Cómo casi 2.000 personas anónimas observando golondrinas ayudaron a que hoy sepamos mucho más del cambio climático
La llegada de la golondrina en estos días es un aviso del impacto del cambio climático. En este cómic realizado por Ballena Blanca, del que mostramos un extracto, recogemos la historia de la impresionante labor de voluntarios que durante muchos años registraron puntualmente la primera vez en la que, pasado el invierno, vieron de nuevo a la golondrina. El resultado fue obtener todo un siglo de registros, la serie más larga que se conoce de un ave migratoria en España, y que ayudó a que hoy sepamos más sobre el impacto del calentamiento global en la naturaleza.
Acceder a esta valiosa información empezó por un recorte de periódico a partir del cual Oscar Gordo siguió la pista de un profesor que en 2001, cuando él estudiaba su último año de Biología en la Universidad de Barcelona, llevaba 50 años anotando la llegada de las aves migratorias a Cardedeu, un pueblo de la provincia de Barcelona.
El profesor se llamaba Pere Comas, quien además habló a Gordo de la existencia de una red de observadores voluntarios por todo el país creada en 1944 por la Agencia Estatal de Meteorología. Cerca de 2.000 personas habían ido enviando a la central de Madrid puntualmente, algunos durante toda su vida, fichas en las que anotaban sus observaciones sobre la fauna y la flora de sus pueblos. Gordo decidió seguir indagando para acceder a esa información.
Hoy, desde la organización conservacionista SEO/BirdLife, pionera en la creación de una red de voluntarios que hoy alcanza 3.000 personas, inciden en la importancia de la ciencia ciudadana, gente que registre de forma constante estos datos. “No hay ningún profesional que se dedique a hacer trabajo de campo sistemático durante muchos años para conseguir ver cómo cambia la fenología. Y aunque lo hiciera una persona, dos o tres, es insignificante, porque necesitas un esfuerzo enorme, necesitas cientos de observadores y miles de registros. Sin los voluntarios, no se tendrían las evidencias de cambios fenológicos de las especies”, comenta Juan Carlos del Moral, coordinador de ciencia ciudadana de esta organización.
Para dar con alguna pista, el pequeñísimo equipo en el que trabajó Gordo envió cientos de cartas a ayuntamientos de pueblos de todo el país en busca de algún indicio sobre esas personas, aunque muchas de ellas ya habían fallecido.
No fue hasta muchos meses después cuando recibieron la única pista que lo cambiaría todo: la respuesta del Ayuntamiento de Tortosa, donde existían registros de la llegada de la golondrina desde 1908 hasta 1932.
“Juntamos la información de Tortosa con datos de la red nacional y logramos reconstruir la serie más larga que se conoce en España de un ave migratoria: casi un siglo de observaciones de la golondrina”, relata Gordo, hoy investigador en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Estos registros mostraron que la golondrina había adelantado su llegada en primavera a Tortosa 15 días desde los años 70 por efecto del cambio climático. En todo el país, y según el análisis de datos de 1944 a 2004 que realizaron este biólogo y Juan José Sanz, las golondrinas adelantaron su llegada en ese periodo unos ocho días.
Desde este hallazgo, la situación ha ido a peor, pues ya no es solo que la llegada de esta ave de apenas 19 gramos de peso regrese antes, “es que llega a no migrar, se está haciendo sedentaria” incide Juan Carlos del Moral de SEO/BirdLife. “Y al igual que esta especie, otras muchas como el milano negro, el águila calzada, el alimoche común o el buitre negro”.
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