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Lo siento, Íñigo

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Lo siento, Íñigo, pero me resulta imposible empatizar con tu “he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona” ya que en este momento me coloco, sin ninguna duda, del lado de las mujeres que tuvieron que sufrir en silencio el acoso y el maltrato de la persona, precisamente por el poder, real o simbólico, del personaje.

Lo siento, Íñigo, pero he experimentado una decepción inmensa al terminar de leer la publicación en la que anunciabas tu retirada de la política ya que no he encontrado, en medio de tanto esfuerzo para tratar de excusar lo inexcusable, ni el más mínimo intento de pedir perdón, de reconocer el daño causado.

Lo siento, Íñigo, pero el carácter pseudointelectual de tus argumentos y lo enrevesado de tu prosa no logra esconder en ningún momento ese intento fútil de todos los maltratadores de convertirse en víctimas, tratando de transferir su propia responsabilidad al entorno, a las presiones, al estrés o a la propia biografía.

Lo siento, Íñigo, pero no me vas a convencer para verte como una pobre víctima de las circunstancias y, al contrario, considero que a tu pesar has quedado convertido en ejemplo paradigmático de cómo el machismo no entiende de edad, formación, ideología o clase advirtiéndonos de la necesidad imperiosa de seguir luchando para desterrar este tipo de comportamientos, prestando una especial atención a aquellos que detentan posiciones de poder.

Lo siento, Íñigo, pero no mereces ni siquiera estas líneas, tan sólo mereces que olvidemos cuanto antes a la persona y que recordemos siempre al personaje para mantenernos en guardia.

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