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Iglesias

Rubén Alemán / Rubén Alemán

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Especial aversión tienen los monseñores Rouco Varela, Cañizares, Bernardo Álvarez o el papa Ratzinger hacia los socialistas, comunistas o anarquistas. Tiene su lógica puesto que aquellos que defienden una sociedad más justa, más humana y respetuosa con el medio suponen una amenaza para los intereses económicos de una casta dominante que controla o quiere controlar también las conciencias. Y lo hacen desde la más tierna infancia merced a acuerdos firmados incluso con gobiernos que se dicen “socialistas”.

La cúpula de la Iglesia Católica es corresponsable de la marginación a la que se sometió en el Franquismo a los homosexuales. El campo de “reeducación” de Tefía en Fuerteventura fue testigo de la discriminación, aberración e ignominia a la que arrojó a gays y lesbianas en los grises años del fascismo español en Canarias. El homosexual en en el Estado español era un peligro para la moral católica porque detrás de la liberalidad en las costumbres se escondía un gran afán por recuperar las libertades y la democracia, independientemente de la ideología de estas personas. Si ese gay o lesbiana era encima de izquierdas la persecución era doble.

La Iglesia revolucionaria, la Iglesia de los pobres, la Iglesia de los trabajadores y trabajadoras ha sufrido en sus carnes el escarnio del poder sectario del Vaticano. El Papa polaco Juan Pablo II, heredero de la tradición más ortodoxa viajó ex profeso a la Nicaragua sandinista para humillar literalmente a Ernesto Cardenal, ministro cristiano defensor de la Teología de la Liberación latinoamericana y recriminarle ante todas las televisiones del mundo su posición antiimperialista. Formaba parte del Gobierno Ortega que en 1.979 conquistó el gobierno y casi conquista el poder si no llega a producirse el acoso reaganiano contra la revolución y diversos errores fruto de la ingenuidad cristiano-marxista de la Nicaragua sandinista.

Esa Iglesia padeció muchos horrores. En El Salvador, jesuitas encabezados por Ignacio Ellacuría y él mismo fueron asesinados no por su fe, sino por su acción social. Por la praxis transformadora de la sociedad. La Teología de la Liberación convivía y convive con la miseria en El Salvador, en Bolivia, en Brasil, en Méjico. Son testigos del infanticidio de gamines en Colombia, han denunciado el tráfico ilegal de órganos de niños y niñas pobres con destino a las familias adineradas de Estados Unidos o Europa, saben que en el Capitalismo no hay salida para la Amazonía, que la jerarquía es cómplice de la marginación del indio en Chiapas, en Salta, en Cochabamba.

La Iglesia Católica señaló a los republicanos españoles. Aquellos que defendieron la democracia republicana o los derechos de los pueblos catalán, vasco y gallego fueron condenados al ostracismo o eliminados del mapa. Obispos como Pla y Deniel jugaron un papel represivo contra los defensores de la libertad. El papel de la jerarquía en el control de la censura cinematográfica era verdaderamente enfermizo. Un simple escote era objeto de eliminación fílmica. Eso sí, primero el clérigo censor se deleitaba en su contemplación. Se intentaba llevar bajo palio la moral y las costumbres. En Canarias, el obispo Pildain Zapiain lanzó una auténtica cruzada contra el bikini en nuestras hermosas playas. El cura Llanos, artífice de la dignificación del Pozo del Tío Raimundo madrileño, barrio sumido en la más absoluta pobreza en los años 50 y 60, quiso llevar más allá de la acción cristiana su compromiso político afiliándose al PCE y a Comisiones Obreras, cuando Comisiones era un sindicato. Inmediatamente, la Conferencia Episcopal Española lo llamó a capítulo con un elocuente: “Sea discreto”.

La inmoralidad constante e hipocresía sin límites de la mayor multinacional del mundo ha quedado más que patente en los últimos años en las totalitarias arengas amparadas, propiciadas y estimuladas por los locutores César Vidal, Cristina López Schliting o el ínclito Federico Jiménez Losantos. La COPE, emisora cuyo accionariado mayoritario pertenece a la Conferencia Episcopal Española, no realiza precisamente una labor de caridad cristiana cuando ataca sin tino a los movimientos emancipadores y democráticos de América Latina, criminaliza al homosexual o ningunea descaradamente a los familiares de los republicanos españoles asesinados a partir del 36 y que sólo desean -algunos de ellos, miren por dónde-, darles cristiana sepultura.

Cosa que sí pudieron hacer los familiares de los fascistas que murieron en la Guerra de España, de tan triste recuerdo. Esa que comenzó la reacción con la complicidad de la Iglesia Católica y la oposición de la Iglesia republicana, la de los trabajadores y trabajadoras, la de los pobres. La que fue silenciada y represaliada por los que han puesto sus dineros en el Banco Ambrosiano, en multinacionales productoras de condones o en la propia COPE.

Rubén Alemán

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