Fatouma Harber, la mujer invisible que lucha por la libertad de expresión en Malí
En la mente de Fatouma Harber, una joven de Tombuctú, región del norte de Malí, nació la solución para recuperar la libertad de expresión del país africano: el activismo a través de Internet. Que la tradición hubiera atribuido al activismo maliense el género masculino fue un muro que no le importó derribar, y con 27 años se convirtió en una de las tres mujeres activistas de un país de 19 millones de habitantes. “Las mujeres no tienen capacidad para elegir quién quieren ser. Si quieres ser activista te mirarán mal, y si estás casada, tu marido será el que decida por ti”, subraya Harber.
El terrorismo islamista radical tomó Malí en 2012. Las regiones del norte fueron absorbidas por el narcotráfico y por los reclutamientos de jóvenes por parte de los grupos armados. La inseguridad se apoderó del lugar, obligando a buena parte de la población a huir. A partir de entonces, el territorio fue escenario de una imponente operación militar dirigida por la antigua metrópoli, Francia, y Naciones Unidas. A este contexto se sumaron la vigésima rebelión tuareg y el golpe de Estado contra la democracia, y Malí quedó sumida en una crisis multidimensional que obligó a las personas a reinventarse. La celebración de elecciones en 2013 supuso un soplo de aire fresco, o eso parecía. Sin embargo, según Harber, un valor democrático fundamental se había perdido por el camino: la libertad de expresión.
Para la psicóloga y también docente, elegir el camino de la reivindicación le costó amenazas de muerte por parte de grupos armados y, según su intuición, también del Gobierno. Incluso tuvo que dejar su casa en 2013. Al año siguiente volvió. Ahora tiene 40 años, vive tranquila con su hija y dirige Sankorelabs, un proyecto que pretende convertir la informática en una herramienta de empoderamiento para las mujeres y en un instrumento que permita a los jóvenes conocer la importancia de su papel en la sociedad de Malí.
La falta de apoyo económico interno es la mayor dificultad a la que se enfrenta Sankorelab. Ni el Estado, ni las asociaciones, ni los grupos locales aportan dinero. “La mayoría de fondos de los que disponemos son internacionales, especialmente de la embajada de Holanda”, señala. Según Harber, para el país se trata de un proyecto fantasma que no tiene repercusión en el exterior, pero tampoco dentro de sus fronteras. “Yo siento que no existo para el Estado”, lamenta. “Los medios sí se hicieron eco de nuestra participación con el Banco Mundial, pero porque participó una organización multinacional. Cuesta muchísimo trascender”, recuerda.
El norte de Malí es un punto de tránsito para muchos jóvenes que deciden marcharse hacia Europa. Su decisión está, en muchas ocasiones, condicionada por el desconocimiento del valor que tienen en su país de origen y por la posesión de una imagen distorsionada del continente europeo. “Sankorelabs quiere hacerles ver todo lo que pueden lograr en Malí, mostrarles la importancia que tienen en esta población y evitar que se vayan”, relata Harber.
Además, con un equipo integrado por quince ordenadores y una generosa plantilla de jóvenes voluntarios, el proyecto que dirige Harber también instruye a los jóvenes en los peligros con los que pueden chocar en Internet. “La red se ha convertido en un lugar de reclutamiento para los grupos armados, que aprovechan para captar a los jóvenes”, cuenta la psicóloga. Una estrategia que puede contrarrestarse con formación e información. Por su parte, la actuación de los jóvenes en Internet ha tenido consecuencias. Fatouma Harber recuerda cómo un joven homosexual fue perseguido al subir un vídeo hablando abiertamente de su orientación sexual. A pesar de que en Malí no haya en la actualidad ninguna ley que la condene, la homosexualidad no está bien vista.
Bloqueos en la red
Bloqueos en la redLos blogueros integran hoy una de las mayores fuerzas contra el sistema maliense. “Somos pocos, pero muy activos”, señala Harber. Por ello, la mayor presencia de activistas en la web ha provocado la irrupción y el control de las redes por parte de las autoridades, que intentan “fiscalizar y filtrar” los contenidos que se vuelcan en las plataformas. “La semana pasada se produjo un bloqueo total en Internet”, narra la psicóloga. En la capital, Bamako, la tensión es aún más latente. “Siento más desprotección ahí que en Tombuctú”, valora. Además, la docente cree que también el Gobierno ha sido cómplice de la desaparición de un periodista crítico con el hijo del presidente del país africano.
“El Gobierno intenta vender la imagen de una Malí en la que todo va bien, pero coarta la libertad de expresión”, considera Harber. Por ello, ha participado esta semana en el Foro Internacional de Gobernanza, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana que ha tenido lugar en Gran Canaria. La activista ha visto este encuentro como una ventana abierta al mundo y un altavoz para dar a conocer al exterior los proyectos que están creciendo en su país. La oportunidad para romper con un muro de desconocimiento y acercar a Canarias a las nuevas realidades que conviven en África.