La falacia de los Acuerdos de París con el calentamiento global

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Cinco años se han cumplido de los presuntos Acuerdos de París sobre el cambio climático (12 - XII - 2015). Después del jolgorio de los representantes de los 195 mandatarios de los países del mundo firmantes del Acuerdo, y la emoción contenida de los incrédulos ecologistas, para reducir el calentamiento de 1,5 a 2 grados celsius en el año 2050. Entre ellos contó con el propósito de los EEUU, con Barack Obama como presidente; hasta que llegó el trueno, el descerebrado negacionista de todo que ocupó la Casa Blanca desde hace cuatro años y desbarató toda participación del país yanqui.

Predije en un artículo, al final de aquel encuentro tan fundamental para el planeta y la vida en la Tierra, publicado en este medio digital, que todo sería un brindis al sol, una hipócrita resolución. Por desdicha, no erré. El materialismo y la ceguera de los países industrializados, que siguen alegremente quemando energías de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas, gas metano –más dañino que el propio dióxido de carbono CO2–, etc.) son quienes no declinan ante su egoísta torpeza, a sabiendas de las advertencias de Naciones Unidas y de los honrados científicos del clima, de los actuales graves desastres y causas muy negativas para toda la humanidad y seres vivos de todos los ecosistemas del planeta.

Ha sido un lustro en el que no se ha visto regeneración ni concienciación responsable y obligatoria ante el peligroso deterioro que se agiganta en cortos tiempos por las emisiones de CO2 –entre otros gases venenosos– a la atmósfera, responsables estos del cambio climático o el calentamiento global. Únicamente el gobierno de Suecia ha disminuido sus combustiones de CO2, programando una concienciación entre todos sus conciudadanos y el uso sensato de otro tipo de energías limpias, ecológicas y que siempre las tenemos inagotables. Y lo que es mejor: tener calidad del aire y salud en sus habitantes. Las protestas de todos los estudiantes suecos, con Greta Thunberg como líder, han dado sus cuantiosos frutos.

Desde la fecha aludida hasta el presente ha sido muy cuestionado el ánimo de los gobernantes firmantes de los citados Acuerdos, para tomar acciones radicales y positivas contra el calentamiento en sus propios países. No se ha realizado ninguna acometida de positividad climática. Y llegó para empeorar la resolución del cambio climático la pandemia de COVID-19, que el pasado mes de marzo del presente año se ha añadido esta mortal desgracia a un inoperante y falaz reclamo para restablecer las economías de los países, y que para ello tendrán que continuar con las emisiones de CO2 a la atmósfera para salvar las maltrechas economías. Pero no importa la ecología: tendrán las naciones una fuerte y competitiva economía, pero un grave deterioro en la salud pulmonar, motivo por el que mueren en Europa 800.000 personas cada año –que se marida actualmente con la COVID–. Y en ambas políticas, opino, se pueden lograr los compromisos responsables contra el pernicioso cambio climático.   

Los datos que maneja el Programa de las Naciones Unidas informan de que, precisamente, desde los aludidos Acuerdos de París de 2015 se han emitido a la atmósfera 55.000 millones de toneladas de CO2 actuales. Asimismo, la Organización Meteorológica Mundial advierte de que de seguir con este catastrófico ecocidio la temperatura se incrementará en 3 o 5 grados al final del presente siglo, lo que será una ruina para la vida.  

En recientes fechas, y posiblemente sea otro de los sainetes de los gobernantes de todos los Estados, hechos por los que están muy duchos a las farsas como expertos en las tablas teatrales, en una nueva promesa más de 110 países de todo el mundo se han comprometido a reducir la descarbonización, acotando las emisiones de gases en propuestas de cortos periodos, retomando así los Acuerdos de París hasta 2050 (aunque lo ampliarán a 2060) e invertir y programar en energías renovables.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió a los gobiernos que declaren un “estado de emergencia climática”, declarando este: “Si no cambiamos de rumbo, nos podríamos dirigir hacia un aumento catastrófico de la temperatura [media] de más de 3 ºC este siglo”. Firman el reciente convenio: China, el mayor emisor de gases de efectos invernaderos, la Unión Europea, comprometida hace unos días en esa inevitable responsabilidad con el medio ambiente; Japón, Reino Unido, Corea del Sur, etc. Por lo menos de cara a la galería, y en el papel todo cabe escrito; el cumplimiento es harina de otro costal.

Este asunto de la demente inconsciencia que hemos generado con el cambio climático no es un tema baladí que tenga que estar en las irresponsables competencias de los jefes de los Estados de todo el mundo, siempre a favor del gran capital de las multinacionales de la economía global. Es una cuestión de trascendental importancia para toda la vida y subsistencia en este planeta que nos cobija. Por ello, somos todos los habitantes del mundo los que debemos exigir, con nuestras voces crispadas, sin demoras e inexorablemente, el cumplimiento de estas medidas de restricciones de gases de efecto invernadero e imponer las energías limpias y renovables como únicas para salvar la vida en la Tierra y a las futuras generaciones.

Y también educar en hacer y actuar a todos con los usos de reciclajes y a disminuir el consumo compulsivo e innecesario de plásticos, tejidos, carnes y lácteos. Ejemplar y trascendente es la loable actuación de las plataformas de jóvenes Fridays for Future y Extinction Rebellion, quienes batallan para conseguir una lozana vida y doblegar las conciencias innobles y estúpidas de los gobiernos depredadores de las vidas de todos los seres que ocupamos eventualmente este solar llamado Tierra. 

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