El cambio climático esquilma el Ebro: perderá un 22% de su caudal
El cambio climático provocado por el calentamiento global amenaza con esquilmar los caudales del Ebro y de su cuenca, según señala un estudio elaborado por siete expertos de la Universidad Autónoma de Madrid y la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA).
El informe, titulado 'Análisis de los cambios previsibles derivados del cambio climático en el funcionamiento hidrológico de distintas cuencas españolas y sus efectos en los aspectos ambientales de la planificación', parte de dos escenarios sobre emisiones de CO2 y sus efectos en los regímenes de lluvias y de nieve.
Y las conclusiones a las que llega es que, a medio plazo, la cuenca del Ebro puede llegar a sufrir un descenso de caudales de hasta el 22%, un desplome similar al que pronostican para las cuencas andaluzas y que únicamente superaría el Segura, en este caso con un 28%. Las reducciones serían menores en el Tajo (14%), el Guadiana (12,6%), el Duero (13%) y Euskadi (14%).
El documento advierte también de que en la cuenca del Ebro el número de ríos que quedan secos durante el estiaje con su régimen natural, es decir, sin las aportaciones artificiales de los caudales ecológicos y de seguridad regulados por embalses, pasarían de uno a diez.
“En la mayoría de los ríos se van a reducir las aportaciones”
El Ebro sería, también en este apartado, una de las cuencas hidrográficas más afectadas por el cambio climático. De hecho, según el informe, el aumento de los tramos de río secos solo se ve superado por las previsiones del área mediterránea de Andalucía, donde pasaría de nueve a 29. El incremento sería de cinco a ocho en el Tajo, de uno a siete en el Segura, de cuatro a once en el Guadiana y de cuatro a nueve en el Duero; es decir, entre cuatro y siete.
“Los valores que se obtienen permiten con un cierto grado de incertidumbre, hacerse una idea aproximada de las tendencias porcentuales de cambio sobre las aportaciones”, señala el estudio, que anota que “en la mayoría de las masas [de agua] se va a producir una reducción de las aportaciones totales anuales” especialmente notable en los meses de estiaje.
“Las previsiones de cambio climático en las cuencas mediterráneas van a suponer un aumento de la irregularidad hídrica y en la mayoría de los casos una variación de las aportaciones totales a las cuencas”, añaden, lo que, en su opinión, “hace necesario reformular el sentido y los objetivos a conseguir con las propuestas de regímenes de caudales ecológicos, y adecuar las ya existentes de forma que puedan utilizarse como una herramienta de adaptación de nuestros sistemas fluviales frente al cambio climático”.
El año hidrológico cierra con 12.266 hectómetros
Por otra parte, el año hidrológico (1 de octubre-30 de septiembre) se cerró en la cuenca del Ebro con una aportación al Mediterráneo de 12.266 hectómetros cúbicos de agua, casi el cuádruple de los 3.153 que requiere el caudal de seguridad del delta.
La aportación, que duplicó con creces los 5.147 del año anterior, se debió principalmente a las crecidas de la pasada primavera, a las lluvias de esa misma época del año y al comportamiento del régimen de nieves.
Los datos de cierre de los últimos años hidrológicos, con ocho años por encima de los 10.000 hectómetros cúbicos, dos por debajo de 5.000 y otros ocho entre esas dos cifras, vienen a ratificar la irregularidad de la cuenca.
La media, de 9.702, se queda ligeramente por encima de la mitad de los 17.800 en los que se basaron los proyectos trasvasistas de finales de los años 90 y principios de la pasada década.