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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

No es el color de piel, el sexo o la especie lo que cuenta

Una mirada más allá de la especie. Fotos de Ernst Vikne, Wilfredor y Biswarup Ganguly.

Óscar Horta

La consideración por los animales ya no es una cuestión anecdótica que interese a muy poca gente. Hoy existe un movimiento creciente de personas concienciadas con su defensa, que rechazan su explotación y reivindican que los animales deben ser plenamente respetados.

El ámbito académico, y más en concreto el de la filosofía moral y política, no ha sido ajeno a esto. También en él se ha disparado el interés sobre este tema. En línea con lo que es propio a su campo de trabajo, desde esta disciplina se han examinado los argumentos a favor y en contra de la defensa de los animales. Se han revisado las evidencias que los respaldan y se ha indicado cuáles de ellos llevan a contradicciones o posiciones injustificadas.

A continuación vamos a ver cuáles son esos argumentos. Ello, mejor que cualquier otra cosa, nos puede mostrar por qué hay cada vez más gente que se toma en serio la defensa de los animales.

Un punto de partida útil para examinar esta cuestión pasa por empezar considerando qué es lo que ocurre en el caso de los seres humanos. El hecho es que entre estos hay muchos que, desde luego, distan de ser respetados. Entre los seres humanos han existido y existen múltiples discriminaciones: xenofobia, homofobia, racismo, sexismo... Y a lo largo de la historia no han faltado los intentos de justificarlas. El racismo y el sexismo, por ejemplo, han sido defendidos sosteniendo que los “blancos” o los varones son superiores al resto por estar en una situación de poder. O apelando a la solidaridad mutua de quienes pertenecen a tales grupos. Afortunadamente, cada vez más gente considera a día de hoy que tales argumentos son inaceptables, y que de ningún modo pueden justificar que se trate a unos mejor que a otros o a otras.

Estas discriminaciones también han sido defendidas, en otros casos, afirmando que “blancos” y varones son intelectualmente superiores al resto. Hoy sabemos que tal suposición es totalmente absurda, obviamente. Pero, además, hay otras razones para rechazar tal razonamiento. El hecho es que este mismo argumento ha sido usado para discriminar a aquellos seres humanos que no poseen ciertas capacidades cognitivas complejas. Y hay muchos seres humanos con diversidad funcional intelectual que están en tal situación. Más aun: todos y todas, en algún momento de nuestras vidas, hemos carecido de tales capacidades. ¿Cuándo? Pues cuando éramos niños y niñas de corta edad.

Así, si este argumento fuese aceptable, ello significaría que la discriminación contra todos estos seres humanos estaría justificada. Por fortuna, sin embargo, esto es totalmente rechazado por mucha gente. Es inaceptable por completo tratar a alguien peor que al resto porque no posea unas capacidades intelectuales complejas. Todos los seres humanos deben ser respetados. Debemos, pues, dar todo nuestro apoyo a quienes luchan por los derechos de quienes están en tal situación.

Veamos ahora qué sucede en el caso de los animales. O, para decirlo con más exactitud, en el caso de los animales de especies distintas a la nuestra (pues los seres humanos no somos vegetales, ni hongos, protistas, arqueas o bacterias, sino que también somos animales).

De manera cotidiana, los animales no humanos son considerados poco más que cosas. Se actúa con ellos como si no mereciesen ningún respeto mínimamente significativo. Y, así, son explotados de las maneras más terribles para beneficio humano.

A menudo se da por obvio que actuar así es correcto. Se da por supuesto sin más, hasta tal punto que no se piensa que sea necesaria ninguna explicación. Se asume que hemos de respetar a los seres humanos y no a los demás animales porque sí, por el mero hecho de que unos son humanos y otros no. Pero “porque sí” no es ninguna justificación. Es necesaria alguna razón que respalde tal posición.

¿Qué argumentos se pueden dar para defender tal actitud? Muchas veces se indica que solo los seres humanos merecemos respeto pleno porque poseemos ciertas capacidades intelectuales complejas de las que carecen los demás animales. En otros casos, se sostiene que tenemos sentimientos de simpatía o solidaridad por otros miembros de nuestra especie, pero no por los demás animales. Y, en otros, se dice simplemente que somos más poderosos que los demás animales, y que ello legitima nuestra conducta hacia ellos.

