Diálogos emprendedores…
Hace semanas tuve unos días locos, de esos que en los que, en prácticamente 10 jornadas, dormí en varias ciudades incluso de distintas comunidades… Alicante, Madrid, Córdoba, Granada… Cuando viajo por trabajo suelo marcarme una rutina en función del medio de transporte que utilizo; llámenme raro, pero nada más lejos de la realidad… El avión no tiene acceso a la red, el AVE sí… Si voy en coche únicamente puedo hacer llamadas, en la “guagua” puedo hacer esto, más mails, informes …
En uno de esos viajes, tuve el placer de charlar, mientras comíamos, con dos empresarios consolidados; el primero con una facturación importante y con más de 50 empleados… El segundo, de esos empresarios que la crisis de 2008 apuñaló por la espalda (y por delante, y, por un lado, y por el otro…), y que hace unos años logró reinventarse.
Hablábamos del término “Emprendedor”, de lo que significaba, de lo que suponía, de lo que lo diferenciaba a “Empresario” … Aunque más o menos estábamos en consonancia, los tres expusimos y razonamos conceptos con algunos flecos distintos.
Les resumo por aquí varias de las conclusiones a las que llegamos…
Llamemos al empresario 1 ALONSO
Llamemos al empresario 2 NAVARRO
El bueno de Alonso alegaba que el Emprendedor era una persona que, bajo una idea propia, se lanzaba a la consecución de ganar dinero a través de una unidad de negocio que explotase esa idea.
- ¿Eso no es lo mismo que una persona empresaria? – Pregunté.
- No exactamente, el empresario es el emprendedor consolidado – Respondió Alonso.
- ¿Entonces un emprendedor que nunca se consolide nunca será un empresario? – Preguntó Navarro.
- Bueno, un emprendedor que nunca se consolide no debería ser emprendedor de esa idea – Respondí entre risas.
- De todas formas, no coincido contigo Alonso en la afirmación de idea propia; el emprendedor no tiene porqué ser el artífice de la idea, puede ser proveniente de terceros; para que me entiendas, yo podría ser el “ideísta” y tú, si la llevas a cabo, el emprendedor… ¿Me sigues? – Pregunté.
- Sí, sí, idea propia o ajena – Respondió Alonso.
El siguiente diálogo vino porque Navarro dijo que lo más importante era la idea. Recuerdo que aquí “saltaron chispas”. Prácticamente ninguno afirmábamos lo mismo…
- Estoy convencido que lo más importante para que un emprendedor triunfe, es la idea de la unidad de negocio – Expuso Navarro…
- Bueno, eso es relativo, si la idea es muy buena pero el equipo nefasto… Es por ello por lo que creo que el equipo es lo más importante – Defendió Alonso.
- Sin duda idea y equipo es capital chicos, aunque para que una persona emprendedora tenga más posibilidades de éxito, tiene que saber que “esto no es un huevo que se echa a freír”. La idea será buena no solo porque sea original o venga a cubrir una necesidad, también lo tiene que ser por su viabilidad. En cuanto al equipo, suelo decir en mis clases que “en el mundo emprendedor, dos son multitud”. Estoy cansado de ver proyectos emprendedores en los que, por hacer un equipo multidisciplinar, parece un grupo de fútbol americano… - Afirmé sin prácticamente respirar…
- Hombre, si ponemos en marcha un proyecto ambicioso, lo lógico es que nos haga falta mucho personal, ¿no? – Preguntaba Alonso.
- Seguramente sí, pero no confundamos Los Sauces con Barlovento… Una cosa es el personal y otra el equipo promotor de un proyecto. Aunque el personal siempre formará parte de equipo global, cuando hablamos de la creación de un proyecto emprendedor, el equipo será aquel que aporte a la creación de este, a la toma de decisiones, incluso al accionariado. – Respondí.
- Que sí, pero si la idea es buena, todo será más sencillo… - Seguía defendiendo Navarro.
- Que sí, que sí, pero recuerda, buena no solo en originalidad y/o en cubrir una necesidad, también tendrá que ser viable, sino “será igual que los frijoles…” – Terminé de recalcar.
Por último, comentamos cuáles eran las mejores estrategias para hacer de nuestro proyecto emprendedor, una realidad más visible… En este punto de la comida, nos limitamos a ir “soltando” ideas, acciones, estrategias… un poco a lo “brainstorming”.
Era como un juego de esos en los que, si dejas de decir una palabra… pierdes. No recuerdo exactamente quién dijo qué, pero les relaciono algunas de los ítems que saltaron a la palestra:
- Tener los objetivos bien definidos.
- Contar con un valor diferencial detectable.
- Ser competitivos a nivel logística.
- Tener un servicio top.
- Trabajar de forma orquestada un Plan de Marketing.
- Establecer venta cruzada con el entorno.
- Potenciar la presencia digital, eCommerce, redes sociales.
- Tener un presupuesto mensual y un controller del mismo.
- Medir las estrategias (lo que no se mide, difícilmente se podrá mejorar).
- Hacer networking para ganar impactos y posibilidades de venta.
- Innovar más en el cliente que en el propio servicio/producto.
- Estar al tanto de tendencias.
- Conocer el comportamiento del consumidor.
- Tener un buen control de stock, mermas, …
- No emprender por obligación sino por vocación o por conocimiento.
Y aquí me paro, fueron muchas más, pero quiero detenerme aquí porque fíjense en la última “no emprender por obligación sino por vocación o por conocimiento”; me parece tan importante esta reflexión…
En España (prepandemia), el 80% de los emprendedores cerraba antes de cumplir un año de vida… Pero ojo, a nivel mundial este dato baja muy sensiblemente hasta el 75%. Esto quiere decir que algo se hace mal desde el principio; es más, seguramente antes del principio.
Por ello mi consejo siempre será ese, “por vocación o por conocimiento”, si es por obligación… primero que las obligaciones no suelen ser buenas, y segundo que, si falta vocación o conocimiento, lo único que estarán haciendo es alargar una agonía…
Bueno, les dejo que me voy a la boda de Jorge y Nere, en el Palacio de los Córdova (con uve), y quiero ir practicando cuál será la charla de hoy con Alonso y Navarro, que también están invitados…
Rayko Lorenzo
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