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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

Oyentas, con A

Primera edición de 'Vindicación de los derechos de la mujer', de Mary Wollstonecraft

Barbijaputa

Cada lunes hacemos en Radiojaputa un podcast feminista. Este lunes, hemos tratado la violencia machista contada por las oyentas. Oyentas. Con A.

Desde que comenzamos el programa, hablamos de “oyentas”. No porque yo no sepa que se dice “oyentes”. No porque se me haya antojado que ahora llamemos oyentas a las mujeres que oyen. Simplemente es un elemento de protesta, de activismo contra el lenguaje machista que todo lo inunda. Una palabra inventada como inventamos miles, también en nuestro día a día. Una variación con toda la intención de enfatizar que este podcast lo escuchan mujeres. Si fuera un podcast infantil y habláramos de “oyentines”, no pasaría nada. Sería gracioso, divertido, perfecto. Pero no, hablamos de mujeres, y ya se sabe.

Este lunes, las oyentas han contado en primera persona cómo y cuándo se dieron cuenta de que sus parejas ejercían contra ellas violencia machista en varias de sus formas: desde el silencio calculado y como castigo hasta la práctica de la luz de gas, que sigue siendo desconocida a pesar de ser terriblemente común. Hablamos de la violencia sexual en la pareja, de la presión a la que somos sometidas porque hemos de “cumplir” con lo que nos toca como mujeres, poco menos que una vasija donde ellos tienen que vaciarse. También de las enfermedades que se derivan de dicha violencia: vaginitis, dolor insoportable, infecciones, sangrados... 

Y, sin embargo, un lunes más, y a pesar de la dureza del contenido, cuando en redes contamos que las oyentas han compartido sus experiencias, lo único que tienen muchos que aportar es que no se dice “oyentas”, sino “oyentes”. 

Tu pareja te ha violado sistemáticamente sin usar siquiera la fuerza física, pero no se dice oyentas, sino oyentes.

Tu marido te ha provocado un trastorno de estrés postraumático a base golpes, pero di oyentes, no oyentas.

Tu novio ha intentado matarte estrangulándote, pero habla bien. 

Un usuario de Twitter nos decía ayer que es que al decir “oyentas” crispamos a la gente y se pierde el mensaje. Los machistas no se ocultan, te machoexplican qué dice la RAE sobre la palabra 'oyenta' y luego te culpan por “provocar” crispación en “la gente”. También te culpan por desviar la atención del “mensaje importante”. Es decir, tú te pasas una semana trabajando en un programa que te cuesta especialmente porque es el más duro que has hecho nunca, te dejas la piel para salga adelante con toda la información posible, para intentar que luego llegue a muchas mujeres y alguna posible oyente pueda usarlo como ayuda, como apoyo. Tú eres quien se dedica a esto, y quien crea el mensaje en sí, pero a la vez eres la culpable de que los machistas no presten atención a ese mensaje, porque usas “oyentas”.

El problema sigue sin ser de ellos, el problema sigue siendo siempre de la mujer o de la feminista presente. Cualquier conflicto, el que sea. Siempre hay un elemento culpabilizador. Decía Khaled Hosseini en Mil Soles Espléndidos: “Como la aguja de una brújula apunta siempre al norte, así el dedo acusador de un hombre encuentra siempre a una mujer. Siempre”.

Acaban siendo los mismos que te llaman “ofendidita” a ti por denunciar el machismo, el racismo, la homofobia o cualquier forma de discriminación. Los mismos que claman al cielo porque usas “oyentas” y hasta preguntan a la RAE si se puede permitir algo así. “Permitirnos” algo así, como si el feminismo necesitara el permiso de tamaña institución misógina para hacer activismo o para incluir en nuestros textos el lenguaje inclusivo (que no el oyentas).

Son los mismos que hacen boicot a Gillette por un anuncio que cuestiona la masculinidad. Los mismos que te montan una polémica a nivel global porque han hecho una peli de Cazafantasmas con mujeres, y no con hombres. O porque Marvel ha elegido a alguien negro o a una chica para protagonizar personajes que antes hacían hombres blancos.

En las redes de estos usuarios nunca encuentras denuncias al machismo, o a cualquier otra lacra, porque lo que les duele a ellos no es lo que les pase a las demás personas que pertenecen a otros sectores o grupos diferentes al suyo, el privilegiado, sólo les duele lo que les toca a ellos: sus privilegios y su estatus. Por eso lo que sí encuentras son quejas a problemones como el “oyenta” de Radiojaputa. Hay  uno que incluso se ha creado una cuenta de Tuiter para quejarse de eso. Expresamente para eso.

Cualquier cosa que los cuestione, cualquier elemento visibilizador de otras realidades, cualquier activismo que realce por ejemplo a las mujeres, será usado para culparte a la activista de la polémica que ellos mismos creen en torno a ella. Primero te la montan por motivos machistas y reaccionarios, y luego te culpan a ti porque les has hecho montártela. Como si no disfrutaran machacándote, a veces incuso insinuando que te riñen por tu bien y por el de tu lucha. “Es que así distraes del mensaje importante”. Como si les importara. Es curioso que incluso hablando del maltrato psicológico y de la manipulación se atrevan a estas riñas de “no te lo digo por mí, sino por el lenguaje”, o estos comentarios tipo “lo digo por tu bien”. Como si la cosa en realidad a ellos no les importara personalmente, como si no saltaran como resortes, todos a la vez, por el miedo que tiene a todo lo que parezca feminismo.

No han inventado nada, por otra parte. Ya en 1792, cuando Mary Wollstonecraft escribió su “Vindicación de los derechos de la mujer”, el machirulado ilustrado no solo se mofó de ella por plantear que las mujeres, como los hombres, también tenían derecho a la educación, sino que escribieron (escribió, concretamente, Thomas Taylor) una sátira como respuesta, llamada “Vindicación de los derechos de las bestias”. En su línea de pensamiento, si las mujeres debían tener derechos, ¿por qué no los animales? Taylor se mearía de risa con su propia ocurrencia, claro.

En este sentido, en el de los derechos de los animales, hemos avanzado poco desde entonces, como ven, aún hoy, la mayoría de la sociedad no se plantea siquiera que los animales deban tener derecho ni a la vida misma.

Si los machistas de hoy no piensan siquiera en la posibilidad de arrebatarnos los derechos adquiridos como ciudadanas es gracias al feminismo, el de Wollstonecraft ayer y el de las oyentas hoy. Y por mucho que estos pasivo-agresivos del “se dice oyentes” se desvinculen de los machistas de antes, no son más que los mismos machistas pero en otro contexto. De otro tiempo. De un tiempo que les viene grande, en una sociedad que empieza a tener unas reclamaciones y a hacer un activismo que les sigue pareciendo -como a los de entonces- exagerado, fuera de lugar, histérico

“Vosotras no sois como las feministas de antes”, nos dicen miles de veces. Ustedes, en cambio, sí son exactamente los machistas de antes. Sus mismas bromas, sus mismas riñas, su mismo sarcasmo rancio.

Solo que ustedes, machistas del presente, tienen ya menos alas, porque llevamos ya tres siglos recortándoselas y empieza a notarse mucho. Vayan aterrizando, que la caída no les pille en pleno vuelo, señorOs.

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