La culpa no es mía

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Es entonces cuando comienza el espectáculo. El espectador se sienta en primera fila, con un gran bol de palomitas de mantequilla y un refresco bien frío, a la espera de que alguien le demuestre de quién es la culpa.

Para ello, los combatientes sacan toda la artillería pesada, lo sucio y lo mal visto, ya sea verdad o mentira, sobre el rival al que se quiere lapidar con injurias ante la sociedad. Lo que menos importa es la verdad. Eso sí, ha de ser sin piedad y sin escrúpulos, pues cuanto más ensucies el nombre de tu contrincante, menos dejarás de ser tú el culpable.

Uno no tiene más que asomarse un poco al balcón que te permita ver cómo funciona la justicia (y no miro sólo a la española) en donde se juzgan a personas por delitos que no han cometido, que son inocentes, pero a la que la opinión mediática ya ha juzgado de antemano, gracias al interés que ha despertado en los telespectadores, en muchas ocasiones por una manipulación que proviene de vete tú a saber qué intereses (tal vez sea mejor no saberlo).

Pues así mismo pasa en nuestras vidas de manera cotidiana. En un barrio cualquiera de cualquier municipio, puede surgir un rumor malintencionado y rápidamente hay un juicio social, sin que nadie se moleste en comprobar los hechos. Debe haber mucha vocación de juez en la sociedad actual…

La tendencia natural de la gente es la de evitar tener la culpa de algo, al precio que sea. Lo entiendo, aunque no lo apruebe. Supongo que es un mecanismo de autodefensa para no lastimar nuestra autoestima y la valoración que los demás puedan tener de nosotros, pero no es justo, sobre todo si para no asumir una responsabilidad, acusamos a otra persona de nuestros actos.

Si uno sabe quién es, ¡qué más da! Eso dicen los que escuchan la versión del inocente. Normalmente las personas que te conocen por dentro y por fuera y saben de tu inocencia, seguirán a tu lado. El dilema viene cuando uno debe decidir si utilizar su tiempo en demostrar su inocencia, lo que en el mundo legal no es así ya que la carga de la prueba la tiene el que acusa o dejar que las cosas caigan por su propio peso.

Hoy en día abogo por no perder ese maravilloso tiempo en ir explicando mi versión de ciertos hechos, ya que, al fin y al cabo, cada persona ya habrá formado su opinión, posiblemente la dará y te juzgará para bien o para mal.

La mera verdad, la cual suele está enredada en esa maraña de acusaciones, siempre acabará saliendo a la luz, o eso espero, y la esperanza me hace creer además de desear, y sólo aquél que se atrevió a ocultarla, será esclavo de su culpa.

Moneyba

M. J. Alfonso

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