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La querella

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La querella del PP, por supuesto.

La derecha -no la política, de papel gorgoritesco-  empresarial, financiera, eclesiástica… se está cargando la convivencia. Su insaciabilidad de poder, de influencia y de beneficios es ilimitada. Poseen gran parte del poder social, es decir de la capacidad para condicionar cómo funciona una sociedad, cómo piensan, y cómo viven las personas que forman parte de ella. Pero quieren también monopolizar el poder político, al precio que sea. Y si ese precio (que pagaremos todos) es liquidar la convivencia, pues eso. Y si con esa “estrategia” lograran reunir todo el poder en las manos de los mismos sectores y “élites” influyentes y adineradas, la siguiente pregunta es: entonces ¿a qué no estarán dispuestos para no perderlo ‘más nunca’, como decimos por estos lares ultraperiféricos?

La cultura y las técnicas y garantías jurídicas del Estado de Derecho tienen como razón de ser la preservación de la libertad civil, que es incompatible con la concentración de todo el  poder en unas mismas manos. Porque la concentración del poder y la ausencia de límites a su ejercicio ahogan todo resquicio de libertad.

Esas técnicas se fueron fraguando históricamente en un tiempo en el que el poder del Estado monárquico y los intereses sociales que representaba y que lo sustentaban, era el Poder por excelencia. Pero todo aquello quedó atrás y en la edad contemporánea y globalizada existen entidades y corporaciones  que ostentan más poder que cualquier Estado. Sean de carácter transnacional o meramente nacional y con toda clase de vínculos entre ellas. Por eso las Instituciones democráticas son el único contrapunto a ese conglomerado de poder, la única instancia que puede representar y proteger a quienes no tienen quién les proteja. Es decir, a la mayoría de la sociedad.

Por eso, los intentos de deslegitimación y el acoso a los gobiernos de orientación progresista que llevamos soportando en España desde que un Gobierno visiblemente corrupto, presidido por M.Rajoy ¿…? fue destituido con una moción de censura constructiva, que es un mecanismo arquitectural del régimen parlamentario racionalizado, y a pesar de varios procesos electorales celebrados desde entonces que han permitido fraguar mayorías parlamentarias articuladas alrededor del PSOE, ocasionan  un daño a cualquier democracia digna de ese nombre de muy difícil o imposible reparación.

Ahora toca la querella sustentada meramente  en informaciones “periodísticas” y en unas declaraciones anónimas de un individuo con la voz deformada. No tiene el menor recorrido, si tomamos en cuenta los requisitos imprescindibles para que se abra una investigación judicial  establecidos por la jurisprudencia. Ni el menor apoyo indiciario en los informes de la UCO, que -ya sabemos- sólo existen cuando apuntan hechos que puedan revestir naturaleza delictiva y apunten a cargos públicos o dirigentes socialistas. Y si no, o cuando los hechos de potencial entidad delictiva apuntan al PP, simplemente no existen. Y la UCO, como si no existiera.

El PP sabe que no tiene la menor credibilidad para ser paladín de la lucha contra la corrupción, aunque estando en la oposición tenga el deber de denunciarla. Sabe también que la anticorrupción no dará votos a un partido bajo mínimos en este campo. Pero también sabe -y ése es en realidad su objetivo- que a la militancia del PSOE y a los votantes de izquierdas les  desmoralizan hasta la abstención electoral los comportamientos corruptos o la existencia de indicios serios, de haberlos protagonizado, de sus representantes institucionales. 

De eso se trata, a ver si, como ocurrió en otoño de 2011, cuando la gran abstención de potenciales votantes progresistas le dio a M.Rajoy la mayoría absoluta con los mismos votos con los que en 2008 había perdido las elecciones frente a José Luis Rodríguez Zapatero. Esa desmoralización de los votantes progresistas sólo la pueden producir los asuntos de corrupción o un giro brusco en sus políticas progresistas como el que se vio obligado a realizar Zapatero por las presiones y chantajes de la Troika, en pleno epicentro de la crisis financiera de la pasada década.

Repectus, rasus o tonsus iudex (o con el pelo alborotado…)

El PP confía en que, a pesar  de la manifiesta insolvencia de su querella, aparezca como caído del cielo  -o brotado  del Averno, según se mire-  algún juez repeinado,rapado o tonsurado (Repectus, rasus aut tonsus iudex)  o con el pelo alborotado y las medias de color, que abra y le dé hilo a la cometa de una investigación carente del menor fundamento, digan lo que digan los informes de la policía judicial. Y con tanto desparpajo  y restregándonos en la cara su seguridad de ser impune como  haga falta.

Y, como dividendos extra de todo ello, lleguemos hasta olvidarnos de los zaplana y toda la ristra de corruptos y, si cupiera o cupiese, de las más de 7.000 personas mayores abandonadas y fallecidas en las residencias de Ayuso. Lo más estremecedor que ha ocurrido en la España democrática. Ni en  la peor pesadilla.

Peores cosas se han visto en los últimos días.

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