¿Nos suena esto conocido? Por supuesto. Estos mismos argumentos son los que han sido empleados para discriminar a muchos seres humanos. Sin embargo, como vimos, consideramos que tal discriminación es totalmente intolerable. Ahora bien, siendo esto así, no podemos aceptar que tales argumentos sean válidos. Si solo hemos de respetar a quien tiene ciertas capacidades intelectuales, ello supone que no hay que respetar a los seres humanos que no las poseen. Y lo mismo ocurre en el caso de la simpatía o las relaciones de fuerza. Si, por el contrario, tales argumentos no son aceptables, no pueden justificar tampoco, pues, que se discrimine a los animales. El argumento no puede funcionar solo en el caso de los animales. Eso equivaldría, en realidad, a seguir afirmando que solo se debe respetar a los seres humanos “porque sí”. Y, como ya hemos visto, “porque sí” no es ninguna justificación.

Hay quienes pueden pensar que con esto se está insinuando que los seres humanos excluidos o sin ciertas capacidades intelectuales podrían ser denigrados y desconsiderados como hoy lo son los animales. En realidad es justo al contrario. Como acabamos de ver, quienes realmente apoyan dicha desconsideración son quienes argumentan en contra de los animales. Son ellos quienes (probablemente sin darse cuenta), están empleando razones que, si fuesen aceptadas, supondrían la denigración, discriminación y explotación de un gran número de seres humanos. En cambio, quienes critican esos argumentos no solo están protegiendo a los animales no humanos. También están defendiendo de cualquier ser humano que pudiese verse excluido o excluida por dichos argumentos.

Todo esto tiene sentido, además, si pensamos en lo que resulta relevante para que nos respeten. Para vencer en un campeonato de ajedrez seguramente sea necesario tener ciertas capacidades intelectuales. Pero para respetar a alguien debería ser necesario simplemente que pueda sufrir y disfrutar. ¿Por qué? Pues porque, en el sentido más básico, respetar a alguien es evitar que nuestros actos y omisiones le causen un daño. Siendo esto así, lo relevante para que necesitemos el respeto de los demás, ¿qué es? Pues no es el hecho de ser humanos. Es tan solo que tengamos la capacidad de sufrir daños. Ni más, ni menos. Y tal capacidad no la poseemos solo los seres humanos. La tienen todos aquellos animales que, por poseer un sistema nervioso centralizado que procesa y codifica información para convertirla en experiencias, tienen la capacidad de sufrir y disfrutar. Esto supone que todos los animales sintientes necesitan ser respetados independientemente de cuál sea su especie (lo que explica también la diferencia entre la defensa de los animales y el ecologismo).

Por último, podemos examinar de un modo muy sencillo si nuestra actitud hacia los animales no humanos está justificada. Simplemente tenemos que pensar qué nos parecería aceptable si nos pusiésemos en su lugar. A día de hoy los animales sufren daños terribles para nuestro beneficio. Imaginemos que, para recibir tales beneficios tuviésemos que padecer esos mismos daños que padecen los animales. Sin duda nos parecería un coste inaceptable. Si eso es así, no puede ser justo que lo sufran los animales. No resulta justificado comportarnos con los demás como nunca querríamos que se comportasen con nosotros o nosotras si estuviésemos en su lugar.

En definitiva, ¿qué muestran todas estas razones? Pues que la situación que hoy sufren los animales no puede ser considerada justa. Por el contrario, responde a una actitud que podemos evaluar de forma semejante a la que causa la discriminación de muchos seres humanos. Por esto, hace ya varias décadas fue acuñado un término para nombrar tal actitud. Así como el “racismo” es la discriminación de quienes no tienen ciertos rasgos físicos y el “sexismo” la de quienes no son de cierto sexo, la discriminación de quienes no pertenecen a una cierta especie (la humana) ha recibido el nombre de especismo.

Este es un término nuevo que puede que nos llame la atención. Pero, como hemos visto, hay fuertes argumentos para concluir que la mayoría de los seres humanos somos especistas con los animales.

Estas ideas llevan ya bastantes años debatiéndose en el campo de la filosofía moral y política. Pero a día de hoy su discusión ya comienza a tener lugar también en el conjunto de la sociedad. Esto sin duda le resultará muy chocante a bastante gente. Es normal. Es lo que ocurre cuando alguna idea nueva revuelve la forma de ver las cosas que teníamos antes. Por este motivo, muchas veces se reacciona queriendo ridiculizar la defensa de los animales. Pero que una idea resulte correcta no depende de lo nueva o vieja que sea. Y ridiculizar una idea es algo muy distinto de rebatirla. Para esto último hacen falta razones. Y, como hemos visto, aquí las razones están de otra parte. De la parte de quienes apoyan que se respete a los animales. De la parte de quienes se oponen al especismo y a las discriminaciones arbitrarias. De la parte, en definitiva, de quienes simplemente defienden que actuemos de manera justa con los (y las) demás, independientemente de cuál sea su color de piel, sexo o especie.

Las imágenes utilizadas en esta entrada están disponibles en wikipedia commons, aquí, aquí y aquí.aquí

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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