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Iker y Eneko Pou abren 'One Push' en la cara suroeste del Pumahuacanca

Hermanos Pou
13 de julio de 2022 14:12 h

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Los hermanos alaveses repiten cordada con el andinista Micher Quito para lograr su cuarta apertura de este verano y la que es su mejor vía de alpinismo hasta la fecha. Lo hacen escalando por primera vez la cara suroeste del Pumahuacanca, un escarpado y difícil nevado de 5.563 metros, que dada su enorme complejidad técnica, apenas cuenta con un puñado de ascensiones por su vertiente más accesible.

Otra buena sorpresa para los Pou que, en ese afán de superación en el alpinismo de exploración y vanguardia, logran otra ascensión inédita en la Cordillera Blanca. Lo hacen nuevamente en el mejor de los estilos, sin cuerdas fijas, y en un solo intento ('One Push') tras 12 horas y media consecutivas, con dificultades técnicas importantes de M7 expuesto en escalada mixta (un penúltimo largo a casi 54.00 metros), 85º en hielo y V en roca. El estilo alpino -que requiere de mucha experiencia, autonomía total, un grado de dificultad asentado en todas las disciplinas y mucha destreza para sumergirse con lo puesto en lo desconocido- se vuelve a imponer en una escalada que los hermanos definen como una de las mejores de su dilatada carrera:

-“El Pumahuacanca es una montaña muy enrevesada por cualquiera de sus vertientes, lo que conlleva que el descenso sea tan complicado como el ascenso. Creemos que es la primera vez que logramos algo tan difícil con piolet y crampones”.

Y así fue como tras 12 horas y media de escalada continuada, alzaron los brazos felices en la cumbre, mientras recibían los últimos rayos de sol sobre sus cuerpos cansados… Eran las 17:45 y en apenas 45 minutos estarían inmersos en la oscuridad de la noche. Una ascensión larguísima de 1.000 metros, en la que habían escalado en roca, hielo y mixto, con algunos largos muy expuestos, que les habían obligado a dar lo mejor de sí mismos. Atrás quedaba esa salida de la tienda a las 5:15 am, en una noche gélida, a una altura de 4.700 metros. Pero no había tiempo que perder ya que el panorama desde la cumbre es tan bonito como desalentador… Miren para donde miren, cientos de metros de caída se abren ante sus ojos… Todo se ve abrupto y salpicado de acantilados…

-“En ese momento nos damos cuenta de que debemos darnos prisa y elegir bien el descenso. Apenas tenemos unos minutos de luz y ninguna información previa de cómo bajar una montaña tan grande, que en mitad de la noche, está cubierta de trampas… En una decisión siempre arriesgada y difícil. Decidimos tirarnos hacia la vertiente contraria a la que hemos escalado… La primera parte resulta muy inclinada y la destrepamos como podemos con piolet y crampones. La salvación se intuye muy lejana, casi 1.500 metros más abajo, en las bonitas praderas verdes del valle de Rurec. Pero no hay que perder la concentración porque para disfrutar de eso aún queda mucho… Se nos echa la oscuridad encima mientras cambiamos las botas de alta montaña por las zapatillas, para bajar más cómodos cuando se acaba la nieve. Los acantilados cada vez son más grandes, con lo que a los destrepes le siguen también un montón de rápeles de fortuna. Perder metros se hace una labor ingente, y en mitad de la noche, y sobre una pared de más de 1.000 metros nos vamos inventando un descenso que nos saque del peligro… Pero éste no acaba nunca… A las 3 de la mañana cuando se nos agota gran parte de la potencia de nuestras luces frontales, el cuerpo ya lleva varias horas funcionando como un autómata y hemos apurado en infinidad de ocasiones en destrepes peligrosos y rápeles dudosos. Decidimos parar y descansar tirados en la hierba. ¡En ese momento llevamos 22 horas de actividad!

Es un lugar con mucha vegetación con lo que estamos seguros que el fondo del valle y por lo tanto la salvación está próxima, pero con la poca luz que tenemos somos incapaces de seguir resolviendo el jeroglífico… Las tres horas que discurren hasta que empieza a amanecer son durísimas. Tirados en una fuerte pendiente buscando la protección de la hierba, sin más parapeto que la ropa que tenemos encima, el viento glacial nos hace tiritar, al punto que en el silencio de la noche solo

escuchamos el castañear de los dientes del de al lado. Llevamos horas con todo puesto para combatir el intenso frío nocturno. Cuando amanece nos damos cuenta que estábamos a apenas cincuenta metros de la rampa que, de una manera sencilla, nos conduciría a la seguridad del valle, pero después de lo visto… Son las 7:30 am, 26 horas y media después de iniciada la actividad, cuando llegamos a la base de la quebrada desde donde dos días antes iniciamos nuestro ascenso hasta el campo base. Pero nuestras tiendas se encuentran quinientos metros más arriba de donde estamos y no tenemos fuerzas para llegar hasta allí, con lo que contactamos con nuestro cámara y compañero Alex Estrada para que sepa que estamos vivos y que baje con todo desde arriba. Ha sido duro, pero nuestra aventura ha tenido un final feliz.

Una ascensión a una montaña se compone de un ascenso y de un descenso. Por ello, cuando ambos guardan dificultades al límite de tus posibilidades, el conjunto hace que hayas firmado una gran escalada. En este caso, probablemente, la más difícil que hemos logrado en alta montaña. Sin lugar a dudas, ¡Una gran aventura!“.

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