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Un tal López, en la lendakaritza
Convendría olvidar pronto las reacciones insoportables que tuvo el Lehendakari anterior, Juan José Ibarretxe, y los principales dirigentes de su propio partido. A todos nos conviene pensar que fueron gestos iniciales de mal perdedor acostumbrado siempre a tener todos los ases. La interpretación profunda de confusión de patria con partido y de gobierno con propiedad sería sencillamente insoportable. Y esa sensación amarga hay que expulsarla de la vida pública.
Patxi López ha hecho una oferta generosa a todos menos a los terroristas de ETA. Ha proclamado su anhelo de integración y ha definido el objetivo de modernidad como aspiración de una sociedad que si consigue superar los elementos de desintegración y de división puede jugar en las ligas mayores del conjunto de España.
Un proyecto integrador que recupere para Euskadi un prestigio que siempre ha tenido y que sólo la tensión promovida desde el nacionalismo disgregador ha puesto en cuestión.
Patxi López se ha comprometido a deslegitimar cualquier atisbo de ETA y de su entorno; a desalojar lo símbolos de las calles de Euskadi; a perseguir con los medios que le confiere el Estatuto a cualquier formulación de apoyo al terrorismo de ETA.
Nada va a ser fácil porque treinta años de gobierno nacionalista deja una administración trufada de una concepción frentista de la sociedad. Porque será necesario dirigir la televisión vasca y la policía autonomía con unos nuevos parámetros y ganarse la lealtad en la oposición del Partido Nacionalista Vasco que además controla las poderosas diputaciones fórrales.
Pero no hay nada más apasionante en política que los retos casi imposibles y gobernar Euskadi en minoría con el apoyo externo del Partido Popular no es precisamente de los más fáciles.
*Periodista y analista político en elplural.com
Carlos Carnicero*
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