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Cuando llegó a la Alcaldía en 1987, el pueblo no llegaba a los 1.000 habitantes. La economía estaba basada en un puñado de empresas y una difícil agricultura de secano, tanto que las cepas desaparecieron cuando Europa decidió pagar por arrancar las vides.
Su fortuna, la de la alcaldesa, empezó a crecer exponencialmente al tiempo que comenzó a diseñarse el bosque de aerogeneradores. Los primeros pagaban 500.000 pesetas (3.000€) por un trozo de campo pedregoso que, según las malas lenguas, eran seleccionados entre sus afines. Después vino el intento del circuito de Fórmula 1 y del campo de golf y, más tarde, un tranvía que uniera La Muela con Zaragoza. Se construyó el segundo auditorio más grande de Aragón, una plaza de toros que se cubriría unos años después con una cristalera millonaria, tres museos y un aviario que se inauguraban con ancas de rana y otros manjares a discreción.
O las fiestas multitudinarias con bocadillos y comida para todos. O las actuaciones de primeras figuras mundiales del toreo o de la música como Baute o Julio Iglesias. Una guardería, una escuela de primaria, un centro de secundaria en diseño (se inauguraría en 2015) y una residencia pública de ancianos. Una “Ciudad Deportiva” diseñada para 25.000 habitantes con nuevas piscinas (cerraron las anteriores), campos de fútbol, pádel, tenis, frontón, atletismo, polideportivo cubierto, gimnasio, sauna y piscinas climatizadas superando con creces las instalaciones de Utebo, que cuadruplicaba su población que ya era de 4.000.
Era la época de los viajes a mitad de precio. El pueblo apreciaba el meteórico ascenso económico de la alcaldesa, y su familia, con fábrica de papel, tiendas, empresa de construcción, propiedades repartidas por todo el país y con una mansión “con esclavos” en Santo Domingo, donde conoció a Julio. El emporio urbanístico familiar incluía casas de lujo de nueva construcción en el pueblo previa recalificación de los terrenos, picadero propio y naves construidas sin respetar las normas. El haberse hecho con la mitad de los afamados olivos de La Muela no parecía suficiente explicación.
La compra de terrenos a recalificar y su posterior especulación en la que también participaba el propio Consistorio eran constantes. Un revendedor ganaba 100 millones de pesetas (600.000 €) por una compra hecha un año antes por 150 millones (un beneficio del 66 %) por un solar de 2.000 m. Eran tiempos de bonanza y mayorías absolutas. El pueblo estaba dividido en dos bandos: el pegado al éxito y a las migajas de la selección de terrenos a recalificar o trabajos municipales y el contrario, por enemistades familiares tradicionales. Casi nadie se preguntaba cómo era posible aquél milagro económico. Casi todo el mundo ganaba.
En 2006 el sueño de un pueblo de 25.000 almas comenzó a venirse abajo. María Victoria Pinilla decidió renunciar a la Alcaldía para no irse y volver 6 meses después. Su campechanía, ese modo de hacer política de la Transición, ya no bastaba para arrostrar los problemas de liquidez y las deudas del Ayuntamiento. El inicio de la crisis redujo la venta de terrenos del polígono industrial Centrovía. Ya no había créditos baratos ni con qué pagarlos. En 2009 es detenida. Se cerraron las instalaciones, se pagaba por mensualidades alternativas la electricidad y los sueldos municipales. Cada vecino debía 2.500 € de deuda municipal.
En 2011 era tal la descomposición y mala fama del PAR, que no se presenta a las elecciones (al menos con esas siglas). El PP obtiene 6 concejales (4 más) y la FIA (Federación de Independientes de Aragón) obtiene los otros 3 que pierde el PAR (que tenía 7). Este partido estaba encabezado por Carlos Rodrigo Domínguez, anterior concejal del PP. Los votos pasaban de una “familia” del pueblo a la otra pero sin cambio de intencionalidad política. El PP gobierna tiempos difíciles con una gestión poco eficaz.
En 2015, el PP obtiene solo 3 concejales. La otra “familia”, la FIA, se recompone de nuevo en el PAR que vuelve a obtener 3 concejales encabezados de nuevo por Carlos Rodrigo, que ya se ha presentado por tres partidos distintos obteniendo concejalías. El enfrentamiento es fuerte y el PAR decide dejar paso a una Alcaldía comandada por la tercera fuerza, CHA (2), a la que se suman Ganar la Muela (1), PSOE (1) y Cs (1). Este último concejal, que también proviene de la FIA, será expulsado de Cs por entrar a gobernar sin permiso del partido.
Las cosas empiezan a funcionar. Se sanea el Ayuntamiento, después de haber levantado los embargos, vuelven las inversiones y el pueblo comienza a retomar vida cultural. La transparencia y la participación política se abren a la población, como contraposición al anterior oscurantismo y los modos caciquiles, tan en boga en la España de la época. Zaragoza y La Muela, vidas paralelas.
Precisamente estos gestos, estas formas, son las que enfadan a las “familias” que comienzan a paralizar el Ayuntamiento. Sus votos son mayoría absoluta. Se les une el concejal no adscrito expulsado de Cs. Acaban presentando una moción de censura para cesar a Adrián Tello. Pero el pueblo está ya escamado. Empieza a ver la salida del túnel y no entienden, más bien temen, que se pretenda volver a un pasado negro, por no poner otro color. No quieren tropezar dos veces en la misma piedra. El candidato propuesto, el camaleónico Carlos Rodrigo, no suscita confianza, lleva 11 años de concejal y tiene dejes ultras. El pueblo sale en masa a apoyar al alcalde. El presidente del PAR tampoco entiende esta maniobra y exige la retirada de la moción de censura.
Carlos Rodrigo repetía en la anterior legislatura que La Muela tenía que limpiar su imagen y pasar página. Ahora pretende pasar página cuando se estaba limpiando la imagen. Un futuro del retorno al pasado para evitar que nada cambie. En Zaragoza en Común también sufrimos estas políticas improductivas. Por ello, condenamos la moción de censura en La Muela.