¿Cómo se vigila un volcán?
Canarias es la única región de España con un volcanismo activo y Cumbre Vieja, parque natural que se extiende por cinco municipios de la mitad sur de La Palma, en el que en los pasados días se registró un enjambre de terremotos de baja intensidad, está considerada la zona volcánica más activa del Archipiélago, y por ello sometida a una vigilancia permanente por una densa red de vigilancia sísmica.
Cumbre Vieja, que abarca los municipios de Breña Alta, Breña Baja, Mazo, Fuencaliente y El Paso, es una dorsal montañosa que reúne los conos volcánicos más emblemáticos de la historia eruptiva de la Isla. El 26 de octubre de 1971, hace 46 años, entró en erupción en el núcleo de Los Quemados, en Fuencaliente, el Teneguía, el último episodio telúrico en superficie acaecido en el territorio español.
El portal informativo Volcanes de Canarias colabora con diversos organismos e instituciones públicas con el fin de informar sobre estos fenómenos naturales y mejorar la cultura volcánica del Archipiélago. En su página web se explica que un volcán es “un punto de la superficie terrestre por donde sale al exterior el material fundido (magma) generado en el interior de la Tierra y, ocasionalmente, material no magmático. Estos materiales se acumulan alrededor del centro emisor, dando lugar a relieves positivos con morfologías diversas”. Según esta definición, un volcán “no representa únicamente una morfología (en forma de montaña), sino que es el resultado de un complejo proceso que incluye la formación, ascenso, evolución, emisión de magma y depósito de estos materiales”, precisan, y recuerdan que “los volcanes son una manifestación en superficie de la energía interna de la Tierra. La actual estructura interna de la Tierra se ha ido formando a medida que el planeta ha ido envejeciendo y enfriándose. Inicialmente, toda la superficie estaba constituida por materiales fundidos, que se han ido solidificando en el transcurso de miles de millones de años. La actividad actual es solo un resto de ese proceso”.
“Para que un volcán entre en erupción es necesaria una condición imprescindible: debe existir magma; si en el sistema no hay magma susceptible de salir, es imposible que se produzca una erupción”, subrayan. “El ascenso del magma está condicionado por su viscosidad, por ello es un proceso muy lento, incluso los magmas más fluidos (basálticos) necesitan más de dos días para alcanzar la superficie desde las zonas de almacenamiento situadas en la base de la corteza. No se conoce ningún volcán que haya pasado de un estado de reposo al de erupción violenta de forma repentina”, sostienen.
“El conocimiento que hoy tenemos de los volcanes hace prácticamente imposible que entren en erupción sin que sus signos premonitores hayan sido percibidos, aunque para ello hay que contar con un mínimo de instrumentación situada sobre el volcán y, especialmente, con un equipo científico y técnico que analice periódicamente los datos y garantice su correcta interpretación”, resaltan. “Los cambios de presión, la inyección o el movimiento del magma generan series de eventos sísmicos, deformaciones en el edificio volcánico, aumento de la temperatura de los acuíferos y cambio en la composición química de los gases. La dificultad radica en poder detectar estos fenómenos, identificar sus causas, establecer los pronósticos de evolución y con toda esta información poder manejar el semáforo del volcán”, añaden.
Métodos para pronosticar la actividad volcánica
“Las erupciones volcánicas vienen comúnmente precedidas por pequeños movimientos sísmicos, deformación del terreno o emanaciones de gases, entre otros fenómenos. El seguimiento, análisis e interpretación de estos cambios que realizan los científicos permiten determinar si habrá o no una futura erupción y, más importante, cuándo y dónde podría producirse”, señalan.
En la actualidad, detallan, “los fenómenos más evidentes que podrían anticipar una erupción son: incremento de la actividad sísmica, deformación del terreno (aunque no sea observable a simple vista, sí es detectada por los aparatos de medición), variaciones en la micro-gravedad debido al movimiento de fluidos internos, cambio de las propiedades de las aguas subterráneas de las galerías o acuíferos (aumento de la temperatura, mayor cantidad de carbonatos), incremento en la emisión de gases del subsuelo o cambios importantes en la composición química de los mismos”.
En España, el Instituto Geográfico Nacional (IGN), dependiente del Ministerio de Fomento, es el responsable del seguimiento de la actividad volcánica y de comunicar a las autoridades cuándo, dónde y cómo será la próxima erupción.