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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Gatos en adopción para gatos solos que necesitan compañía

Jack y Jaqueline, en adopción en la SPAP

Concha López

  • La SPAP lanza una campaña para pedir adopción de esos gatos que también merecen un hogar y que pueden evitar problemas de salud y de comportamiento en los gatos que viven solos son su familia humana

Mariluz apareció una noche muy fría en una calle de un barrio periférico de Madrid. Acababa el invierno pero la temperatura aún no daba tregua y además llovía de forma incesante desde hacía días. Me acerqué a comprobar el punto de comida de una colonia que había descubierto unos días atrás y al volver a casa oí unos maullidos que me hicieron parar en seco. Eran angustiosos. Venían de la acera, de debajo de algún coche. Con calma y un poco de comida conseguí verla. Era una pequeña gatita, de apenas unos meses, quizá tres o cuatro, atigrada, preciosa, aterrorizada y muerta de hambre. Comía con ansia pero era imposible acercarme a ella. Lo intenté durante un rato y finalmente le perdí la pista, huyó de mí y tuve que volver a casa con el corazón en un puño.

Por la mañana decidí pedir ayuda para poder cogerla, y esa misma tarde al salir del trabajo uno de los rescatadores de 'Los cuatro de la empanadilla' me acompañó hasta la calle donde la había visto. De nuevo los maullidos debajo de los coches. Estaba sola y asustada, pedía ayuda, pero huía ante cualquier ruido o movimiento brusco. Después de varias horas, cuando estábamos a punto de rendirnos, la pequeña entró en la jaula. Estaba a salvo, por fin, y empezaba su nueva vida.

Mariluz estuvo unos días recuperándose en el albergue de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Madrid (SPAP), y después en una casa de acogida maravillosa donde pudimos empezar a ver su carácter y buscar una familia para ella. Era una cachorra pero la calle ya había hecho estragos en ella y su miedo era casi tan grande como su curiosidad. Aparecía algunas mañanas durmiendo a los pies de su madre de acogida, pero en cuanto ella abría los ojos y empezaba a moverse Mariluz recuperaba su distancia de seguridad. La seguía por toda la casa mientras preparaba el desayuno, mientras ordenaba cosas o hablaba por teléfono, pero sin dejarse tocar. Mariluz siempre estaba a la vista, cotilleando y atenta a todo, pero a una distancia segura.

Era una gata que mostraba dos caras a los humanos: una adorable, divertida, curiosa, y otra tímida, miedosa. Pero su característica más marcada era su compenetración con los otros gatos. Cuando acabó su cuarentena y conoció a sus hermanos de acogida no hubo miedos ni cautelas. Mariluz los revolucionó a todos a base de mimos y juegos, y forjó vínculos que perduraron después de su marcha. Porque Mariluz, a pesar de su timidez y de sus miedos, encontró a la familia perfecta para ella.

Un día apareció Carolina. Había visto una de las difusiones de Mariluz en redes sociales y pensó, con razón, que podía ser la mejor compañera posible para su gata. Su gata, nos explicó, era muy cariñosa y sociable pero pasaba mucho tiempo sola, todas las horas que Carolina está trabajando o con sus amigos y familia. Quería una compañera no para ella, sino para su gata. Y como compañera gatuna, Mariluz era perfecta. Han pasado varios meses, Carolina ya ha conseguido acariciar a Mariluz y las dos gatas conviven como dos hermanas, con sus juegos, sus mimos y sus discrepancias, que acaban quedando en nada.

Como Mariluz hay muchos gatos en los albergues y en las protectoras. Por eso la SPAP ha impulsado una campaña para promover la adopción de gatos que quizá no sean el compañero ideal para nosotros, pero sí lo son para los gatos que pasan mucho tiempo solos.

La campaña va dirigida a todas esas personas que ya conviven con un gato, pero solo con uno. Seguro que esos gatos viven felices con su familia humana, pero muchas veces no nos damos cuenta de que pasan mucho tiempo solos, aburridos, sin nadie con quien jugar. Mucho tiempo en el mismo espacio de siempre, esperando el regreso de su familia para tener alguna novedad, algún estímulo diferente. Quizá sí hayamos notado que cuando regresamos a casa reclaman atención con insistencia o, por el contrario, van haciéndose cada vez más apáticos. Estamos seguras de que si pudieran reclamarían un compañero de juegos, de travesuras, alguien con quien comunicarse en su mismo lenguaje, a quien buscar para contar las novedades o para descansar juntos.

No solo nuestras horas de trabajo o de ocio implican soledad para ellos. También nuestros viajes, cortos o largos. Algunas veces optamos por sacarlos de su zona de confort para llevarlos a otros lugares donde se pueden estresar o donde no podemos garantizar su seguridad como sí podemos hacer en casa. Otras veces los dejamos solos con alguien que va un rato a comprobar que todo está bien pero sin poder dedicarles el tiempo que necesitan. Y mientras nosotros trabajamos o disfrutamos de nuestras vacaciones, de los ratos en familia o con amigos, ellos están solos.

Todo avanza, y afortunadamente la conciencia sobre las necesidades de los animales de familia, también. Ya entendimos que la adopción responsable implica una serie de compromisos, y ahora la SPAP nos invita a dar un paso más para mejorar la vida de esos gatos. Puede que haya quien no se vea capaz por limitaciones económicas o de espacio, pero en este punto los etólogos y los veterinarios son prácticamente unánimes al recomendar que los gatos, salvo contadas excepciones, compartan su vida con al menos otro gato. A largo plazo se nota también en su salud, y por supuesto evita problemas de comportamiento, especialmente cuando son cachorros.

