El talento oculto de las altas capacidades: la historia en Zaragoza del pequeño Alejandro y su familia
El pequeño Alejandro no sólo trajo en 2012 la alegría a su familia, sino que ha sido la respuesta a muchas preguntas de sus padres. A los cuatro años le fueron diagnosticadas altas capacidades (AACC) y en el colegio Lycée Français Molière de Zaragoza aconsejaron a su madre, Paula, acudir a un especialista en la materia. Al principio, pensaban que era simplemente un niño curioso; se aburría en clase y buscaba siempre más desafíos. Por suerte para él, ha podido estimular esa curiosidad en el aula de capacidades de su colegio y la formación de sus maestros en este sector, algo que no es común en la Enseñanza Primaria hoy en día. “Hay mucho por hacer”, asegura Tere Millán, psicóloga y experta en altas capacidades y una referencia en Aragón.
“Los niños con altas capacidades requieren una atención diferente al resto para desarrollar su inteligencia; si no, corren el riesgo de quedarse estancados y, lo peor, frustrados”, asegura la experta. Son pequeños genios con grandes preocupaciones debido a su alta capacidad de discernimiento.
Alejandro, con sus doce años actuales, ya se preocupa porque no sabe qué quiere ser de mayor. Su padre cuenta que es muy buen estudiante pero testarudo, lo que evidencia que las altas capacidades también presentan un lado menos atractivo. Pero no menos accesible: con una orientación adecuada desde pequeños y pequeñas, las personas pueden desarrollar su potencial intelectual al máximo como explica Millán.
Su padre, Javier, también se aburría de joven en el colegio, por lo que decidió cambiar la pizarra por un trabajo manual y gracias a su facilidad para las manualidades aprendió el arte de las joyería. Con sólo 22 años logró abrir su propio negocio. Sus amigos le decían que estaba loco y su padre le aconsejaba que fuera con calma, pero siguió su intuición y hoy es un reconocido artesano: para su orgullo, hasta la princesa Leonor fue agasajada con una pulsera de la Virgen del Pilar elaborada con sus propias manos.
Por su parte, la madre cuenta que de niña le notaban en su colegio un comportamiento diferente, por lo que le realizaron un examen de coeficiente intelectual. Obtuvo un resultado que para entonces rozaba la superdotación. Esto disipó las dudas sobre que pudiera ser una niña con retraso, sino todo lo contrario, como bien recuerda ella.
Después de Alejandro llegó Victoria, que ahora tiene 4 años. Entre sus peculiaridades destaca el entender tres idiomas (portugués, castellano e inglés), hablar dos (los dos primeros) y escribir su nombre sin que nadie le haya enseñado.
Detección de grandes capacidades gracias al hijo
Esta familia zaragozana es un vivo ejemplo de esos padres y madres que, ya entrados en la edad adulta, descubren que pudieran tener altas capacidades gracias a la detección temprana de sus hijos. De esta manera han podido explicarse incógnitas de su propia vida y ayudar a sus hijos e hijas en su desarrollo intelectual.
“Cuando traen un niño para ver si tiene altas capacidades, suele ser porque no quiere ir al colegio; o porque sufre por muchas cosas; o porque no obedece si no le das una buena razón. Muchas veces, al dar los resultados de la evaluación, muchos padres se sienten identificados, y se dan cuenta de que probablemente ellos también tienen altas capacidades. A pesar de esto, solo deciden comprobarlo haciéndose los test un mínimo. Para la inmensa mayoría, no tiene sentido hacerse una evaluación. Sólo si se están planteando retomar los estudios, o si se han sentido fuera de lugar muchas veces y necesitan entenderse a sí mismos, se evalúan”, explica Tere Millán.
Las altas capacidades y su impacto genético
En correspondencia con este cuadro familiar de personas con una rapidez de entendimiento y desarrollo superior a la media, se reafirma el patrón hereditario en la sobredotación. “Siempre van a tener un fuerte componente genético tanto de la madre o del padre, o ambos, unido a un fuerte componente contextual que es el que va a desarrollar las altas capacidades; es decir, alcanzar el máximo potencial de la persona”, como explica Alberto Quílez, profesor de Ciencias Humanas y de la Educación en el Campus de Huesca de la Universidad de Zaragoza experto en la materia.
Lo que puede comenzar como una curiosidad por el comportamiento y habilidades viene a revelar una realidad que muchos padres desconocen o tardan en identificar.
El Gobierno de Aragón ha lanzado este año un Plan de atención a familias de niños y jóvenes con altas capacidades y precisamente la primera escuela de familias tuvo lugar el pasado 20 de septiembre en la capital altoaragonesa. Acudieron a la cita un total de 116 personas -70 de ellos adultos y 46, menores- que pudieron disfrutar por un lado de un taller de autoestima e inteligencia emocional a cargo de Carlos Hué y, por el otro, de un taller de creatividad para los más pequeños, desarrollado por Alberto Quílez y el también profesor Fernando Martín. El siguiente encuentro se celebró en Teruel el 4 de octubre con la participación especial de la Psicóloga y Orientadora Educativa Patricia Villanueva.
El profesor Quílez apunta que el objetivo en estos encuentros con las familias es “proporcionarles la ayuda, información, herramientas y sustento” sobre aquellos ámbitos de las altas capacidades “en los que se han identificado más sesgos en su conocimiento”.
Además de estos encuentros, se ha realizado un campamento científico, una escuela de familia en Gúdar-Javalambre (Teruel) en junio y un campamento urbano desarrollado por Talentum el pasado mes de septiembre. Estas actividades representan un paso más en el camino a reconocer que las altas capacidades no sólo necesitan ser detectadas, sino también apoyadas integralmente en su desarrollo educativo y emocional. La historia de Alejandro es un testimonio de cómo, con el apoyo adecuado, pueden convertirse en individuos realizados, tanto en lo académico como en lo personal.
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