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Sobre este blog

El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Y nos gritemos Aragón

La bandera de Aragón deberá onderar en todos los edificios públicos civiles, sin que su tamaño pueda ser “inferior” al de otras enseñas “cuando se utilicen simultáneamente”

Ángela Labordeta

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Nos encerraron en extensas praderas cercadas por cintas electrificadas y como teníamos miedo de que sus descargas dañaran nuestra piel e incluso nos pudieran provocar la muerte, aprendimos a ser ordenados, a movernos en una única dirección, a no levantar la voz, a seguir rigurosamente y en orden el tiempo que era el de la comida, el tiempo que era el del ocio, el que era el del sexo, el que era el del trabajo e incluso también ordenamos, dentro de un reloj que otros habían configurado para nosotros, el tiempo que era el de la libertad y el de nuestra historia, que no era más que la historia que otros habían escrito para que nosotros continuáramos autistas en la precariedad de los pensamientos más simples, de las reflexiones que ya no inquietan porque no llegan ni siquiera a ser reflexión. Y así consiguieron que la impotencia fuera tal que ya no buscábamos cimas que coronar, ni ríos que abordar, ni ciudades que descubrir, ni voces que nos dijeran cosas distintas, ni hombres ni mujeres diversos que supieran desdibujarse en la frondosidad de los caminos, que ya no caminábamos por miedo a ser distintos, por miedo a ser criticados, por miedo a ser excluidos. Por miedo a no ser queridos.

Y un día, sin casi darnos cuenta, descubrimos que lo que pensábamos que era remoto y pretérito nos acosaba desde todos los discursos y nosotros que habíamos sido adalides de la libertad, del socialismo, del aragonesismo que entroncaba con la realidad que a veces era cierzo, otras nieve, otras agua, otras desolación, otras progreso, otras montaña, otras pantano, otras dolor, otras sueño, otras lucha fuimos conscientes de que habíamos vivido demasiado tiempo cercados y con miedo y sin darnos cuenta habíamos presenciado el fallecimiento de nuestra propia historia. Y ahora el cercado es cada día más alto y por mucho que gritemos la verdad, esa que no necesita flores porque no precisa ser disfrazada, ya casi nadie nos escucha y solo deseo que nos hagamos sabios, viejos y bestias y nos gritemos Aragón en todas sus letras y en toda su historia. Y en toda su enorme hermosura de la que somos pasado, presente y futuro.

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