Varias familias ocupan un edificio en el barrio de La Trinidad de Málaga

Esta es la crónica de una ocupación y de un desalojo frustrado. Un grupo de al menos 16 personas ha tomado un edificio en Málaga que, según explican, llevaba años abandonado. El 11 de enero entraron en el inmueble, que está en la calle Malasaña número 8 y tiene tres estudios y tres viviendas más amplias. Este miércoles, a las cinco de la tarde, fue presentada la nueva corrala. Una sus nuevas habitantes explicó que pretenden “dar ejemplo” creando un espacio de colaboración vecinal. Apenas pasada una hora, dos agentes de la Policía Nacional llegaron al lugar y aseguraron haber recibido una denuncia del propietario del edificio. “Con permiso del dueño echamos la puerta abajo”, comunicó uno de ellos. A las siete de la tarde, el dispositivo incluía a casi una veintena de agentes y durante un par de horas, el desalojo pareció inminente. A las nueve se retiraron. Hay una nueva corrala en Málaga.

“Somos seis núcleos familiares realojados por una necesidad habitacional, ya que nos encontramos sin trabajo y ningún tipo de prestación”, leyó Sonia Pérez (26 años), en representación de los ocupantes. Según explicaron, son dos mujeres y una pareja sin hijos, que vivirán en los estudios, y tres familias con hijos que habitarán en las otras tres viviendas. No todas estuvieron en la presentación. “Este espacio no será solo un edificio de viviendas familiares, sino que estará abierto a colectivos sociales y a la vecindad”, añadió luego.

Habían convocado a los medios de comunicación para dar a conocer su situación y evitar “lanzamientos en caliente”, que se han producido en otras ocasiones sin mediar denuncia del propietario, según explicó el abogado de las familias y de Stop Desahucios. El edificio es propiedad de Dalogus Promociones, S.L. y al menos una de las viviendas está hipotecada por el Banco de Sabadell. Situada en pleno barrio de La Trinidad, una de las zonas más deprimidas de Málaga, el edificio dista apenas unas decenas de metros de la antigua corrala La Buena Ventura, la primera de Málaga, desalojada en octubre. Las familias remitieron este mismo miércoles un burofax anunciando a la propietaria que habían ocupado el inmueble.

Una de los ocupantes es Sonia Pérez, que estudió para ser auxiliar de veterinaria. No encuentra trabajo desde el verano y reivindica el derecho de los jóvenes a la vivienda. También Mariam Recasens, que tiene 35 años, y que aunque había ocupado antes, nunca había pertenecido a una corrala, un fenómeno reciente que se ha extendido (hay al menos cinco en la ciudad) tomando como modelo La Utopía de Sevilla. “Aquí tienes apoyo, y tienes a gente a la que recurrir, vecinos”, responde.

José María Parrón y María Victoria Criado es una de las parejas con hijos. Tienen tres niños de ocho años, dos años y tres meses. Parrón relata que trabajó como recepcionista de un hotel de dos estrellas hasta octubre de 2011. Asegura que el dueño intentó que renunciara a su puesto, pero que resistió hasta que fue despedido: “A partir de ahí, todo para abajo”. “Estuve viviendo en una guardería abandonada. La arreglamos como pudimos, pero la asistenta social se nos echó encima. Luego estuvimos en el salón de la casa de mi suegra. Nunca imaginé acabar así”, comenta. Dice que recibe 213 euros de ayuda familiar.

Poco después de las seis de la tarde, dos agentes de la Policía Nacional se personaron en el edificio. “Esta vivienda tiene un propietario. Hoy ha llamado y quiere denunciar. Si él dice que les permite vivir aquí, estupendo”, comunicó uno de ellos al presentarse. Poco después, el dispositivo había crecido hasta rondar la veintena de agentes. Durante un par de horas, pareció que la ocupación duraría un suspiro, el tiempo que llevase comprobar la veracidad de la denuncia, según explicó un agente.

En ese tiempo, la Policía dialogó con los ocupantes, que apuntalaron la puerta desde el interior, y advirtió a los padres de que se les retiraría la custodia de los menores si finalmente había intervención, según asegura Natalia Pérez, una de las integrantes de la corrala. En el perímetro, unas cuarenta personas protestaban contra el desalojo (“¡Un desalojo, otra ocupación!”) u observaban con curiosidad el despliegue policial: un furgón de la Unidad de Intervención Policial, media docena de motos, cuatro coches y agentes rodeando el edificio y vigilando a los manifestantes. Cuando tomaron sus cascos, el desalojo se vio venir.

Y de repente, se fueron. Los que estaban fuera celebraron con quienes permanecieron dentro. Nadie explicó si la retirada se produjo porque no se ratificó la denuncia o porque esta nunca existió. “¡Gracias a todos los que habéis venido!”, gritaba Natalia Pérez tras los barrotes de una ventana, en medio de algo parecido a un jolgorio: “¿Veis como sí se puede?”.