Huir de Malí, llegar a Zaragoza: Y ahora, ¿cómo se recicla el vidrio?
La crisis migratoria en Canarias o el estallido de la guerra en Ucrania obligaron a repensar el sistema de Protección Internacional para acoger a todas las personas solicitantes de asilo que ingresaron en los servicios de las diferentes comunidades autónomas. Los migrantes que llegaron a Aragón en esas semana coparon los titulares de los medios y las diferentes entidades implicadas en la acogida se coordinaron para ofrecer la atención inicial. Sin embargo, el trabajo de las entidades sociales no hacía más que comenzar para garantizar la integración de estos jóvenes en su mayoría, ofreciendo talleres de integración en los que se les explican los recursos de los que disponen en los territorios de acogida, el funcionamiento del sistema sanitario o a realizar tareas básicas como sacar dinero, coger distintos transportes públicos, etc. En la obra social Santa Luisa de Marillac (Hijas de la Caridad Provincia España Este) llevan desde el 2018 trabajando en un proceso fundamental de cara a la obtención del permiso de trabajo y de residencia.
Según indica el trabajador social y coordinador del proyecto Châtillon de las Hijas de la Caridad, Sergio Salas, mayoritariamente se encuentran trabajando con personas de origen subsahariano y en proceso de alfabetización. En los talleres se les explica el contexto en el que viven actualmente y buscan dar respuesta a la compleja situación personal de las personas migrantes que llegan a la comunidad para desarrollar su proyecto de vida. “Les ofrecemos un recurso de acogida y alojamiento y les acompañamos en su proceso”, resumen. Según los últimos datos oficiales, en Aragón en lo que va de año más de 2.300 personas han realizado una petición de asilo y acogida.
De este modo destaca que acogen, promueven y facilitan su integración social. “Proporcionamos vivienda en pisos compartidos el tiempo que la persona necesita hasta que encuentra empleo (que es la mayoría de casos), agota su tiempo de programa o recibe la denegación de Protección Internacional, acompañamos en este proceso con personas voluntarias y profesionales”, manifiesta. En estos momentos son 62 solicitantes de asilo los que forman parte del proyecto Chatillon, tutelados hasta que alcanzan la fase de autonomía. Cuanto entran en los recursos de las Hijas de la Caridad ya han tenido que pasar por la primera fase de acogida y atención humanitaria, por lo que todos ellos llevan unos meses en España y es necesario “comenzar a normalizar” su situación, según indican. También atienden a 20 personas en fase de autonomía, y otras que acuden de forma puntual aunque ya no forman parte del programa, para resolver alguna cuestión de su documentación, orientación jurídica, social o de acompañamiento.
Las procedencias son diversas. Los migrantes que atienden (en su mayoría varones jóvenes) han salido dejando atrás los conflictos sociales de países como Mali, Senegal, Afganistán, Ucrania, el área del Magreb, Venezuela, Colombia o Somalia. La técnica de acogida Ana Cristina López explica que fundamentalmente se encuentran con personas que se han visto obligadas a huir por la pobreza, la guerra o diversas persecuciones sociales, y que solicitan refugio y que quieren integrarse en la sociedad. “Intentamos que su acogida sea lo más cálida posible, no se puede olvidar que en muchos casos ellos solamente llegan con una pequeña bolsa con sus pertenencias”, detalla. Aunque cada una de las entidades que trabajan en colaboración con el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social para desarrollar esta labor tienen protocolos ligeramente diferentes, todas ellas coinciden en lo fundamental. “Todos ellos quieren integrarse, por lo que tenemos que desplegar la base para que consigan vivir con la máxima autonomía posible”, destaca.
En el día a día estos jóvenes cumplen un prolijo programa de actividades, todas ellas enfocadas a conocer lo mejor posible su nuevo entorno y dejar atrás lo antes posible el conflicto del que han escapado. “La mayor dificultad suele ser el idioma, aunque algunos de ellos llegan con otros tipos de bloqueos”, explica Salas. Entre las tareas a las que hacen frente destacan el aprendizaje del español (las primeras aulas que visitan en su llegada a Zaragoza), el tutelaje para conocer el transporte público, la solicitud de la tarjeta sanitaria.
Con las cápsulas de integración, que actualmente imparten de forma temporal en el centro Joaquín Roncal, llega el momento de abordar el resto de las necesidades. Cuentan con traductores de bambara, ucraniano, wólof o francés, dependiendo del origen de los migrantes. Y reciben formación en habilidades de la vida diaria (desde reciclar el vidrio a realizar la compra), tienen talleres jurídicos, asesoramiento legal en el que se les explican las consecuencias penales de algunas de las acciones que pueden realizar, abordan habilidades laborales como redactar un currículo y disponen de psicólogos para superar situaciones de desarraigo, de alteración de sueño o cualquier necesidad que requieran.
“Cada persona es valorada por el equipo y se adapta a intervención que necesitan, sea una atención individualizada o realizar actividades formativas grupales”, inciden. En este sentido, destacan las reuniones informales que tratan de organizar los fines de semana, recorriendo la ciudad, visitando espacios deportivos o culturales. “Ahí podemos detectar a las personas que tienen más facilidad para lograr una autonomía personal y aquellas que tendrán que repetir algunas de las cápsulas formativas que les ofrecemos”, señalan.
El proyecto Châtillon cuenta (al igual que el resto de las entidades que se encargan de la atención de las personas que piden asilo, como puedan ser Accem, Cruz Roja, Cepaim, Apip-Acam, YMCA) con la financiación del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social a través de los Presupuestos Generales del Estado y la cofinanciación del Fondo de Asilo, Migración e Integración (FAMI) de la Unión Europea.
Para los dos formadores es una satisfacción encontrarse meses después a los alumnos que han pasado por el recurso solidario una vez que han encontrado un trabajo y su nivel de ingresos les permite abandonar la tutela de la entidad. “Nos hemos encontrado casos de personas totalmente integradas, pues las primeras acogidas comenzaron en el 2019”, manifiestan.
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