Los hermanos Pou y Micher Quito abren su vía más dura de alpinismo que bautizan como 'Puro Floro' (M7/95º/A2/1.000 m.)
Eneko e Iker Pou, junto a su compañero peruano Micher Quito, han abierto tras cuatro días consecutivos de actividad una nueva ruta a la que llaman 'Puro Floro' en la cara sureste del Copa, de 6.190 metros, que califican como una de las más importante de su carrera:
“Ha sido algo genial, difícil, duro y comprometido, y lo cierto es que hemos acabado exhaustos pero, en todo caso, una aventura magnífica. Hemos escalado con anterioridad rutas de mucha envergadura en esta misma cordillera como fueron One Push al Pumahuacanca, de 5.563 metros, o Ya Pe Cholo al Ranrapalca, de 6.164 metros, pero la cantidad de largos difíciles, los dos vivacs durante el ascenso y la altura de esta montaña hacen de esta apertura algo muy especial”- nos cuentan los alaveses, quienes también nos relatan paso a paso lo que fue su ascensión...
“El primer día aproximamos en dos horas hasta el campo morrena, al lado del glaciar, a una altura cercana a los 5.000 metros. Allí dormimos en dos tiendas. En la primera lo hicimos nosotros, mientras en la segunda lo hacían nuestros compañeros peruanos Micher Quito y el cámara de la expedición Alexander Estrada.
La segunda jornada la iniciamos a las 4:20 de la madrugada. Mientras Alex se quedaba en el campo de altura, nosotros tres salíamos camino del inicio de la ruta. Teníamos por delante 1.200 metros de incógnitas por resolver, pero un cielo estrellado y la luz de las linternas frontales alumbraban el camino. Dos horas después, y con el inicio del amanecer sobre nuestras cabezas, comenzábamos la escalada. Una pared imponente de 1000 metros de roca, nieve y hielo se cernía sobre nosotros. Avanzamos rápido los primeros 200 metros sobre palas de nieve inclinadas, pero a partir de ahí nos ralentizamos sobre un terreno mixto difícil de piolets y crampones. Nos vamos turnando en cabeza cada vez que el responsable de cada tramo da signos de cansancio. Así vamos superando zonas difíciles y desplomadas hasta que a las 16:30, y después de doce horas de actividad ininterrumpida, encontramos una pequeña repisa en la que vivaquear. La pared es tan vertical que no hemos visto otra en todo el camino…
A las 18:00 es totalmente de noche y hemos tenido el tiempo justo para acondicionar tres lugares en los que dormir medio sentados, y comenzar a derretir agua para poder preparar los sobres liofilizados e hidratarnos. Discurre más de hora y media hasta que completamos esta tarea y nos podemos echar a descansar. Lo hacemos con el arnés puesto y enganchados con las cuerdas a la roca. Estamos a 5640 metros y cualquier movimiento desafortunado daría con nuestros huesos 400 metros más abajo…
No dormimos prácticamente nada. Estábamos muy incómodos, con muy poco espacio, con el precipicio justo al lado, y los sacos de tan finos- para poder aligerar y ser capaces de mover por nuestros medios todo el material que transportamos- apenas daban calor, con lo que nos dedicamos casi toda la noche a mover los dedos de pies y manos para no acabar congelados.
Pero amanecemos enteros a pesar de la falta de descanso, con lo que a las 8:00 iniciamos un nuevo día que con un poco de suerte nos debería sacar de la pared. Pensábamos que lo que nos venía sería más fácil, pero sigue siendo todo tan vertical que las zonas desplomadas se suceden una detrás de otra y nos ralentizan mucho la escalada... La única ventaja es que en la parte superior de la ruta empezamos a encontrar más hielo con lo que nuestra progresión comienza a mejorar.
En la parte final arrecia con fuerza el viento y nuestros cuerpos sienten la debilidad del esfuerzo y las bajas temperaturas, que al marcharse el sol, han caído en picado.
Un poco antes de las 17:00, y cuando ya solo nos queda una hora de luz, alcanzamos la arista somital a 6.000 metros. Después de nueve horas hemos salido de la vertical, y aunque las bajas temperaturas nos acechan, estamos felices de poner los pies en plano“.
Pero aún les quedan casi 200 metros hasta la cumbre y anochece por momentos…
“Avanzamos como podemos abriendo huella en nieve profunda, pero vamos muy cansados… Una hora después nos damos cuenta de que no seremos capaces de alcanzar la cumbre ya sin luz y exhaustos. Es el momento de tomar la decisión de volver a parar y vivaquear… Para nosotros es la peor de las opciones. A cuenta de aligerar solo hemos comido dos barritas energéticas en todo el día; una para desayunar y otra durante la escalada. El viento del atardecer ha hecho que las temperaturas hayan caído un montón de grados bajo cero, y nuestros cuerpos están desgastadísimos por la pérdida de peso y la falta de energía, pero no nos queda otra…
Hacemos un agujero en el hielo y echamos nuestras esterillas y nuestros sacos. Al no haber subido tiendas, nuevamente para aligerar, nos acurrucamos los unos contra los otros para tratar de conservar el poco calor que nos queda. Hace tanto viento que a duras penas logramos encender el hornillo para calentar una sopa y un sobre para los tres, que es lo único caliente que nos queda. En el proceso Iker quema parte del saco, ya que no queda otra que intentar hervir el agua dentro de este. Es una medida desesperada, pero es eso, o quizás no meter nada caliente al cuerpo y que éste no aguante una durísima noche a 6.032 metros en mitad del hielo… Nos lleva mucho tiempo este proceso, porque cada tanto el viento apaga la llama. A las 5:00 am amanecemos. Ha sido con diferencia una de las peores noches de nuestra vida. Por segundo día consecutivo apenas hemos dormido tratando de que no se nos congelasen las extremidades. Pero allí estamos, vivos y resueltos a intentar alcanzar la cumbre…
Lo conseguimos a las 8:15, después de una paliza increíble abriendo huella. Nos abrazamos felices en lo más alto. Estamos físicamente tan desgastados por no dormir, no comer, apenas descansar, y todo el esfuerzo de tres días consecutivos, que de haber estado la cima cien metros más arriba, creo que no lo habríamos logrado.
En ese momento tomamos una drástica decisión que ya habíamos barruntado en nuestras cabezas durante el ascenso: nos vamos a tirar hacia la otra vertiente porque no nos vemos capaces de bajar por dónde hemos subido. La pared es demasiado grande, vertical y peligrosa. Pero tenemos un punto a favor, todavía es pronto y hay suficiente luz para buscar el camino entre torres de hielo y grietas, que de tan grandes, asustarían al más osado de los alpinistas. Tras varios rápeles en seracs impresionantes, y algunas horas de bajada, llegamos al final del hielo, pero aún nos queda mucho
camino para descender los 3.000 metros de desnivel que separan nuestra cumbre de donde nos vendrán a buscar. No es hasta las 17:00 cuando alcanzamos finalmente el objetivo, después de otra intensa jornada de diez horas de actividad, que esta vez hemos tenido que resolver sin nada de comida…
Al día siguiente, y ya en la seguridad de nuestro alojamiento en la ciudad de Huaraz, comprobamos que hemos perdido cuatro kilos cada uno… Pero tanto sufrimiento ha merecido la pena porque hemos firmado nuestra mejor vía de alpinismo hasta la fecha. La Cordillera Blanca nos obsequia nuevamente con una gran actividad.“
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