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El 2025 para África (parte I: desafíos securitarios)

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En estos los que serán primeros artículos del año nos hemos propuesto reflexionar sobre el 2025, un año clave para consolidar la creciente importancia de África en la geopolítica global, una tendencia evidente en los últimos dos años. 

Un apunte clave: estamos a días de la toma de posesión de un Donald Trump desatado en relaciones internacionales. Será crucial observar cómo aborda sus vínculos con África y cómo los países africanos reaccionan en un mundo marcado por populismos, extrema derecha y el declive de las organizaciones multilaterales. Esto debilita los consensos globales y resta protagonismo a los Derechos Humanos en los debates internacionales, cada vez más polarizados y marcados por la desinformación y el ruido. 

Hoy abordaré, pues, los principales desafíos y amenazas del continente, y desde una perspectiva más securitaria, incluyendo los principales conflictos activos y potenciales, dejando para la próxima semana un enfoque más positivo sobre las oportunidades, incluso en este escenario global incierto. 

Sudán: la peor catástrofe humanitaria en la guerra menos mediática 

Sudán enfrenta la peor catástrofe humanitaria actual, con más de 150.000 muertos, millones de desplazados y refugiados desde el inicio de la guerra civil en abril de 2023. El conflicto entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) ha dejado a 24 millones de personas en inseguridad alimentaria y provocado un brote de cólera, concentrando el 10% de las necesidades humanitarias globales pese a representar menos del 1% de la población mundial. 

En 2025, el panorama sigue siendo sombrío. La provisión de armas y combustible por parte de Rusia, Irán y Emiratos Árabes Unidos alimenta el conflicto, mientras que la falta de voluntad política entre las SAF y RSF bloquea cualquier avance hacia la paz. Sin un cambio drástico en la intervención internacional, Sudán continuará atrapado en un ciclo de guerra, hambre y abandono global. 

El conflicto en Sudán es tan complejo que resulta imposible definir con claridad quiénes son agresores y quiénes agredidos, a diferencia de Ucrania o Palestina. En un mundo de simplificación y desinformación, estas complejidades quedan fuera del foco, lo que explica por qué Sudán recibe tan poca atención. 

El Sahel 

En 2025, el Sahel enfrenta creciente inestabilidad política y violencia yihadista. Los golpes de Estado en Mali, Níger y Burkina Faso han dado paso a la Alianza del Sahel (AES), un bloque militar antioccidental que busca consolidar su autoridad. Sin embargo, debe legitimarse ante ciudadanos e instituciones internacionales mientras gestiona crisis de gobernanza, desarrollo y seguridad. En este contexto, serán claves para su estabilidad e influencia regional todo lo que tiene que ver con su relación con la Comunidad Económica de Estados de África Occidental - CEDEAO (todo apunta que en pocos días o semanas será oficial la ruptura definitiva y salida de los tres países de este bloque económico del África Occidental), la Unión Africana (que también está en proceso de elecciones y renovación de sus mandatarios) y las potencias extranjeras. 

La creciente presencia de Rusia, especialmente a través del antes llamado Grupo Wagner (Ahora Africa Corps), complica aún más la dinámica en el Sahel. Moscú ha llenado el vacío dejado por la retirada de Francia y la pérdida de peso de la UE, ofreciendo apoyo militar a las juntas a cambio de expandir su influencia geopolítica (y además llevarse oro a manos llenas para financiar su invasión de Ucrania).  

Sin embargo, las actividades de los soldados rusos han estado vinculadas a abusos de derechos humanos, lo que podría agravar las tensiones sociales y la deslegitimación de los gobiernos militares. Un momento complicado, con un contexto de refuerzo de la narrativa antioccidental en el entorno (ya Senegal y Costa de Marfil se han sumado a la invitación a los franceses de llevarse sus tropas de las bases militares que mantienen aún en esos países) mientras consolida la dependencia de las juntas militares de actores externos, en lugar de fortalecer sus capacidades estatales.  

El avance de las organizaciones yihadistas y la consiguiente violencia sigue siendo el mayor desafío de seguridad para la región. Factores como la pobreza, la corrupción y la debilidad estatal perpetúan la influencia de estos grupos, que han demostrado una notable capacidad de adaptación y financiación mediante la explotación de recursos locales y actividades ilícitas. La retirada de fuerzas internacionales ha dejado un vacío de seguridad que facilita no solo la expansión de su control territorial y social, sino que aumenta su capacidad de reclutamiento, al convertirse en la única opción para que algunos jóvenes encuentren un camino para su sustento.  

Tenemos, pues, crisis del Sahel para rato, con todo lo que ello conlleva para el escenario migratorio en la llamada Ruta Atlántica, ahora protagonizada principalmente por jóvenes malienses que huyen de toda la inestabilidad generada por el yihadismo y el descontrol gubernamental. Al mismo tiempo habrá que seguir atentos a la seguridad marítima del Golfo de Guinea, cuyo control debe preocuparnos.  

Otros conflictos 

No debemos olvidar que hay otros puntos en el continente africano sobre los que debemos estar permanentemente alerta. Aquí, telegráficamente les trasladamos los principales:  

  • Somalia: La crisis humanitaria en Somalia sigue siendo una de las más complejas del mundo, agravada por conflictos internos, violencia clanística y desastres climáticos recurrentes. En 2024, más de 4,5 millones de personas en 20 distritos se vieron afectadas por la inseguridad y los enfrentamientos, incluyendo más de setenta choques entre clanes desde junio, que provocaron el desplazamiento de cerca de 395.000 personas. Además, las operaciones militares contra el grupo yihadista Al-Shabaab y los incidentes de protección vinculados al desplazamiento, que superaron los 11.000 entre enero y octubre de 2024, empeoran la situación. El cambio climático ha intensificado la vulnerabilidad del país, con eventos devastadores como la sequía de 2020-2023 y las inundaciones de Deyr de 2023, que causaron daños valorados en 176,1 millones de dólares en 16 distritos. La combinación de conflictos y crisis climática continúa socavando los esfuerzos de recuperación y desarrollo en el país. 
  • República Democrática del Congo: La RDC enfrenta una etapa crítica en 2025, marcada por el agravamiento de los conflictos armados y una grave inseguridad alimentaria. Las tensiones en el Norte de Kivu, debido al avance del grupo M23/AFC, y el aumento de la presencia militar en provincias como Maniema y Mai-Ndombe, amenazan con provocar desplazamientos masivos de personas. A esto se suman las preocupantes proyecciones de los organismos de Naciones Unidas (FAO y PMA) sobre la inseguridad alimentaria aguda, que anticipan un deterioro significativo para las poblaciones más vulnerables del país. 
  • Etiopía: Tras la guerra entre el gobierno central etíope y la región más septentrional de Tigray, Etiopía no ha cerrado aún el capítulo de conflictos activos, ya que sigue inmersa en un violento conflicto interno, esta vez protagonizado por grupos de milicianos de las regiones de Amhara y Oromía. Pero también preocupa la vuelta a la hostilidad política entre Etiopía y Eritrea. 

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