Espacio de opinión de Canarias Ahora
El Guiniguada no tiene quién lo escuche
Ahora que el debate parece haber ahogado la razón, debería ser un buen momento para reflexionar y ahondar en nuestro pasado colectivo.
No hablo de las Danas de la Valencia de 1957, ni de la terrible de 2024. Tampoco de la tragedia de Santa Cruz de Tenerife en 2002.
Me voy mucho más cerca, aquí, a Las Palmas de Gran Canaria, donde siglo tras siglo, nuestro antaño río, con cada Dana, se fue llevando puentes y partiendo en dos a la antigua ciudad, es decir Vegueta de Triana y con esos dos barrios, a las gentes e intereses de todas las fincas y los riscos vinculados a cada barrio.
Ahora mismo y merced a la incipiente Crisis Climática, si cayera una gran tromba de agua en poco tiempo, previsiblemente la ciudad baja colapsaría y para camiones de más de 3.500 Kilos, la travesía Norte-Sur por la Circunvalación (nuestra gran baza), estaría prohibida.
Somos una especie desmemoriada, pero si releemos nuestra historia, muchas han sido las veces que las aguas, se llevaron los diversos puentes, que antaño, se tenían que reconstruir, para comunicar los núcleos fundacionales, hasta el Siglo XIX.
Ciertamente, y aunque corrió serios peligros, el Puente de Piedra aguantó, hasta que se lo llevó por delante el desarrollismo de los 60.
Paralelamente al anterior, también sufrimos esas riadas en el de Palo, cuya recia estructura, si bien aguantó todas las embestidas, no sucedió lo mismo con los kioscos de madera que estaban encima.
Especialmente en su centro con sus endebles puestos de flores e incluso con el famoso bar Polo, restaurados todos ellos posteriormente, pero asumiendo sus propietarios los arreglos.
¿Qué sucedería si volviera una Dana como las de antes?
Aunque el cauce aguantó bien la de 1950, ahora no está diáfano como entonces. Lo dividen cuatro angostos túneles, que habrían de canalizar el agua, pero también los camiones, coches, electrodomésticos, escombros, etc., que hemos dejado “olvidados” aguas arriba o, sencillamente, las piedras y especialmente la vegetación que está o ha nacido en su ribera. Cortaba y ramoneaban antaño, por propietarios y ganaderos, pero en total estado de abandono en la actualidad.
Si nos sorprendiera una crecida y los actuales cuatro conductos se tupiesen con cientos de toneladas de vegetación que flota, coches y todo tipo de enseres, podría pasar que el “invento” fuese incapaz de absorber la riada y, si esta fuera monumental, podría afectar especialmente a barrios tan enterrados como El Terrero. Inundado este, probablemente le tocaría también a la calle Juan de Quesada y, por ella, a las de Calvo Sotelo, Pelota, Mendizabal, etc.,y por ende, al Mercado de Las Palmas, las paradas de guaguas y los aparcamiento, así como las conexiones viales y peatonales con la Avenida Marítima y esta misma.
De ser así, correrían hacia el sur por la Avenida, es decir, por toda la ciudad baja, con precarias o inexistentes salidas al mar, para recibir el embate.
Más al norte, si anegara el mentado Terrero, podría bajar hacia el teatro por la Plazuela y, al menos, las calles Lentini, Remedios y Malteses.
Todos los garajes subterráneos particulares o públicos, estación de bombeo de aguas negras y de guaguas, torreones subterráneos de Endesa, etc. también se verían afectados por el norte de la zona de desagüe del barranco.
Toda la ciudad baja, con sus colectores, vertidos y lodos tendrían sus bajos anegados, los garajes inundados, privada de agua potable, aljibes inservibles, etc.. En fin, un despropósito, y todo por no haber dejado fluir por donde siempre fluyó y fluirá el agua hacia el mar.
Los barrios de San Nicolás, San Roque, San Juan, Pedro Hidalgo, San Cristóbal Hoya de La Plata, etc., para conectar con el resto de la ciudad, tendrían, si pudieran hacerlo, que subir a la Circunvalación.
Seguro que quienes buscan las grandes actuaciones sobre el barranco lo estarán haciendo con los mejores propósitos, pero los que tenemos una edad, y conocimientos, tenemos que estar ciertamente alarmados, con el riesgo que supuso en su día y supone actualmente aquel entubamiento del barranco.
Creo que debemos tener lógicos temores a que se repitan no ya las escenas de nuestra niñez, sino las de la Historia de esta Muy Noble y Leal Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
Desafortunadamente, desde Ascán poco o nada pudimos hacer ante aquel despropósito salvo, años después, denunciar la masacre y muerte del último til de la ciudad cuando se “arregló” la plaza de San Antonio, entre el actual Ambulatorio de Triana y el edificio que alberga Mercadona en la prolongación de Primero de Mayo.
Si tuviéramos un barranco diáfano y a cielo abierto, con los necesarios amplios y altos puentes de conexión, la defensa de las riberas, sería mucho más fácil.
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