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El turismo en la encrucijada

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Cada septiembre se produce la llegada de los turistas de la temporada alta en Canarias. Comenzaron a venir en vuelos chárter y  han hecho del turismo la principal actividad económica de nuestro archipiélago. Su impacto en el PIB y en la creación de empleo, directo e indirecto, es indiscutible. Su papel en la modernización de nuestras infraestructuras y en la propia sociedad ha sido extraordinario. En muy poco tiempo, nuestra economía pasó del sector primario al sector servicios, provocando la etapa de mayor crecimiento de la historia de Canarias. 

En este mes, además, han tenido lugar el encuentro profesional de comunicación y marketing turístico Overbooking y la celebración del Día Mundial del Turismo, cuyo origen data de 1980. Se instauró cuando se cumplió el décimo aniversario de la aprobación de los estatutos que rigen la Organización Mundial del Turismo en 1970 y tiene una especial relevancia para España al ser el único organismo de la ONU con sede en nuestro territorio. 

Las macrocifras de la actividad turística son contundentes. Estamos ante una actividad que mueve el 9% del PIB mundial / en Canarias un 35%) y del que depende uno de cada doce empleos en el planeta, principalmente ocupados por mujeres. Además, es considerada una actividad que puede impulsar el desarrollo de países menos avanzados, así como  favorecer el diálogo y la cooperación entre diferentes culturas. 

Existen múltiples modalidades de turismo, pero con el auge de los vuelos y servicios de bajo costo, que se está propagando por casi todos los destinos, ha surgido el fenómeno de la masificación. Incluso en los lugares más sorprendentes o peligrosos podemos encontrar colas de personas. Se trata de una realidad que muestra la necesidad de regular los nuevos hábitos de nuestra sociedad y de la que Gran Canaria no se libra, tal como podemos comprobar en algunos de nuestros espacios naturales emblemáticos. 

El turismo en nuestras islas funciona desde sus orígenes gracias a la conjunción de un clima privilegiado, un medio natural y paisajístico de gran calidad, una oferta desestacionalizada de sol y playa, junto a una situación geográfica estratégica. Estos elementos impulsaron, con el incremento de las conexiones aéreas, un enorme flujo de personas y capitales que obró -en parte- el milagro económico español, al recibir las divisas del turismo que comenzaba a mostrar su gran capacidad de movilización de personas, medios de transporte y, sobre todo, de transformar el modelo de desarrollo. El turismo puso en producción zonas en su momento marginales, sin carreteras, ni infraestructuras, rodeadas de surcos y cucañas. 

Hoy, esos territorios acogen varios millones de turistas al año y son atendidos por el mayor contingente de población ocupada de nuestras islas. Una mano de obra mayoritariamente de servicio, pero con la característica de que en su mayor parte cuenta con contratos indefinidos, ya que no hay estacionalidad como en otros territorios y la ocupación es constante en los establecimientos. Sólo en las crisis se producen situaciones que se extienden a todos los sectores de nuestra economía, pero cada episodio de dificultades se ha saldado con una recuperación rápida.

Ya en el siglo XXI hemos vivido varios ejemplos de resiliencia y de cómo se ha recuperado rápidamente la actividad turística de las crisis padecidas. En 2008, por ejemplo, la crisis financiera se ensañó con el país, con unos recortes sin precedentes, generando una gran recesión, pero, al mismo tiempo, Gran Canaria y toda Canarias, iban contracorriente gracias al mantenimiento de la actividad turística.

Esa capacidad de resistencia y recuperación se debe a diversos parámetros y aspectos intrínsecos a nuestro destino. Hace unos días, durante la celebración de Overbooking, señalé que la imagen de sostenibilidad, seguridad, salud y bienestar son atributos de la marca turística de Canarias que fueron difundidos en las primeras obras literarias de nuestra civilización. La mitología sobre las islas de los afortunados ha ejercido una poderosa influencia en la visión que se ha mantenido de nuestra tierra. La leyenda de Las Afortunadas ha prevalecido, pero hemos de separar el mito de la realidad ante un presente y un futuro que presentan importantes incertidumbres y amenazas.

Y es que, tanto en los periodos de crisis como en los de crecimiento turístico, nuestras fortalezas y debilidades siguen latentes. Nuestra posición geográfica determina nuestro clima y también nuestras vulnerabilidades. La corriente de Canarias, los alisios y el siroco han hecho de este territorio atlántico el Jardín de las Hespérides, pero tenemos que analizar las consecuencias del cambio climático en el sector y sobre todo apostar por la sostenibilidad como gran horizonte de presente y futuro.

