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'Rumbo al ecocidio', una guía para cambiar el destino de la humanidad: “Hay un riesgo más real que nunca de desaparición de la especie humana”

José Esquinas ha dedicado 30 años de su trayectoria profesional a combatir el hambre

Sara Rojas

Andalucía —
4 de octubre de 2023 20:28 h

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Un piloto conduce un avión y en un momento dado, se pierde. Entonces, se dirige a los pasajeros para informarles de la situación con un mensaje tranquilizador: “Señoras y señores, nos hemos perdido. Pero no se preocupen, mantenemos una velocidad excelente”.

Este chascarrillo que le contaban de pequeño a José Esquinas (Ciudad Real, 1945) se antoja hoy una funesta premonición. “En esas estamos, pasajeros del planeta Tierra”, advierte ahora este ingeniero agrónomo, profesor e investigador que ha trabajado durante 30 años en la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y ha publicado recientemente Rumbo al ecocidio (Espasa), escrito con las manos de la reportera Mónica G. Prieto y “con dos cabezas, la suya y la mía”, en palabras de este científico. 

En efecto, el libro recoge que la sociedad avanza “más rápido que nunca”, merced a la capacidad técnica y científica que ha desarrollado el ser humano en las últimas décadas con objeto de satisfacer sus necesidades, pero sobre todo, “sus caprichos”. Y lo hace sorteando la pregunta de “quién conduce la nave” y, lo que es más importante, “hacia qué futuro nos dirigimos”, aun cuando ese destino es compartido por el conjunto de la humanidad, como reseña su autor en conversación con elDiario.es Andalucía: “O nos salvamos todos o perecemos juntos”.

Enfrentarnos a tamaña disyuntiva en este momento es pertinente porque “aún no es tarde”, pero podría serlo pronto. El problema, a ojos de este experto profundamente preocupado por el cambio climático y las generaciones futuras, es que desde hace años son los instrumentos —el mercado, la ciencia y la tecnología— los que pilotan la nave y conducen así a la humanidad hacia la sexta extinción. “La única provocada por el ser humano”, como apostilla el autor de este libro que sirve de alerta y de llamada a la acción, ejerciendo de revulsivo capaz de agitar y despertar conciencias.

Por eso, parafraseando al humanista, médico y escritor francés François Rabelais, Esquinas sostiene que “la ciencia sin conciencia es la ruina del alma”. Y aboga así por recurrir a la ética como brújula que guíe el cambio que precisa el planeta. “Si usamos la capacidad que tenemos de incidir en los equilibrios planetarios en armonía con el medioambiente, con la naturaleza y el entorno, podremos transformar hoy la Tierra en un paraíso; pero si la usamos mal, la convertimos en un infierno, que es lo que ya está ocurriendo”, explica quien presidió durante una década el Comité de Ética de la FAO, en referencia a los superincendios, riadas y episodios de calor extremo cada vez más frecuentes, fruto de los “desequilibrios” que ha provocado “la voracidad de las grandes empresas”, y que se esconden detrás del cambio climático.

Objetivo: frenar “la amenaza a nuestra superviviencia”

“En esa dinámica infernal nos encontramos en estos momentos”, expone el autor de Rumbo al ecocidio, aludiendo al hecho de que el ser humano “en su uso y abuso” de los recursos naturales —limitados y perecederos— ha provocado una serie de “procesos perversos de destrucción de equilibrios y ciclos naturales que se retroalimentan y van in crecendo”.

Todo ello es lo que conduce al ecocidio, o lo que es lo mismo, a los “daños irreversibles a la naturaleza” que terminarán “matando el ecosistema” (o sea, la vida) y que “sólo el ser humano puede resolverlos”. De ahí que el diagnóstico de este hijo y nieto de agricultores —reconocido con el premio de la FAO por su trayectoria personal en el lucha contra el hambre— sea que más allá de una crisis climática, financiera o económica, lo que compromete el futuro de la especie humana en la Tierra es una “crisis de valores”.

Precisamente, ese problema “de ética y de responsabilidad” es lo que retrata el nuevo libro de Esquinas, donde profundiza en las causas de una forma didáctica y accesible para el público general, al que invita a tomar acción en las soluciones que él mismo propone. Así pues, a lo largo de estas páginas, con el rigor de los datos y el valor de su vasta experiencia, el también doctor en Genética examina el corazón del propio sistema socioeconómico y político actual, a fin de identificar sus patologías “intrínsecas”.

