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Ladridos que salvan vidas: perros de alerta médica para personas con diabetes y epilepsia

Entrega del perro de alerta médica a su familia

Naiare Rodríguez Pérez

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La diabetes tipo 1 es una enfermedad crónica caracterizada por la no producción de insulina de las células beta del páncreas, la cual es la hormona que regula los niveles de azúcar en sangre. Sin la insulina hay un exceso de glucosa que permanece en la sangre que, con el tiempo, pueden causar problemas en el corazón, los ojos, los riñones, los nervios, las encías y los dientes.

Esta enfermedad afecta a más de 5,3 millones de personas, lo que supone el 13,8% de la población. En España la diabetes es la cuarta causa de mortalidad entre las mujeres y cada año se diagnostican 1.100 casos nuevos de tipo 1 según los estudios de los investigadores del Instituto Salk.

Este tipo de diabetes, que ocurre con mayor frecuencia en los niños y adultos jóvenes, debe estar regulada y ser detectada a tiempo para evitar consecuencias mayores. Por ello y para la alerta del desajuste de los niveles de azúcar, existen perros de alerta médica y asistencia, que son seleccionados, educados y adiestrados para detectar a través de su olfato las subidas y bajas de azúcar en diabetes o, bien, de la crisis de desconexión sensorial cuando se habla de epilepsia. 

A la asistencia de estos animales se suman los perros guía para personas invidentes, los perros de servicio para personas con movilidad reducida y los perros señal para personas con hipoacusia. Desde la Fundación Canem, que ha ayudado a más de 180 familias en nueve años, llevan a cabo un programa de becas que transforma las donaciones recibidas por sus socios, donantes y patrocinadores en perros en alerta médica para diabetes y epilepsia con el objetivo de que lleguen a hogares donde no pueden permitirse costear la educación en este aspecto de un perro, a los que llaman cariñosamente como “Dulces detectores”.

Lidia Nicuesa, psicopedagoga y mediadora familiar, es la responsable del proyecto Perros de Alerta y colaboradora externa de Fundación Canem, que trabaja con voluntarios y atiende a personas de todo el mundo. La educación de los perros y de acompañamiento a las familias está externalizado a la entidad de Perros de Alerta que se forma por profesionales del campo del adiestramiento canino y de la psicopedagogía.

Además del trabajo de ella, que valora cada proyecto y la inclusión del perro en el núcleo familiar, otra de las caras visibles del equipo es Paco Martín, adiestrador profesional homologado por el Gobierno de Aragón y responsable de la selección, educación y adiestramiento de los perros de alerta médica, que son siempre Jack Russell Terrier al buscar ese carácter enérgico, activo, dinámico y de pequeño tamaño.

“Trabajamos siempre en positivo, dando refuerzos a los cachorros y enseñándoles a través del juego. Sabemos que son perros felices porque comprendemos su comunicación no verbal. El hecho de ser profesionales con dilatada experiencia en el mundo del perro nos permite saber en todo momento cómo está el perro y ver si se está enfrentando a una situación de estrés y, por lo tanto, es necesario cambiar de camino”, señala Nicuesa.

Para este trabajo también cuentan con la Clínica Veterinaria Ruiseñores, quienes valoran y evalúan el estado de cada perro en todo momento. Según confiesa la psicopedagoga, el trabajo se basa en que “los perros estén bien para poder ayudar” y, de este modo, consiguen “el círculo perfecto” con animales “muy bien socializados, atendidos y con una vida plena gracias a su educación y adiestramiento específico que son capaces de cambiar vidas”.

Detectar el isopreno

Los perros de alerta trabajan mediante una acción combinada entre la detección a través de su olfato y la emisión de la señal de aviso. Esto permita a su usuario tomar medidas antes de que se presente una situación de riesgo. Desde la entidad les enseñan a detectar el isopreno encontrado de manera natural en el aliento, una sustancia que segrega el cuerpo de una persona con diabetes ante una hipoglucemia, y los cuerpos cetónicos, segregada ante una hiperglucemia. En este momento, emiten un ladrido focalizado en el usuario que no se puede confundir con ningún otro por su claridad.

Si esto sucede, la persona con diabetes debe comprobar sus niveles y evaluar su estado. En el caso de que el azúcar haya disminuido, deberá tomar algo dulce o un zumo para regularlo. Sin embargo, si se produce lo contrario y estos niveles aumentan, debe reponer líquidos para corregir la deshidratación y administrarse insulina. Todo ello puede evitar sufrir un desvanecimiento o descompensación.

Durante el adiestramiento, el can debe pasar por distintas fases siendo la primera en laboratorio donde debe detectar estos olores y marcarlos. En cambio, en la segunda fase, se simulan situaciones reales como un bar o una cafetería para que el animal aprenda a hacerlo independientemente del número de olores que se desprendan en ese momento.

Según cuenta Lidia Nicuesa, que también convive con diabetes tipo 1 desde los cinco años y que está acompañada por su perrita Cini desde los 17, el diagnóstico de la diabetes supone “un giro de 180 grados” en la realidad de la persona que la padece. “No da tregua, significa estar pendiente de tus niveles de glucosa las 24 horas del día, todos los días. No importa si estás estudiando, trabajando, conduciendo o en familia, la diabetes no entiende de situaciones especiales y cuando menos te lo esperas tienes que actuar para solucionar las subidas o bajadas”, asegura.

Por este motivo, para ella tener un perro de alerta médica puede permitir al usuario “vivir con un doble seguro porque sabes que te va a visar con tiempo suficiente para no llegar a tener la hipo o hiperglucemia”, algo que se “traduce en una sensación de tiempo y tranquilidad para todos, también para la familia”.

Uno de los aspectos más importantes en el mensaje que quieren transmitir desde Perros de Alerta y Fundación Canem es que “se valore que un perro es una responsabilidad y no se trata de un robot”, por lo que hay que “quererlo, cuidarlo y aprender con él día tras día”. Eso sí, con ellos se viven momentos de “complicidad, tranquilidad y cariño incondicional”.

Proceso de solicitud y adjudicación de los perros

Cuando la persona que requiere ayuda de un perro de alerta médica se pone en contacto con Canem y Perros de Alerta, el primer paso que realizan es valorar el proyecto, detallar el protocolo de trabajo, el equipo de profesionales y los servicios y tarifas. A continuación, y, una vez decidida la vía por la que solicitar al animal, el equipo de Perros de Alerta valora a los cachorros para iniciar el proceso de educación en el que se trabaja siempre con la misma raza entre los dos y cuatro meses de edad.

El período de educación, que dura seis meses y se realiza en Zaragoza, es posible gracias a las familias de acogida que cubren la necesidad de la socialización del cachorro en la convivencia con personas, otras mascotas, elementos urbanos… El perro convive con la familia de tutela durante todas las horas que no está en el centro.

Al finalizar este semestre de educación se realiza un curso de entrega, con una parte online y otra presencial, en donde se enseñan al usuario y su familia las pautas de convivencia y la interpretación del perro, así como las señalas básicas para comunicarse con él.

A partir de este momento de entrega, que se produce en la parte presencial del curso, el usuario tiene la opción de concertar sesiones por videoconferencia siempre que lo necesite para solventar dudas y realizar cursos específicos para ahondar en aspectos de convivencia como el de juguetes para perros, comunicación no verbal canina o habilidades, siempre impartidos por profesionales de Perros de Alerta.

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