Un nuevo informe de expertos desaconseja el recrecimiento del embalse de Yesa
Un informe encargado por el Ayuntamiento de Sangüesa vuelve a cuestionar la seguridad del embalse de Yesa y desaconseja su recrecimiento por las dudas que ofrece la estabilidad de la ladera derecha sobre la que se asienta la presa. Este informe, elaborado por la empresa Ingeotyc S.L. y redactado por los geólogos Valentín Ibarra y Tomás Morales, doctor en Geología por la Universidad del País Vasco, es muy crítico con los estudios sobre seguridad y los controles efectuados por la Confederación Hidrográfica del Ebro. Además, constata, como ya hizo el dictamen del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos que también se analiza en este informe, que sigue siendo muy precaria la estabilidad de la ladera derecha y la falta de elementos para controlar la evolución de los deslizamientos que se siguen produciendo de forma lenta pero constante. Esta circunstancia, que a lo largo de la polémica historia de la construcción del recrecimiento de esta gran presa de la cuenca del Ebro ha sido habitual, genera una elevada inquietud y oposición en la zona. De hecho, Sangüesa se opone al recrecimiento ante los incidentes que se han venido sucediendo y ante los informes que indican que, si se produce una rotura de la presa, la localidad navarra quedaría anegada en cuestión de minutos.
“Mientras existan desplazamientos en la ladera derecha y dadas las limitaciones de la auscultación actual, con notables incertidumbres sobre la dinámica de detalle de la ladera y sobre el margen de seguridad necesario para prevenir los efectos de los seísmos o de otras circunstancias desfavorables, no es adecuado variar los niveles de agua en la zona y, por tanto, se recomienda que no se proceda al llenado del recrecimiento de la nueva presa de Yesa”, indica de forma contundente el demoledor informe de Ibarra y Morales, quienes insisten en que la “auscultación actual tiene importantes limitaciones; se hace necesaria la instalación de instrumentos de auscultación automáticos con registro continuo (sensores de inclinación, extensómetros y piezómetros) que permitan contextualizar de forma clara y precisa los movimientos que se produzcan en cada momento”. Los geólogos consideran que faltan controles y más investigaciones para comprobar “el comportamiento geotécnico-hidrogeológico de la ladera y determinación de la influencia del agua” y la “comprobación de la posible influencia de los seísmos de baja intensidad en el registro continuo de movimientos”, así como nuevos ensayos geomecánicos “para determinar parámetros resistentes en las superficies de rotura y ensayos presiodilatométricos y geofísicos en el macizo”.
El informe encargado por el consistorio navarro es duro con la actuación de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), y destaca que “a partir de la información evaluada y teniendo en cuenta las incertidumbres geotécnicas e hidrogeológicas evidenciadas, la actual situación de quasi-estabilidad de la ladera con movimientos significativos en 2021 y cuya evolución deberá ser contrastada con la información del año 2022, las importantes deficiencias y limitaciones de las actuales redes de seguimiento hidrogeológico y geotécnico, la falta de un valor de Factor de seguridad que garantice la estabilidad futura (tanto en condiciones normales como en condiciones excepcionales, particularmente la actividad sísmica), podemos concluir que ni siquiera en un escenario sin seísmos excepcionales queda garantizada la estabilidad de la ladera derecha y la seguridad de la presa de Yesa”.
Uno de los aspectos más inquietantes del informe es que indica que “siguen registrándose desplazamientos en la ladera desde su parte superior hasta el entorno del embalse, tanto aguas arriba de la presa de hormigón como en el tramo entre presas”. Según los datos de 2021, las velocidades medias tienen unos valores superiores a 1 y 2 milímetros al año, con un máximo en la zona del Inglés de 5,15 milímetros al año. Los geólogos destacan que estos movimientos “se están registrando en un periodo sin eventos especiales (lluvias extraordinarias o terremotos), lo que indica que la estabilidad de la ladera continúa en una situación precaria, a pesar de las importantes obras ya realizadas”.
En el documento se resalta que los movimientos se ralentizaron tras las obras de consolidación que se realizaron entre 2012 y 2013 tras un corrimiento de la ladera, pero a pesar de ellas, esta se sigue moviendo en momentos de normalidad, por lo que resalta la incertidumbre que se genera ante tres episodios que son críticos: Los procesos de llenado y desembalse, las precipitaciones de alta intensidad, y por supuesto, los movimientos sísmicos en una zona en la que son frecuentes.
Además de las conclusiones a las que llegan estos expertos, también emiten juicios muy críticos con la forma de proceder por parte de la administración, ya que consideran “incomprensible” que los estudios geológicos previos a los proyectos para el recrecimiento de la presa no previeran “conocer el funcionamiento geomorfológico de la ladera sino, simplemente, determinar la capacidad portante del terreno para la cimentación y la permeabilidad del mismo para evitar fugas del agua embalsada”.
Por todo ello, y “teniendo en cuenta los problemas de estabilidad históricos de la ladera”, resulta imprescindible “exigir factores de seguridad que equilibren el nivel de desconocimiento actual. Trabajar con valores de Factor de seguridad inferiores a 1,4 (establecidos en el Real Decreto 264/2021 que aprueba las Normas técnicas de seguridad para las presas y sus embalses) implicaría aceptar un riesgo que no es acorde con las demandas de la sociedad actual, ni con el planteamiento de base del Real Decreto 264/2021. Este decreto hace hincapié en que ”los criterios derivados de la seguridad de la presa y embalse prevalecerán sobre cualquier otro criterio de tipo técnico, ambiental u operacional que puedan entrar en conflicto durante todas las fases de su vida“.
El recrecimiento del embalse de Yesa, que en estos momentos se encuentra por debajo de la mitad de su capacidad, en los peores niveles desde hace 20 años y en situación de emergencia por sequía, se presupuestó en 113 millones de euros pero se prevé que en 2025 haya superado ya los 500 millones de euros, mientras continúa la incertidumbre sobre la viabilidad del proyecto.
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