Misi fue comprado hace tres años en una tienda de mascotas de Madrid. “Nunca habíamos pensado tener un gato porque tenemos ya un perro. Pero al pasar por la tienda de animales mi hijo Marcos se quedó pegado al escaparate mirando a un gatito atigrado que dormitaba dentro de una urna de cristal. Nos sobrecogió ver al animalito metido en ese habitáculo tan pequeño entre tiras de periódicos mojadas por sus orines. Parecía como si estuviera drogado. No se movía a pesar de los intentos que hacía mi hijo por llamar su atención”, explica Carlos. “Está aburrido. Todos los niños golpean el cristal y ya no hace caso”, explicó, a modo de justificación, la dependienta. “¿Dónde duerme de noche?”, preguntó el crío. La mujer evadió la pregunta con otra: “¿Quieres que duerma contigo?”. Al final, el gato acabó en su casa. “Estaba algo desnutrido y apenas jugaba, pero poco a poco fue remontando”, cuenta su dueño. Ahora convive feliz con otro gato que recogieron en el parque y Buda, un labrador canela, con los que se lleva de maravilla.
Como Misi, en España hay miles de animales de compañía, cachorros de gatos y perros, conejos o cobayas que son exhibidos en los locales de venta de animales como reclamo para atraer su compra, despertar el antojo de un niño, o servir como regalo inesperado a un familiar o amigo, sin saber siquiera si van a ser bien recibidos. En ocasiones, son vendidos con enfermedades que se ocultan al comprador o sin las vacunas preceptivas. Otros sufren traumas durante su permanencia en las tiendas, que desembocan luego en comportamientos extraños, a veces difíciles de corregir.
Según la veterinaria y etóloga (especialista en el comportamiento de los animales) Laura Sagarra, “existen unos periodos de la vida del cachorro en el que el ambiente va a afectar a su comportamiento futuro de una forma casi irreversible. Los cachorros necesitan un espacio físico suficiente donde poder realizar ejercicio, con suficientes recursos que poder explorar, tener contacto con otros perros para aprender las pautas de conducta social y con seres humanos con los que socializarse”.
“En muchas tiendas, el espacio físico es pequeño y pobre en estímulos, con poca diferenciación entre el área de alimentación, eliminación, descanso y juego. Por lo tanto, el hecho de mantener a un cachorro en un lugar así durante un periodo largo de tiempo puede generar potenciales problemas en el comportamiento, tales como temor, falta de habilidades sociales con los perros o con las personas, problemas de hiperactividad o agresividad como respuesta a la frustración y el miedo, o coprofagia (ingerir heces)”, añade Sagarra.
Los expertos coinciden en que ver a los animales expuestos en escaparates alienta el deseo compulsivo de comprar. La triste realidad es que, en algunos casos, pasado un tiempo en el que la familia se cansa del “juguete”, muchas de estas mascotas terminan o en otras manos -lo que les supone un nuevo periodo de adaptación- , o, lamentablemente, abandonados.
En España conseguir una licencia para abrir un local para la venta de animales no es una tarea fácil. Pese a ello, proliferan. Las Comunidades Autónomas, al igual que cuentan con leyes propias sobre protección animal -a falta de una ley integral-, también tienen sus propias ordenanzas para la apertura de establecimientos de venta y alojamiento de animales. Para empezar, estos locales deben estar declarados como “núcleos zoológicos” por la Consejería competente y tener unas instalaciones adecuadas para albergar a los animales. Se consideran “núcleos zoológicos” los albergues, clínicas, residencias, criaderos, centros de adiestramiento, establecimientos de venta, recogida y demás instalaciones cuyo objeto sea mantener temporalmente a los animales.
Evidentemente, a todos se les exige unas buenas condiciones higiénicas, no tener a los animales hacinados, habilitar zonas de cuarentena y contar con atención veterinaria, además de personal “capacitado” para tratar a las crías. Los dueños de estos locales están obligados a llevar un registro con los datos de procedencia, de entrada y salida de los animales, vacunaciones, etc. que deben mostrar en caso de controles.
No son pocos los establecimientos que han sido sancionados por no cumplir las leyes. Si las faltas son graves, como vender animales enfermos o mal alimentados, puede conllevar el cierre del local. En Madrid, por ejemplo, las infracciones leves se castigan con multas que van desde los 30 euros a los 1.200 y las graves pueden llegan a los 2.500 euros. “Las inspecciones se hacen por sorpresa. Y van más dirigidas a recaudar que a velar por el bienestar de los animales”, cuenta Marta, dueña de un establecimiento de alimentos, accesorios y peluquería para mascotas del distrito madrileño de Retiro. Ella ya ha sufrido varias “y siempre te encuentran algo”.