El actual sistema agroalimentario mundial produce un 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse, mientras que 800 millones de personas pasan hambre y unas 35.000 mueren al día por inanición o como consecuencia de la malnutrición

Y así, es capaz de determinar que “la ambición” desmedida de las multinacionales, el “hiperconsumismo” en que se cimenta el sistema o la visión cortoplacista que insufla la mercantilización y especulación de las materias primas han dinamitado los equilibrios y ciclos de la naturaleza, condenando a un mundo de “recursos finitos y cada vez más limitados” al riesgo “más real que nunca de desaparición de la propia especie humana”, según advierte este experto.

Contradicciones del sistema

Además de un exhaustivo conocimiento sobre el funcionamiento y las contradicciones del sistema, Esquinas irradia sensibilidad por el devenir del planeta y, sobre todo, por las generaciones futuras. Su “papel fundamental” en la FAO lo llevó a recorrer más de 120 países (buena parte de ellos, en desarrollo) y a conocer de primera mano “el sufrimiento, el hambre, la pobreza, los desastres y los millones de muertos” que está provocando el cambio climático.

A esa realidad empírica, que pudo constatar y refrendar con cifras tras décadas de investigación, le siguió un profundo ejercicio de reflexión, de preguntarse “¿cómo puede estar pasando?”. Se refiere —entre otras paradojas escandalosas a la luz de los datos— a que el actual sistema agroalimentario mundial produzca un 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse, mientras que 800 millones de personas pasan hambre y unas 35.000 mueren al día por inanición o como consecuencia de la malnutrición. Cifras que “han aumentado en las últimas tres décadas, a pesar de los grandes avances tecnológicos y científicos y pese a la prosperidad de los países más desarrollados”, según remarca el autor, con el respaldo de los informes que se citan en el libro.

“Es una vergüenza”, concluye, consciente de que “es totalmente evitable y es fruto de nuestras prioridades erróneas”. En este sentido, apunta que “el mismo día en que mueren 35.000 personas por falta de acceso a los alimentos, se gasta en armamento 4.000 millones de dólares a nivel mundial”. Una cantidad que bastaría para “alimentar a las víctimas de ese día durante más de cien años” y, añade Esquinas, “con tan solo el el 2,5% de ese gasto global se podría erradicar el hambre en todo el planeta”.

Pensar en “las grandes olvidadas”

Sin embargo, ignoramos la magnitud de esta “tragedia” porque “como no es contagiosa”, se percibe “distante y poco susceptible de afectarnos”, de acuerdo con este histórico de la FAO afincado en Córdoba desde hace años. Pero lo cierto es que Rumbo al ecocidio evidencia que “aunque procedemos de lugares, experiencias, culturas y civilizaciones distintas y vivimos en países con diferentes sistemas políticos y diversos grados de desarrollo”, los desafíos a los que nos enfrentamos hoy son comunes a toda la especie humana: el calentamiento global, la pérdida de diversidad, los cambios climáticos o las pandemias “no se pueden combatir con armas, solo si permanecemos unidos”.

Ese es uno de los aprendizajes que extrajo de su contacto con otras comunidades y que volcó en Rumbo al ecocidio, junto a otras lecciones que comparte en forma de proverbios (“el planeta no es solo nuestra herencia, sino también un préstamo de nuestros hijos”) y de anécdotas como la que vivió en Cuzco (Perú), cuando conoció que en los pueblos indígenas el grupo de sabios en los que delegan la toma de decisiones siempre se preguntan antes de emprender cualquier acción “¿cómo va a afectar esta decisión que voy a tomar a las siete próximas generaciones?”.

Rescatando esta filosofía y poniendo en el centro a “las grandes olvidadas”, esto es, las generaciones futuras, nace un libro que trata de conectar con la raíz del problema y de la propia esencia humana. Recuerda así que el valor del alimento como “base de la vida” se ha perdido por el imperio del cortoplacismo que, condena Esquinas, lleva a sobreexplotar los recursos y a robar el futuro de las generaciones que aún no han nacido. “Antes se producía para alimentar, ahora para vender; el alimento hoy es una mercantilidad que da igual que acabe en la basura”, critica.

Muestra de esa “visión cortoplacista y falta de responsabilidad intergeneracional” que recrimina el científico a la actual clase política es la proposición de ley para regular la ampliación de tierras de regadíos en la corona norte de Doñana que, tras el acuerdo con el Estado, el Gobierno andaluz se ha comprometido a retirar. “Es una barbaridad sin paliativos”, opina al respecto Esquinas, entendiendo que “en una despensa no puedes consumir más de lo que hay y de lo que entra”. “Cuando hablamos de Doñana hablamos de su riqueza natural y del valor que tiene para su biodiversidad porque es el bebedero de millones de aves y cientos de especies”, explica el exsecretario de la comisión de la FAO sobre recursos genéticos para alertar de que si desaparecen, se alterará aún más el equilibrio natural.