Los gatos pueden vivir muchos años sin salir del mismo espacio, y su necesidad de estímulos es enorme. Los gatos que crecen con sus hermanos o con otros cachorros aprenden a jugar sin hacerse daño, a controlar su fuerza, a medirse, a poner límites. Aprenden a pelearse y a reconciliarse, aprenden a entenderse, a buscar compañía cuando la desean y soledad cuando la prefieren. Vivir con otros gatos les evita problemas de salud y de comportamiento, y lo que al comienzo es un gasto extra puede ser un ahorro en veterinarios, etólogos y dolores de cabeza. Y en cuanto al espacio, donde vive uno cabe otro.

En el tiempo que llevo gestionando colonias felinas y rescatando a cachorros, sacando de la calle a los que están enfermos o son sociables, y buscando familias para ellos, he aprendido que siempre que sea posible (entiendo que no siempre lo es y trabajamos con frecuencia con mil limitaciones y haciendo malabarismos) es preferible que los gatos no vayan solos. Y menos si son cachorros. A la larga los problemas siempre aparecen. Cuando van dos, o van solos pero a una casa donde ya hay al menos otro gato, la adaptación es mucho más fácil y los problemas se minimizan. Es algo difícil de entender para quienes han convivido con un solo gato y le han visto siempre feliz, pero quizá no tienen con qué compararlo. O quizá son excepciones, que por supuesto las hay. Nuestra experiencia es que, cuando se trata de gatos, casi siempre dos mejor que uno.

En los albergues, también en el de la SPAP, hay muchos gatos que no son sociables con personas pero sí lo son, y mucho, con otros gatos, e incluso con perros. Ellos también necesitan un hogar y pueden ser los perfectos compañeros para esos gatos que viven solos. Con el paso del tiempo y mucho afecto, también estos gatos pueden llegar a socializar con las personas. Pero aun sin hacerlo serán los perfectos compañeros contra la soledad de otros gatos.

Lo sabe bien María, de La Manada Asociación Animalista, que rescató a Nadia en su propia urbanización. Estaba preñada y los dos gatos con los que la habían visto días atrás varios vecinos aparecieron muertos en una glorieta cercana. Quizás ella, al buscar refugio para parir, salvó su vida. Tenía unos siete meses y no había colonia en la que soltarla tras esterilizarla porque no se sabía de dónde venía. Así que María se la subió a casa, le hizo la cuarentena y la testó. En los cerca de dos años que lleva en casa ha perdido mucho miedo. No se deja coger pero explora toda la casa y a veces te sorprende acercándose. Eso sí, es una compañera ideal para los demás gatos de la familia, sobre todo para los cachorros que llegan en acogida, con los que juega como la jovenzuela que es. Nadia sigue buscando a su familia definitiva en Madrid.

Una familia como la que han encontrado Hopito, Corita y Misty en casa de Amaya. Acogieron a Hopito de forma temporal, un mes que querían aprovechar para vencer la alergia de Amaya a los gatos y así poder hacer sin problemas sus prácticas de auxiliar veterinaria. El hecho de que el peque fuera poco sociable lo haría más fácil, pensaron. Así fue. La alergia se fue mitigando, Hopito fue mejorando, y decidieron que se quedaba en casa. Además de ser poco sociable, Hopito era positivo a leucemia, por lo que era recomendable que estuviera solo o con otros positivos.

Cuando mejoró más, Amaya y su pareja comprendieron que necesitaba un compañero de juegos, y decidieron adoptar a otra positiva, Corita. Al principio la convivencia era complicada, un poco tensa, pero fue mejorando. En ese proceso surgió la necesidad de sacar de una colonia a Misty, una cachorra igualmente positiva, y abrieron de nuevo su hogar. Misty tenía un miedo tremendo a los humanos pero los primeros días se dejaba abrazar por Hopito. Se amaron mutuamente desde el comienzo y la convivencia con Corita también mejoró notablemente. “Misty ha sido como el pegamento que ha terminado de unir a nuestra familia gatuna”, dice Amaya emocionada, aunque apenas pueda tocarla.

Amaya y su pareja han vencido la frustración que implica para nuestra alma de primates no poder apenas tocar a algunos de los gatos con los que conviven, pero verlos felices a los tres “es una gozada” y compensa con creces. Tanto, que están en proceso de adoptar a un cuarto, también positivo aunque más sociable con humanos. Su experiencia, dicen, es muy positiva y no dudan en animar a familias como ellos a compartir su hogar con este tipo de gatos.

Después de pediros que la adopción responsable sea la única forma de aumentar la familia con un animal no humano, ahora os pedimos que nos ayudéis a buscar familia para todos esos gatos que también merecen un hogar aunque tengan miedo a los humanos, y para buscar compañeros a todos esos gatos que pasan mucho tiempo solos. Os pedimos adoptar no pensando en nosotros, sino en esos gatos, en los que ya tienen casa y en los que esperan un hogar en el que poder vencer sus miedos. Si ya tienes un gato, piensa en la posibilidad de adoptar a otro que sea su perfecto compañero aunque no sea sociable contigo. Ellos te lo agradecerán y tú disfrutarás de verlos felices a los dos.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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