde 2000 a 2020) se aprecia una disminución de los niveles de DDT, al tiempo que empiezan a estar muy presentes los piretroides.
En resumen, y con todos estos datos en la mano, Eljarrat apuesta por un aumento de las inspecciones para evitar el uso de productos prohibidos. “En Doñana hay una controversia por la falta de agua, pero no hay que olvidarse de la calidad”, sostiene, un control de contaminantes que a su juicio hay que extremar en zonas protegidas. Y es que, en cuanto a la calidad de las aguas, considera que con Doñana “se puso mucho énfasis después del vertido de Aznalcóllar, pero ahora parece que se han olvidado”.
“Hay que atajar estos niveles altos”
Por su parte, Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana (organismo también adscrito al CSIC), reconoce que este estudio “demuestra que hay un problema con los pesticidas, que hay que atajar estos niveles altos y que hay que establecer controles”. “Los resultados son muy contundentes”, admite, al tiempo que advierte de que esta situación puede tener un impacto negativo “en el medio ambiente y en el valor de los productos agrícolas”. Como ejemplo, pone lo que podría ocurrir si en alguno de los principales países importadores de la fruta de esta zona se hiciera un análisis que detectara un nivel alto de estos pesticidas, “tendríamos un problema enorme”.
Desde Ecologistas en Acción, Juan Romero, representante de la organización en el Consejo de Participación de Doñana, llama la atención sobre el potencial nocivo y contaminante de unos productos “que han retirado del mercado pero que se siguen usando porque son muy efectivos para el control de plagas”. A ello une que, cualitativamente, el estado químico de las aguas de Doñana “está muy deteriorado”, dos indicadores que a su juicio lo que vienen es a hablar de la presión agrícola en el entorno del paraje natural.
“Se está primando el interés privado sobre el público, que es superior y está por encima de todo, porque además Doñana es patrimonio de la humanidad”, y de paso lamenta que “el tema de los plaguicidas clama al cielo” porque ahonda en la pérdida de biodiversidad. “O en Doñana hay una reconversión agrícola, centrándose en una producción ecológica, o Doñana no tiene futuro”.
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