La Comunidad de Madrid, sin embargo, asegura que las inspecciones son cada vez más frecuentes para “velar por el bienestar animal”. En la capital, la última campaña de inspección en tiendas de animales de compañía tuvo lugar en diciembre de 2013, coincidiendo con la temporada de caza y con las fiestas de Navidad, un periodo en el que la “tentación” de regalar mascotas se extiende. Según un comunicado hecho público por el gobierno regional, los técnicos visitaron entonces 400 de estas instalaciones, aunque la nota no da cuenta de las sanciones impuestas ese año. Solo hace referencia a las que se impusieron en 2011, que fueron 34, y en 2012, que bajaron a 16: “dos por condiciones inadecuadas, diez por carecer de núcleo zoológico y cuatro por la venta de animales enfermos”
Laura Sagarra opina que las normativas no son claras, sobre todo a la hora de especificar las condiciones higiénico-sanitarias. “Esto conlleva una interpretación semi-subjetiva de estos criterios. Muchas tiendas tienen profesionales que hacen todo lo que pueden por garantizar o mejorar el bienestar del animal pero en ocasiones es muy complicado debido a la infraestructura de las instalaciones o las situaciones particulares de cada negocio. Se suelen cumplir unos mínimos en base a lo que dicta la normativa pero que, por desgracia, no son suficientes para muchos perros que se van a vender”.
Otra de las cosas que prohíbe la legislación española es introducir cachorros de perros de menos de tres meses para fines comerciales. Pero el tráfico clandestino es imparable. La mayoría de los “alijos” interceptados por el Seprona -unidad de la Guardia Civil para la protección de la naturaleza-, provienen de mafias de países del este. Los animales son transportados hacinados en camiones y en condiciones lamentables. Muchos no sobreviven al viaje. Otros llegan enfermos. Una de las últimas operaciones del Seprona tuvo lugar hace unos meses en Huesca. Todos los cachorros eran de raza sin papeles en regla.
“Cuando un cachorro llega a mi consulta por primera vez procuro indagar sobre su origen e intento dar unas pautas claras a su nueva familia sobre las cosas que van a tener que trabajar, ya que se asume que puede haber unas carencias que pueden llegar a darnos problemas inmediatos o en el futuro”, señala la etóloga.
Lo cierto es que en nuestro país, a la hora de adquirir una mascota, tampoco hay grandes exigencias para el comprador. Solo se requiere ser mayor de edad y no sufrir “alguna incapacidad” que impida hacerse cargo del cuidado de animal, caso en el tendrá que ser avalado por un tutor, según se explica en las normativas consultadas. Solo los albergues y centros de adopción realizan -y no siempre- un seguimiento del animal.
Uno de los casos que ha provocado un fuerte rechazo entre los activistas es el de la tienda de mascotas de El Corte Inglés de la calle Preciados, en Madrid. Cachorros de todo tipo de razas son expuestos en cheniles para “deleite” de las familias con niños que desfilan por la tienda desde las diez de la mañana hasta a las diez de la noche, hora en la que cierran las puertas. Aunque las dimensiones de los habitáculos cumplen la normativa, tenerlos encerrados durante tantas horas es sumamente estresante para los animales. Hace unos meses, Olga Porqueras, terapeuta animal y fundadora de Tama’s Essences, abanderó la petición en Change.org, para pedir a El Corte Inglés que dejara de vender animales vivos en sus instalaciones. La iniciativa ha contado con el apoyo en España de otras organizaciones, como Libera!, AnimaNaturalis y Pacma. “La campaña ha sido un éxito”, afirma Porqueras.
Ella misma viajó desde Barcelona a Madrid para entregar a los representantes de esta gran superficie los pliegos con las más de 40.000 firmas logradas a principios de este año (en la actualidad, son más de 54.000). Porqueras cuenta que durante el encuentro lo que más “gracia” le hizo es que la intentaron “tranquilizar” asegurando que “nadie abandona a un animal por el que ha pagado una cantidad importante de dinero”. Pero la realidad lo desmiente.
Carlos Magariños, adiestrador de perros y asiduo colaborador en albergues de animales abandonados, también da fe de ello. En su opinión, la adaptación a su nuevo hogar de un cachorro comprado en una tienda “depende en un grandísimo porcentaje del dueño y de la información que tenga sobre cómo educarle. Al creer que es un juguete, a veces se les trata como a niños y esa es una equivocación. Si un perro se comporta mal surgen luego los abandonos. Aunque sea de raza y se haya pagado por él”.
Al igual que Porqueras, él también cree que “lo hay que lograr es que se prohíba la venta de animales en tiendas y su exhibición en urnas y escaparates, como ya lo han hecho en Toronto, Los Ángeles o Chicago, por poner algunos ejemplos”.
En España, solo Cataluña o algunos ayuntamientos, como el de Zaragoza, han dado al menos el paso de prohibir la exhibición de animales en escaparates. Madrid amagó con un cambio de legislación en 2011 que no ha llegado a materializarse.
Hay quienes consideran que una alternativa es comprar los ejemplares en criaderos. “Pero hay que tener la garantía de que están bajo un estricto control. Detrás de algunos criaderos también hay mucha mafia. Los hay que tienen a las hembras criando de forma infrahumana, sin parar”, alerta Magariños.
El mensaje que dejan todos los expertos consultados es que lo mejor es la adopción. “Casi todos los albergues, asociaciones y protectoras se desviven por los perros y los gatos. Te los dan chipados, castrados, con las vacunas pertinentes y las pruebas de Leishmania”, explica el adiestrador. En sus manos tiene ahora a Tami, una hembra de menos de un año, cruce de pitbull con podenco, rescatada hace tres meses en plena carretera. “Estaba muy estresada y era muy desconfiada. Ahora es una perrita sociable y atenta, deseosa de dar todo eso que hace que la relación perro-humano sea única”, relata.