Mapa para reconducir la vida en la Tierra

Por esta razón, desde las páginas de su nuevo libro, quien está considerado el “alma mater” del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura insta a “enderezar el rumbo del planeta Tierra para evitar el ecocidio y abrir la puerta a la esperanza”. Ello implica encarar el que Esquinas califica como gran desafío: “cambiar nuestro modelo actual de vida” para hacerlo compatible con la salud del planeta. Y cambiarlo de forma radical, de raíz, pero también con rapidez, porque “apenas tenemos tiempo”.

En este punto, esgrime una serie de soluciones orientadas a “corregir esta paradoja, injusta e insostenible”, reconvirtiendo el sistema en uno de “gobernanza global descentralizado”, regido por cuatro principios básicos que denomina “objetivos SEDA”: Sostenibilidad, Ética, Diversidad y Armonía. Desde ahí, plantea alternativas a todos lo niveles, empezando por la economía.

De esta parcela cuestiona el concepto actual de desarrollo y el indicador que utilizamos para medirlo. El PIB, dice Esquinas, se limita a medir el progreso en términos económicos, ignorando si ese crecimiento repercute realmente en el beneficio de la población y en parámetros como “la felicidad, el bienestar, la solidaridad, la empatía con el planeta o el respeto con los recursos naturales”. Igualmente, apuesta por hacer “converger economía y ecología”, incorporando al precio final de los productos de la agroindustria las externalidades, es decir, los costes asociados al mismo por el daño que causan al planeta las grandes empresas al contaminar su agua y esquilmar la tierra.

En el ámbito de la política internacional, defiende la creación de un Parlamento mundial “que abra canal de participación institucional a la sociedad civil”. Todo ello ha de estar amparado por el tablero judicial, incorporando el ecocidio como delito que pueda servir de herramienta para impedir por ley que las multinacionales continúen cometiendo “un crimen global de difícil restauración”.

Carros de la compra “como carros de combate”

No obstante, emprender todos estos cambios requiere algo más que voluntad política. Y por ello el autor del libro dedica buena parte de su esfuerzo a crear concienciación social, en aras de promover una acción individual. En este plano, aboga por un cambio de actitud y de prioridades en la ciudadanía.

“Hemos cambiado nuestra forma de priorizar, e incluso nuestros valores, dejando lo más importante para el final e ignorando que nuestra forma de producir y consumir va a favor de los intereses de las grandes industrias”, arguye José Esquinas, quien confiesa que, al igual que el fundador del movimiento internacional Slow Food, Carlo Petrini, él también prefiere “invertir en jamón y huevos de calidad, que terminarán integrándose en mi organismo, que en productos accesorios que acabarán en un contenedor”.

"El poder más grande del que disponemos es consumir de manera responsable

De esta forma, subraya que “el poder más grande del que disponemos es consumir de manera responsable”, por lo que anima a cada uno de nosotros a pensar qué consumimos y cuánto, con vistas a convertir nuestro carro de la compra en nuestro particular “carro de combate” con el que “luchar contra el ecocidio, el hambre y la pobreza”. Y como esto puede no ser suficiente, anima a participar en organizaciones con capacidad de influir en las políticas nacionales e internacionales, actuando como mosquitos (e incluso “moscas cojoneras”) que molestan “sin dejar dormir hasta obtener una reacción”.

Rumbo a la esperanza

Dada su vocación de “concienciar y catalizar los cambios”, este manual contra el ecocidio evita que el lector se estanque en el pesimismo ofreciéndole una receta basada en una premisa de Einstein: “Aquellos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar”. De modo que anima a la ciudadanía a “asumir la responsabilidad individual” que le corresponde, partiendo de que “proteger el planeta es, en definitiva, protegernos a nosotros mismos”.

Y aunque pueda sonar utópico que “por primera vez en la historia de la humanidad el futuro está de verdad en nuestras manos”, este humanista además de científico defiende que “las utopías no solo son posibles, sino que son imprescindibles” para poder avanzar. De ahí que el momento exija “una amplia conciencia de los problemas” que se debe fomentar desde la educación. Un paso que ya ha dado el instituto en el que estudia su hija, pues ha incorporado al archivo de su biblioteca un ejemplar de Rumbo al ecocidio, como cuenta orgulloso José Esquinas.

“Nuestra generación es la primera obligada a enfrentarse al desafío del cambio climático, pero también podría ser la última si no actuamos ya”, concluye. En definitiva, un libro que, en palabras de su autor, se ha escrito no como unas memorias (aunque esté salpicado de anécdotas y confesiones personales), sino “como un legado” para las generaciones futuras “con la esperanza de que ellas sí logren cambiar el rumbo equivocado de la humanidad”.

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