Nos enfrentamos a un futuro de grandes retos e incertidumbres. El cambio climático nos debe obligar a adaptarnos y a mitigar sus consecuencias. Tendremos que hacer frente al aumento del nivel del mar, a fenómenos meteorológicos adversos, a enfermedades tropicales, a la sequía y al aumento de las temperaturas, entre otras.

Nuestra posición geoestratégica se puede ver condicionada por crisis bélicas como las que hoy tenemos en las puertas de Europa o en Gaza, en el Sahel y otras zonas de África. El aumento de la inestabilidad política, el auge de la extrema derecha y la debilidad o la quiebra de muchas democracias, devenidas en totalitarismos, suponen un factor de inestabilidad social y económica muy importante que nos puede condicionar de manera significativa.

Nuestra posición y nuestro clima dan lugar a contrastes llamativos en estos tiempos inquietantes. Hoy somos contraste de migraciones climáticas, religiosas, políticas, etc., entre el norte y el sur, entre Europa y África. El ocio hedonista y la jubilación de la envejecida población europea se choca de bruces con una tragedia humanitaria que sitúa a la 'ruta de Canarias' como la más mortal del mundo.

Esas contradicciones o diferencias forman también parte de nuestra marca turística, que arrancó hace un siglo y medio, desde que comenzamos a recibir viajeros y turistas que venían a recuperarse de las consecuencias de la revolución industrial. Fueron ciudadanos de estos países quienes promovieron los primeros hoteles. Así, en 1911 la ciudad contaba con 13 establecimientos y en El Monte había otros dos. En aquella época, los desplazamientos para llegar a cualquier parte del planeta duraban entre dos y quince días. Hoy es cuestión de horas y disponemos de 135.000 camas alojativas (VV, apartamentos, CR, hoteles...) y nuestro aeropuerto conecta con 152 destinos distintos.

Canarias figura entre los destinos líderes del turismo en el mundo y eso es debido a una gran cantidad de personas, empresas y organismos que hacen posible la excelencia de nuestra oferta de productos y servicios turísticos, con unas infraestructuras al nivel de las zonas más desarrolladas de Europa. Pero no nos podemos dormir en los laureles.

El turismo hunde sus raíces en nuestra historia para convertirse en parte de nuestra identidad. Y a partir de esa realidad, hemos de esforzarnos por conseguir que responda a nuestras necesidades y no profundice en las desigualdades, porque determina nuestras vidas.

Una representación de esa parte de la sociedad isleña, consciente de cómo repercute en su vida el turismo, quiere que esa relación sirva para mejorar la vida de quienes residimos aquí, como ha sido a lo largo de la historia. Fue la sociedad la que impulsó el turismo desde sus inicios, concitando una movilización social sin precedentes y destinando parte de sus escasos recursos para la creación de equipamientos que hoy son orgullo y patrimonio cultural. Inicialmente nuestras clases medias y algunos de nuestros empresarios  invirtieron sus ahorros para crear las camas necesarias. La aportación de los primitivos visionarios creativos nos dejó un legado en el paisaje cotidiano que nos enorgullece. Ahí están el Pueblo Canario, el parador de Tejeda, el Jardín Canario, el Templo Ecuménico, la Casa de Colón, los festivales, los campeonatos deportivos, la restauración... Unos equipamientos y actividades que debemos -en parte- al turismo.

Y en este sentido tenemos que aprender y renovar la larga tradición que dio comienzo hace 110 años con la creación de la Sociedad Fomento y Turismo, o el Centro de Iniciativas y Turismo que este año cumple su noventa aniversario, o el Skal Club, con 66 años de actividad en la isla. La sociedad civil iba muy por delante de la administración, hasta que en 1975 el Cabildo creó el Patronato Provincial de Turismo -cincuentenario que celebraremos el próximo año-, y que nació con el espíritu de cooperación entre las islas.

En estos cincuenta años, se ha profesionalizado y estructurado el sector. Pero también hemos visto crecer el descontento de sectores de la población que plantean cambios en el modelo, al que culpan de déficits que padece la sociedad. Vivimos en una encrucijada global en la que la crisis climática, el auge de los conflictos y la polarización animan a la confrontación, dejando a un lado el diálogo y la participación. Por ello, debemos recuperar la implicación de la sociedad para consolidar un modelo de turismo más sostenible y rentable, que contribuya al progreso, a la diversificación de la economía, a una mayor igualdad social, a la protección del medio natural y sus recursos y a una mayor distribución de sus beneficios. .

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